Cuando le preguntan qué le gustó de ella,
siente que el amor es intraducible.
No sabe qué decir.
Tanta cháchara antes.
Tanto duelo y tanto lío.
Y él calla ante la pregunta.
Duda.
No recuerda qué le gustaba,
como si todo fuera una amnesia.
O ya fuera un caracol que se hunde en la arena cuando trata de agarrarlo,
antes de que la nueva ola se lo lleve; antes de que lo cambie de lugar.
Ese amor intraducible.
Y él no sabe qué decir.
Es como si naciera muerto después de tanta gestación.
O ya anunciara la distancia y el olvido.
En cambio los amantes son divinos.
Nada está dicho.
No hay preguntas que no se puedan contestar.
Uno se levanta y se viste.
Uno se salva porque deja ir,
o se va.
Es preferible a terminar llorando como un nene.
Vayan a explicarle a él, que tiene que dejar ir.
Vayan a decirle que todo ha terminado.
Que los imperios se levantan y se caen.
Que nada para es siempre.
Que pasaron años y ella no es la misma.
Que hay que levantarse y seguir.
Que hay gente tirada en la calle.
Que hay gente que no come.
Lisiados,
personas con problemas de salud.
En fin, que hay cosas peores que querer y no ser querido.
Yo conozco a un viejo sabio,
que se olvidó cómo se llamaba la marca de los cigarrillos que fumaba,
cuando fue a comprarlos,
por tener la cabeza puesta en un antiguo amor.
por Adrián Gastón Fares.