Escritos sobre mi vida

 

Mi audiometría de 1999, a los 21 años recién cumplidos. Con el tiempo bajarían algunos casilleros (no tanto) mi umbral auditivo. O sea, ya tenía hipoacusia y nadie se dio cuenta.

Recién a los 32 años me dieron los otorrinos diagnóstico de hipoacusia neurosensorial y me enviaron a tramitar el certificado de discapacidad (Certificado Unico de Discapacidad, CUD) y usar dos audífonos (pasarían casi 13 años desde la audiometría de la fotografía y 32 años de vida si tenemos en cuenta que nací con depresión neonatal, que causó la hipoacusia)

Lo que ocurrió antes de los 32, como lo testifica esta audiometría, y las demás realizadas en ese periodo y expuestas a los médicos, entra en el terreno de lo inexplicable (mala praxis, faltas de diagnóstico, de conciencia, no lo entiendo) Me pregunto quién debería hacerse cargo de tanta negligencia.

No sólo había nacido yo con un problema que me dejó parcialmente sordo si no que los médicos que me trataron no diagnosticaron el problema aún estando a la vista en los estudios realizados, alejándome de encontrar una solución que me hubiera facilitado la vida además de evitar que mi audición se siguiera deteriorando.

RESULTADO: VIVÍ 33 AÑOS COMO NORMOOYENTE CUANDO NO LO ERA.

Nota del 16 de Julio de 2021 ampliando y corrigiendo lo anterior: Negué un diagnóstico de ASD o del espectro TEA (antes llamado Asperger, neurólogo Víctor Ruggieri, Luis Herbst y Ernesto Whalberg) que me fue dado en 2014. Estaba en ese momento bastante seguro, pero creo que primero tenía que concentrarme en los oídos, en encontrar audífonos útiles; de cualquier manera, varias causas e influencias me llevaron a negarlo. No hay culpas de nadie en esto, no es fácil para nada. Pero debí haber abrazado ambos síntomas. Hoy creo haberme equivocado en dejarme llevar por opiniones de profesionales de otras áreas, que no estaban vinculados al diagnóstico del ASD o TEA. Viendo estudios del cerebro que me realizaron por el tinnitus y sordera, comparando información, adaptaciones, no adaptaciones, y diagnósticos, llegué a la conclusión que mi hipoacusia y el ASD pueden coexistir. O uno explicar al otro (lo más común sería que el ASD explique la sordera, pero escapa mi imaginación un mecanismo de compensación tan elaborado como una hipoacusia como los que explica Olga Bogdashina tan bien en sus libros; si mis lectoras y mis lectores saben que no es así, soy todo oídos…) No estoy seguro, pero puede ser, que tenga a la vez (de hipoacusia y tinnitus), APD (Auditory Processing Disorder) En tal caso, eso explicaría el porqué llevó tanto tiempo mi diagnóstico (APD recién se diagnostica a los 7 años de edad) Y el ASD/TEA leve aquí en los años ochenta del siglo pasado no se diagnosticaba: a uno le decían que le faltaba calle (no me faltó calle de chico, sí luego fui un adolescente muy solitario). El ASD explicaría bien mi infancia, mi adolescencia (ya clara sordera también), juventud y… bueno, espero ser joven todavía 😉

Habría que revisar los escritos que siguen, el índice de mi vida y la sordera (que ahora no sería más mi vida y la sordera solamente) teniendo en cuenta todos los diagnósticos y síntomas generados por la hipoxia en el nacimiento, el nacimiento con fórceps y/o la herencia genética.

Índice de escritos (click en el enlace para leerlos):

 

Mi historia (actualizada)

La sordera y la suerte familiar. El duelo por la configuración familiar.

Cronología del desastre

El agradecimiento a una fonoaudióloga

La vida sin Mí

Mi historia (actualizada)

La historia de mis oídos

Oscurantismo, familia, entorno, identidad y discapacidad en el siglo XXI

Toma de conciencia y sensibilización

Seguimos así, ¿hasta cuándo?

INCAA (Novedades injusticia)

La Convicción de la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad

En la que vuelvo a contar mi historia de vida para que se sepa mejor

El costado familiar

Cine Sordo / Deaf Cinema Cortometraje 

Carta sobre la tremenda negligencia con un premio de cine que he ganado

La sordera y la suerte familiar