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VORACES. Nueva novela. 3.

El tercer día de visita descubrió que los Miércoles era el turno de la original de las Y. No sabía de dónde la habían traído al barrio, o si venía desde el centro, pero antes de cruzar, la vio acercarse a la puerta, seguir la flecha como él y meterse en el garaje. Sabía que estaba prohibido interceptarla para conversar, así que se dio vuelta y volvió a su casa. Estuvo mirando a través de los visillos de la persiana para ver cuánto tardaba la chica en salir. Fue más rápida que él. Sentado en el garaje, mientras leía un libro —Los papeles de Aspern, de Henry James—, se preguntó qué cuento contarían las Y.

Luego fue al almacén, compró algunos productos de limpieza sueltos, que venían en botellas de gaseosa. La almacenera era una mujer entrada en años, con el pelo negro recogido, muy pálida. Se llamaba Augusta. Pensó en contarle a Augusta sobre la nueva ocupación que tenía —después de todo, no éramos un secreto— pero pensó que no le creería que en el barrio habían ubicado un contenedor Riviera, así que no dijo nada. Además estaban esperando otros clientes y pensó que podía llegar a estar a sus espaldas, esperando ser atendida, la Y original. Sabían que no debían cruzarse así que prefirió volver rápido a su casa. En el camino saludó a sus vecinos, una familia con una niña que siempre lo miraba de mala manera —Gastón no entendía por qué— y al motoquero que se la pasaba los días arreglando su motocicleta. Antes de entrar a su casa, se giró para saludar al hombre mayor que pasaba las tardes como él en el porche de entrada, a veces charlando con un vecino, ingeniero, de la esquina, otras mirando la nada fijamente. Gastón temía llegar a convertirse en ese hombre pero también lo tranquilizaba el hecho de que hubiera otros solitarios como él. Ese día se le ocurrió cruzar para preguntarle a Lorenzo, así se llamaba, si él había pedido también la máquina eutanásica, pero no se animó. Tal vez ya la hubiera recibido y él se sentiría mal por no tener la suya. Aquella noche Gastón tuvo una gran actividad REM, soñó con cementerios, una chica morena que llevaba un vestido blanco —pero con pecas— y un retrato oval.

El jueves comió un churrasco, tomó un café, dio vueltas por la casa pensando en que tenía que arreglar el motor de la cortadora de césped para ocuparse del fondo y a las cuatro y media de la tarde se enfrentó a los X. Se sentaba en el zafu de manera que pudiera ver el perfil derecho de uno y el izquierdo del otro, dando la espalda a las Y. Hizo chasquear el pulgar con el dedo medio. Mis antepasados salieron del modo reposo y dijeron:

Resulta que en una noche lluviosa Juan, un pintor, caminaba, con las manos en los bolsillos, por la acera de la pared del cementerio, pensando en lo solo que estaba cuando divisó en la esquina a una chica morena vestida de blanco. Al llegar hasta ella la chica le dijo que se llamaba Sara y le preguntó si podía caminar con él porque también estaba sola. Juan le propuso ir a tomar una cerveza a uno de los bares que estaban cruzando la calle. Subieron la escalera, Juan siguiendo a Sara. Luego pasaron una velada muy agradable, descubrieron que tenían muchas cosas en común y todo terminó con un beso y una promesa de reencuentro antes de que la chica se subiera a un taxi y desapareciera. Juan volvió al paredón del cementerio muchas veces en los días siguientes y no encontró a Sara. Estaba desahuciado. Juan sabía el apellido de la chica, que le había dicho que vivía con su madre, así que decidió ir a buscarla a la casa, no muy lejos del cementerio. Golpea la puerta de la casa y sale la madre. Juan dice el nombre y apellido de la chica y la madre se larga a llorar. La chica había muerto muchos años atrás. Juan le pide ver una fotografía de Sara a la madre. La madre le trae un retrato oval. Juan lo ve y se desmaya.

Los X bajaron los párpados, estiraron los labios como si estuvieran contentos con la repetición y se quedaron en modo de espera. Gastón giró en el zafu casi en ciento ochenta grados para ver si había algún cambio en el modo reposo de las Y. Vio los perfiles opuestos de ambas y trató, infructuosamente, de contar la cantidad de pecas que tenían. Parecían ser las mismas en la dos (eran las mismas). Luego Gastón abrió un paquete de bocaditos de avena que se había llevado para la ansiedad. Tenían sabor a arándanos y venían con un poco de nicotina, la justa necesaria para contener las ansias de usar los cigarrillos electrónicos. Gastón se había cansado de cargar las baterías y los tenía en la casa en un armario con vitrina donde se podía apreciar la evolución de los aparatos desde cacharros pesados y con diseño steampunk a una especie de escarbadientes.

Una vez que llenó su ansiedad de nicotina, Gastón, de cara otra vez a los X, pensó en qué podía hacer para que dijeran algo nuevo en vez de la historia que ya conocía. Les preguntó cómo se llamaba él. Contestaron al unísono: Gaston, sin acentuar la o. Les preguntó si sabían cómo se llamaba la cuidadora de las Y. Siguieron con la media sonrisa de tranquilidad y no contestaron nada. Suspiró y miró, confundido, a mis antepasados. Dio por terminada su tarea, se levantó y retornó a su casa. Al cruzar la calle se detuvo para dejar pasar a la vendedora de golosinas de algodón de azúcar. El color fluorescente rosado de los copos, a través de las bolsas de plástico que los protegían, resaltaba más de lo habitual en ese día de nubes grises. La mujer no lo miró y siguió pedaleando en su bicicleta. A Gastón le molestó que no lo saludara. Nunca lo había saludado y si volvía la memoria atrás, para él, parecían que habían pasado siglos desde que la mujer había aparecido con su bicicleta y las golosinas. A la derecha del portón del garaje de contenedores había una reja con dos perros de pelaje amarillento que le ladraban continuamente. Gastón los miró de mala manera y cruzó la calle. Pensó que lo que faltaba era que estuviera la niña vecina que tenía esa cara con la boca apretada y la mirada fija siempre, como si estuviera triste y enojada. Por suerte no había nadie en la vereda de los vecinos y Gastón pudo entrar a su casa sin llevarse esa imagen desagradable adentro. Hizo ejercicio, dominadas, fuerzas de brazos, abdominales, lo mismo que hacía todos los días para mantenerse en estado físico. Por las dudas, se decía a sí mismo, debía mantenerse en forma. En otros tiempos, había tenido que enfrentar a varios ladrones en la calle. Uno lo había amenazado con una hoja de afeitar. Otro le había dado un cabezazo en la nariz.

Ahora, el mundo estaba sospechosamente tranquilo para Gastón. El malhumor de las personas había ido en crecida pero lo que leía en las noticias era de lo más pacífico. No entendía cómo la gente seguía cerrando las puertas cuando la inseguridad de la zona había quedado restablecida hacía muchos años atrás cuando ubicaron cámaras con láseres —que pronto dejaron de funcionar— en todos los palos de luz. Hasta habían reemplazado las luces frías por otras cálidas y el barrio parecía más antiguo que nunca. Gastón veía pasar a los caballos arrastrando carros. A niños subidos en caballos galopando como si estuvieran en el medio de la pampa. Y eso le gustaba, pero no porque pareciera algo gauchesco o propio de la zona, sino porque activaba recuerdos de los westerns que Gastón había visto en la universidad. A esa altura, Gastón no sabía si los chicos andaban a caballo para imitar a sus antepasados o si era porque lo habían visto en alguna película de acción.Ese día Gastón tomó sus proteínas, encastró la licuadora en su base para hacerse un licuado que era una mezcla de leche con las paltas que recogía en el fondo —caían del árbol de su vecino, una persona que había quedado traumatizada después de la guerra pero que era de lo más amable; algo que a Gastón le llamaba la atención— y bananas. Luego sabemos que Gastón tocó la guitarra y escuchó un poco de música en la computadora. Después repasó una película de Hitchcock. Se durmió y antes de despertar por la mañana tuvo una pesadilla. En el sueño estaba tomando una cerveza con una chica morena, en la terraza del bar frente al cementerio, y no entendía bien lo que le decía la chica pero sabía que estaba muerta, lo que le daba ganas de salir corriendo de la situación, no fuera que terminara como Juan, desmayado delante de la madre, pero no podía hacerlo. Como en los sueños de los humanos, algo lo retenía en su asiento alto.

por Adrián Gastón Fares.

Sobre poderes.

Descubrir que eras sordo en la mitad de la vida cuando pensabas que no eras de este mundo, que eras raro o eras tonto desde niño es como esa película en que una persona se halla fantasma y súbitamente recuerda cuando un picaporte se negó a girar
Y entonces arma el rompecabezas de como no supo ver que ya no era
Que había lugares en los que entraba sin saber cómo lo hacía
Los que no escuchamos bien
Tenemos cuatro sentidos
Y esa película se llama Sexto sentido
Yo adolescente viéndola en un cine
Era todavía un fantasma no iniciado que presenciaba la iniciación de otro
En este mundo donde todos saben irse y no volver
Yo se quedarme
En el saber que no sabía
Y busco en sueños mi sonrisa perdida
Ahora soy un alma que sabe que pudo saber
Que conoce lo desconocido
Mi testimonio es sagrado porque toqué la nada con los dedos.
Ya soy aquel que escribe de noche y el que sabe que no era.
Nunca me enseñaron que en la vida había que aspirar a eso de grande
Ya un hombre hecho a si mismo que persiguió el secreto del destino
Y siente lo que piensan los que todavía no hablan.
Escribo este poema que es palabra y vacío
Y fluye como un ancho río
Y fluye como un ancho río.

Por Adrián Gastón Fares.

El nombre del pueblo. El nombre. 5.

Dudo que logre escribir esta noche. Pero es la única manera de volver a mí. Si termino esta página tal vez recupere mi templanza; de lo contrario, estas notas testificarán mi perdición. Referiré los hechos tal como ocurrieron.

El día amaneció tan oscuro como el anterior. En el camino a la comisaría volvió a llover a raudales. Al entrar encontré a Falcón leyendo el diario. Murmuró que no le contara a nadie dónde habíamos cavado. Si los pescadores se enteraban de lo hicimos nos colgarían: la tormenta había impedido que los más valientes se embarcaran.

Falcón estaba muy nervioso y no hice bien en recordarle lo que habíamos firmado en el cementerio. Me dijo que ese papel no servía para nada y que él no era supersticioso. Dijo que lo que pasaba era extraño pero que todo en el mundo lo era. Dios sabe que iba a preguntarle por Martita cuando sonó el teléfono.

El comisario atendió y vi cómo su cara se transformaba. La voz en el teléfono sonaba aterrada y los gritos llegaron hasta mí. Al colgar, Falcón se puso el camperón que tenía colgado en la silla y llamó a un tal Marcelo, que apareció tranquilo por una de las puertas que dan a los fondos. Yo miraba azorado y no me animaba a preguntar qué pasaba. Falcón le dijo al oficial que Martita estaba en peligro. Alguien la perseguía en la calle catorce. Corrieron a la patrulla y me dejaron solo.

Estaba en el umbral de la comisaría, mirando la lluvia, escuchándola –antes de que me pusieran las prótesis auditivas no podía escucharla–, protegido de la ansiedad que el llamado de Martita me había producido gracias a la curiosidad de mi oídos, que intentaban absorber sonidos nuevos interesantes y descartar otros superfluos y molestos, como los bocinazos de los choches que pasaban, cuando el teléfono volvió a sonar a mis espaldas.

Me acerqué lentamente y esperé que algún oficial apareciera. Temo atender el teléfono porque el audífono no me permite entender bien y no sé qué contestar. Descubrí que es mejor quitármelo para mantener una conversación normal en lo posible. Aunque siempre me han dado algo de miedo los teléfonos.

Miré la habitación y me di cuenta que no había nadie en ese edificio. Me quité el audífono derecho y atendí, pero un segundo antes el teléfono dejó de sonar.

Pasé un rato largo sentado en un escalón de la entrada. La lluvia fue amainando. Las gotas habían dejado de caer cuando vi perfilarse a la patrulla. Detrás venía una ambulancia. Falcón se bajó y cuando le pregunté qué había pasado me contestó algo que no logré comprender. Volví a preguntar. “Nos la mataron”, había dicho.

Mientras bajaban el cuerpo para alojarlo en la morgue le pregunté cómo había sido. Me tuve que enterar, entonces, de los terribles pormenores.

La habían apuñalado por la espalda. La encontraron muerta junto a un teléfono público descolgado mientras la lluvia lavaba las huellas de sangre. No había rastros del asesino. Sólo puedo agregar que Falcón espera que la autopsia nos ayude.

En el vacío al que me dirijo vive la locura, que se codea con su amiga: la casualidad. Si no qué otra cosa pudo hacer que ignore para siempre lo que Martita quería decirme.

por Adrián Gastón Fares.

Sensor

Ayer, ya que tenía que pasar por un médico, y estaba cerca la clínica donde nací, se me dio por ir a buscar el acta de nacimiento (¿se le dirá así?) Pasaron muchos años. Sin embargo, parece que hay un procedimiento para verla. Espero. Lo que me queda de eso es un papelito donde dice dónde y en qué fecha nací, y que nací «deprimido neonatal» Tal vez el acta diga algo más para sondear los orígenes de mi sordera.

La clínica era bastante horrible. Limpia y todo, pero con lugares para rezar por todos lados, parecía un lugar para velar muertos (en algunas el nacimiento y la muerte están más a la vista, parece) Tenía en un vértice, un triángulo cóncavo de cemento con una virgen, que daba bastante claustrofobia, donde se supone que las personas se arrodillan a rezar cuando las cosas no están muy bien en una clínica. Y cuando las cosas no están muy bien en una clínica u hospital, se supone que las cosas están muy mal.

Luego, después de ir al INCAA, ¡cuándo no!, hoy también tuve que ir, para que no haya novedades muy promisorias, estuve caminando un rato.

Se me cruzó una persona en silla de ruedas empujada por una chica. El joven (debía ser más joven que yo, o al menos tener treinta y algos) me dijo que había sido Pirata del asfalto, que lo habían abatido me dio a entender, por eso estaba en silla de ruedas, y que necesitaba ayuda. Contra todos los pronósticos, le di unos pesos. Primero miré la cara de la que lo empujaba para ver si tenía que creer eso y parece que sí. Era un auténtico ex pirata del asfalto. En rehabilitación, parecía ser.

Me pareció más creíble que todo lo que vengo escuchando hace mucho tiempo para obtener dinero en la calle. Así que me pareció correcto darle dinero al ex pirata del asfalto. Le expliqué que yo tampoco tenía mucho trabajo, por no decir nada, y que era sordo, pero mi mano fue más rápida que mi mente (no suelo darle plata a cualquiera que me lo pida, más que nada porque no la tengo o porque a veces no tengo ganas; uno es un ser humano también y a veces se cansa de todo)

Hace unas semanas crucé a un ciego. No me suele pasar, aunque me ha pasado. El ciego se empecinó en cruzar para la derecha, porque el semáforo todavía tenía unos minutos para hacerlo, y sabía que tenía que ir para ese lugar. Yo insistí en esperar que cambiara el que teníamos enfrente. El ciego se molestó bastante. Nunca pensé que el tiempo fuera importante para un ciego pero para este hombre con ceguera lo era.

Ahí me di cuenta algo que ya he visto en los ciegos. Tienen una petulancia que no tenemos los sordos (los sordos, como la novela de David Lodge, La vida en sordina, damos risa) He visto reírse en mi cara a personas y no los culpo. A mí también a veces me da risa, pero otras me quiero matar.

Y mi conclusión fue que su capacidad diferente, la del ciego, digamos, es muy clara, y están acostumbrados a ser tratados con consideración. No así los sordos que somos como una especie de seres vulnerables cuya discapacidad depende de cuánto uno se esfuerza a veces o no (no sé qué depende, pero está mucho más escondida que la de un ciego) El ciego, que sabía que era mi obligación cruzarlo, creo que ni siquiera me agradeció y se fue con su cara de piedra y su voz mandona por su camino. Los ciegos han sido bastante maltratados por la literatura (dan miedo, respeto, temor según Sábato, Eco, Sófocles) No hace falta más que recordar el diario de Bioy Casares sobre Borges donde, en un rasgo de humanidad (Borges se quedó ciego de muy grande, aclaremos) Bioy cuenta que, claro, Borges se meaba los zapatos.

A veces, cuando mis amigos me llevan a algún boliche, de los que ya no soporto el ruido más que una hora con los audífonos, suelo encontrarme con un ciego. Es joven. Parece dormitar en las mesas. Le gusta tomar. A mí también me gusta tomar (pero está caro para emborracharse en un boliche)

El ciego a veces baila solo. A veces es guiado. Acompañado por algunas mujeres o hombres que se prestan. Es grandote y si te ponés en el medio cuando estás caminando, medio que te hace correr con alguna palabra certera (que yo no suelo entender, pero su expresión ya me da autoridad). La persona ciega que busca la felicidad en las burbujas y el trap (o los hits de los ochenta; aunque es joven o parece muy joven) Me parece bastante correcto.  Al principio parece un  borracho ensimismado, pero cuando te das cuenta que tiene ceguera, uno se dice: esto está muy bien (por lo menos mientras dura la cerveza que estoy tomando)

Hoy Lucrecia (Martel) dijo en Venecia que no podía separar la obra del hombre. Y que las mujeres filman poco y nada (que es verdad) Le escribí, creo que a su Facebook para decirle que también las mujeres discapacitadas y los hombres discapacitados filman o escriben poco y nada. Es algo que se sostiene en el tiempo. Y son miradas que se pierden. No voy a negar el interés de mi parte en que esto cambie. Tampoco voy a negar que soy diferente a los demás (ahora estoy escuchando Trap o no sé, en Spotify, una lista de Éxitos Argentinos, muy rara, ciertamente; entiendo poco y nada, más entiendo las canciones que conozco y en inglés; querido Trap, no te entiendo ni medio; bueno ahora sí entendí unas palabras dicen: Quedate conmigo. Dejé por un rato los soundtracks y el rock internacional)

Siguiendo las palabras de la directora de cine argentina Lucrecia, si no podemos separar las obras del hombre, entonces tampoco deberíamos separar las circunstancias del hombre por el esfuerzo de realizar esas obras. Del hombre o mujer. Con más razón, las circunstancias personales, deberían ser tenidas en cuenta (aunque no estoy de acuerdo en que se valore una obra en función de una discapacidad, por lo menos debería ser mirada dos veces antes de descartarla; quizá con un ojo cerrado y el otro abierto, no sé) Nunca declaré una discapacidad para que se evaluara una obra hasta ahora, sí he hecho hincapié en ella para obtener trabajo o para que se reponga un premio quitado sin justificación más que seguir la lógica del poder.

Lucrecia se refería igual en juzgar moralmente a un hombre y entonces sí descartar su obra. Pero si vamos a juzgar, hay que juzgar todo, ¿o no?

Me llamó mucho la atención lo de no separar la obra del hombre (o mujer, según lo entiendo yo por la inteligencia de Lucrecia). Parece que se usa cuando a la sociedad le conviene más (no voy a opinar de Polanski, no sé su caso legalmente, leí su biografía, leí que estuvo preso, sé que mataron a su madre, a su esposa embarazada, en fin; eso no justifica su caso punible; pero para no separar al hombre de la obra hay que hacerlos con todos, entonces) El feminismo tiene que ponerse de acuerdo, el machismo también. Y los que estamos entre medio, como nosotros, lo que tenemos algún tipo de discapacidad que hace que veamos el mundo o lo escuchemos de otra manera (las mujeres con algún tipo de discapacidad no se sienten representadas por el feminismo muchas veces, lo sé) y que por lo tanto pedimos una nueva identidad, más cuando uno es lo más funcional que pueda a lo que llamamos sociedad, también tenemos que ponernos de acuerdo en si vamos a separar las obras (edificios, jardines, árboles, películas, libros, ropa, cosechas, tabaco, sillas, mesas, por poner ejemplos) del hombre, mujer y lo que llamamos diversidad y nuevas identidades.

Y hay que tener en cuenta que no todos los crímenes son visibles, si sólo perseguimos los crímenes visibles, lo que vamos a hacer es ponernos del lado del poder y del control. No creo que es lo que haya querido expresar Lucrecia, en su apoyo bienintencionado a la lucha de la mujer argentina.

por Adrián Gastón Fares

 

 

Mis audífonos nuevos

Cronología del desastre

Cronología del desastre

2007-2011 Filmo Mundo tributo con Leo Rosales, realizamos todo, es una producción independiente. Nos va muy bien. Estoy varios años distribuyéndola y nos va mejor. La película estuvo en BAFICI, y se vio en canales argentinos, brasileños y en festivales de muchos países.

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Por primera vez con audífonos en ambos oídos (como verán). Año 2012

 

2011-2012 Un otorrino me envía a sacar certificado de discapacidad y me da audífonos por primera vez en ambos oídos. A la semana de entregado los audífonos me voy a Ushuaia a realizar un trabajo audiovisual. Voy con un camarógrafo que me dice que yo no quiero escucharlo. Me hace poner mal hasta las lágrimas en el hotel. Vuelvo, con dolores terribles en el oído en el avión, y edito el trabajo (que llevo meses) y lo termino.

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Yo en «el Fin del Mundo», Tolhuin, Tierra del Fuego

 

2013-2014 Entre algún que otro videoclip, provistos por gente que me ayudó como pudo, con los audífonos mal adaptados y sin saberlo, me pongo a realizar Gualicho de manera independiente. Para eso pido una cámara, realizo el storyboard. La cámara, por decisión del gobierno de ese entonces de cerrar importaciones, una cámara muy barata y chiquita, pero que servía para filmar un largometraje independiente, queda afuera; quedo a merced de un estafador que vive en Miami. Mi pareja tiene que hablar con él porque yo no me animaba a hablar por teléfono por temor a no escuchar bien. Meses para solucionar la estafa. No puedo ir al campo donde iba a filmar la película, estoy solo tratando de salir adelante con lo que me apasiona y estudié. Hago un casting solo con mi pareja (nadie vino a ayudar).  Fue un casting peligroso… Trato de seguir adelante luego de la tensión de la estafa y la adaptación a los audífonos. Pruebo la cámara filmando Cine sordo y otro cortometraje. Incertidumbre. Falta de autoestima. Desastre total. Termino solo y arruinado. Crisis de identidad. Me voy a buscar la solución a algo que ya tenía; era sordo (pensé que podía ser autista o tener Meniere) El momento más horrible de mi vida.

 

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Scouting de Locación para Gualicho cuando quería hacerla independiente. Merlo, Buenos Aires

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Otro Scouting de Locación para Gualicho de esa época

2014-2016 Psicólogos por primera vez en mi vida, psiquiatras, luego de un trabajo en una Obra Social en el que no me daban ninguna tarea, en un entorno hostil, donde llegué a estar en una habitación oscura sin baño, termino yendo por las tardes a un Hospital de Día (del centro, el de la Clínica Banfield)

Estaba sufriendo pero bancándola en la Obra Social hasta que me llegó una carta terrible que me pintaba como un monstruo terrible de alguien que yo apreciaba. Caigo en el abismo que explico en el párrafo anterior. No debería haberme llegado esa carta como discapacitado nunca. No era la manera de actuar en ese momento y mi familia y cualquiera que me quisiera de verdad debería haber evitado esa forma de comunicación.

Sigamos. Algunos decían duelo prolongado. Otros estrés postraumático. Terminó empastillado, tomando medicación por primera vez en mi vida para dormir y estar sedado -y un poco de antidepresivo y clonazepam- que no pude dejar hasta el día de hoy (aunque ya no creo en psiquiatras en lo más mínimo; menos en psicólogos para discapacidad) Me voy de viaje solo al sur. Un día me despierto y toda la comitiva se había ido de excursión sin que me entere. Me anotó a cursos y carreras, voy a un taller de guión para perfeccionar Las órdenes, otro de mis guiones de largometraje que pienso dirigir.

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Cuando me sacaron de la oficina solitaria y oscura por lo menos me mandaban a llevar muertos al Correo.

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Mi trabajo en la Obra Social con la estimada zorra multiuso

 

2016-2017 Las órdenes queda seleccionada en Colombia, me voy a Colombia a un taller de guión internacional (la única alegría que tuve en estos diez años desde que me dieron discapacidad) Buena gente, comprensiva. Reescribo mis novelas mientras trabajo en la Obra Social. No duermo y reescribo Gualicho, largometraje La presentamos con Leo a Ópera Prima 2016. No gana. La volvemos a presentar con otra productora presentante, que no hizo nada más que lo que yo ya había hecho, meses después yo reescribo el guión otra vez sin dormir y yendo trabajar a la Obra Social, mientras luchaba hace cuatro años para que me den los audífonos con amplificador en el oído que había pedido Magalí Legari, la fonoaudióloga que se dio cuenta que de que no había sido tratado bien en mi falta de audición.

La misma Obra Social donde trabajaba me hizo recorrer cielo y tierra hasta que me dieron los nuevos audífonos más potentes bajo amenaza de una médica del Hospital Guemes de que si era no era así cuánto antes deberían darme implantes urgentes y de un amparo que yo escribí y envíe a la Superintentendencia de Salud (recién me los dan a fines de 2018)

2017 Me acusan en el trabajo de no ir a retirar un sello durante mis vacaciones (sic, sí es así) Me cargan por no escuchar el timbre de la puerta y volver a tocar para que me abran desde afuera cumpliendo mi trabajo de cadete administrativo (en algún momento por suerte, me empezaron a mandar a todos lados, Edesur, Correo, Panadería, pagar las cuentas personales de los mismos empleados, en fin… cosas que hacen la mayoría de los sindicalistas) Dejo el trabajo en la Obra Social, ante el maltrato recibido los cito a todos en el INADI donde los ponen en su lugar, mientras mi pareja de ese año llora como una niña adelante mío por primera vez porque nota que necesito los nuevos audífonos cuanto antes (no escucho nada cuando me quito los audífonos en la cama; es así, que le vamos a hacer; en la cama me tienen que mirar a la cara sin audífonos y si no no entiendo). Salgo bastante triste del INADI y pido que no se tenga en cuenta para un juicio y digo que sólo quería que el maltrato no se repita en otros discapacitados.

Un buen abogado me ayuda a zanjar la cuestión sin juicio ni nada (no quise hacer juicio y lo del INADI me pareció bien). Mi abogado igual creía, y lo respaldo aunque no lo hice para evitar malos tragos, que era para juicio.

Justo ganamos el premio Opera Prima Largometraje de Ficción 2017 por Gualicho con Leo Rosales como productor ejecutivo, yo como autor, guionista y Director (y la desastrosa productora presentante, Pamela Livia Delgado; pueden escuchar un audio de cómo nos trató ella en el sitio de YouTube de Corsologia)

Empiezan mis peregrinaciones al INCAA a pedir buen fin y justicia, mientras Pamela y el mismo INCAA me tratan a mí y a Leo Rosales de manera coercitiva. Me mandan a reescribir el guión para hacer todavía más barata una película barata (negligencia de la productora) Lo hago. Desastre personal otra vez. Pierdo calidad de vida, pierdo otra vez, incluso con un premio. Parece ser otro desastre del país, político también. Falta de un Ministerio de Cultura, falta de conciencia y sensibilización sobre la discapacidad (colaboro con el COPIDIS mientras estoy en la Obra Social, donde me ofrecen un trabajo nocturno de guía de tránsito, en fin) Pero lo del premio es otro desastre institucional del país, más o menos como lo de la estafa por querer comprar una cámara barata que no se conseguía acá y que se les ocurra cerrar las importaciones en 2012-13.

Escribo y desarrollo totalmente Mr. Time, un nuevo largometraje fantástico (2018-2019). Al concurso Blood Window que ganó Gualicho, mientras trabajaba en la Obra Social, había enviado también Embrión, otro largometraje en desarrollo, La venta un cortometraje largo. Tres guiones en los que trabajé día y noche mientras estaba de cadete en la Obra Social (ganó el largometraje; Gualicho, quién diría)

2019 Sigo sin inclusión, con el tinnitus, mis audífonos nuevos al cohete desde el 2018, luego de tanta lucha, sigo en el desamparo, yendo al INCAA a buscar justicia como este viernes que fui solo; hago público el destrato de mi familia y negación que justamente ocurre desde 2012 en adelante con más ferocidad (momento en que por primera vez en la vida llevo audífonos en ambos oídos luego de estar con una mala praxis de unos cuantos años al no ser tratado por mi sordera)

Sin futuro ahora, pensando qué hacer. Los diez años más duros de mi vida en todo sentido, algo que con un poco de justicia social, sentido común familiar y compresión del hostil círculo afectivo del momento más duro de mi vida se podría haber subsanado. Noto que pocos sordos tienen una historia tan tortuosa como la mía y me preguntó ¿por qué?

Tengo cuarenta y un años y la vida se me hizo justamente más difícil cuando me dieron el certificado de discapacidad en 2012, a los treinta y pocos. La gente fue durísima conmigo; todos. De los treinta y pocos en adelante mi vida fue una segunda sobreadaptación, la peor de todas. Ahora, mientras sigo tomando medicación que ni sé si debo tomar, pienso en la eutanasia como algo no tan horrible, más bien es algo que en Holanda y en otros países se puede conseguir con un poco de ahínco 🙂

por Adrián Gastón Fares (24 de Agosto de 2019)

 

 

La sordera y la suerte familiar

 

Antes de leer lo que sigue me ayudaría que se empapen en el tema. Hay más estudios en España que en Argentina sobre cómo reaccionan las familias con un integrante con discapacidad adquirida. Como esta descripción simple que invito a leer.

Además de este texto me gustaría que estén al tanto de los trabajos de la terapeuta Alice Miller, que ya por finales de los 70 abogaba por un mundo donde podamos estar más cerca de nuestros sentimientos para evitar mayores males personales (de los que tal vez ella no puedo escapar) y sociales.

Las repercusiones principales de la discapacidad en la familia

La suerte familiar. 1 de Julio de 2019 (correcciones del 19 de agosto de 2019) 

Ayer mi hermana dijo enfrente de mi madre que, para no enfrentar mi discapacidad, pensé, quería llevarse a mi padre a otro país y abandonar a mi madre.

Hoy descubro que mi hermana tiene intenciones de internar sin su consentimiento a su madre porque ella reconoce mi discapacidad y mi hermana ayer me dijo que yo era un pelotudo, no un sordo. Un pelotudo que anda diciendo que tiene sordera. Lo que molesta muchísimo a este grupo familiar.

La negación que lleva adelante mi padre y mi hermana contra mi situación siempre me afligió.

No sentirse comprendido ni sentir ningún cariño a uno lo desarma y destruye psicológicamente.

Hace un año pedí ayuda a mi madre por la situación que estoy viviendo (dejé ir, o perdí, a una pareja por no tener dinero por dedicarme a trabajar para un premio que gané en el Instituto de Cine Argentino (INCAA) para filmar la película que escribí Gualicho, y tenía problemas serios con una psicópata ejemplar (¿será mejor decir esto que especuladora, negligente -no leyó nunca el guión de Gualicho según les dijo sin ningún reparo a los del propio INCAA y presentó un presupuesto falso, menospreciadora de directores y directoras, en fin: la productora presentante de mi película ante el Instituto de Cine Argentino)

Mis progenitores son buenos para ir a manosantas y curas barbudos, incluso traerme un vendehumo violador a la casa, pero no para ayudar porque no entienden que el contexto es algo que uno forma no algo que lo regala dios, la fuerza de la atracción o lo que fuera en que cada vez cree más esta sociedad que también en su conjunto mayor se dirige al oscurantismo (como ya lo expliqué bien en otro posteo)

Tampoco me conviene ir a visitarlos porque la negación que llevan a adelante hace tiempo ya es insalvable. No quieren ser tratados por psicólogos ni psiquiatras, no quieren acercarse a grupos de apoyo para entender; en fin, es una mala familia como hay tantas, pero como ya han dicho, cada mala familia es diferente.

Mi única hermana y mi padre, niegan mi discapacidad y niegan cómo nací (el otro día mi padre me dijo que cómo iba a tener sordera yo, si a pesar de no saber afinar un instrumento, en la adolescencia yo tocaba la guitarra eléctrica con amplificador)

Nací con hipoxia perinatal y tengo certificado de discapacidad por investigar por mi cuenta mi problema que no fue tratado hasta que yo fui grande.

Mi familia se desentendió del problema y ahora que lo hago visible pretenden que nunca pasó.

Especialmente mi hermana y mi padre que son causantes de que yo esté así, de que la tristeza y la desolación me haya cercado sin ningún tipo de miramiento familiar. Mi tratamiento llegó tarde por esta negación compulsiva marca Mi Familia Querida.

La actitud discriminatoria duele más en los familiares que en los demás.

Mi hermana, como otras veces, pretende internarme en un psiquiátrico si persisto en mi expresar mi identidad (acá había puesto tristeza, pero no es eso; yo para ellos no puedo haber nacido y vivido con sordera) y hacer lo mismo con mi madre, porque mi madre reconoce mi condición y es la única de la familia que sabe como nací (y ciertas cosas de cuando yo era chico que han ocultado)

Han ocultado como nací toda la vida, y ha sido un proceso de identidad descubrir mi condición y tratarla.

He luchado por mi cuenta por tener los audífonos porque nadie de mi familia me ayudó en eso. Es más, hubieran preferido que nunca los tuviera. Ahora, como pasó en las últimas fiestas, si los audífonos me acoplan, se entrecruzan miradas furtivas, que justamente por mi visión periférica adiestrada de sordera puedo ver, y son incapaces de decirme a mí que me están silbando los audífonos.

Vivo solo, con una gata, veo a algunos amigos, hablo con amigas, a veces veo a mi madre. No he podido reanudar conversaciones ni con mi padre (al que considero un psicópata moderado, casi como el Baldomero Ortiz de mi novela Intransparente; de hecho fue una gran inspiración para los costados más familiares de ese personaje) ni con mi hermana (que se ve que aprendió bien de él; nuestra relación es intermitente porque con ella yo tengo que ser alguien que no soy) Si no hay terceros presentes se me hace muy difícil hablar con ellos porque su verdadera personalidad sale a flote (especialmente la de mi padre)

Sé que esa relación a mí no me conviene porque tarde o temprano clavan el aguijón. Eso no quiere decir que no tenga deseos de estar con ellos, de hacer un asado, de que las cosas vayan bien (cosas tal vez imposibles)

Perdí a la gente que quería porque mi padre me ha hecho pasar por quien no soy, terceros llegaron a decir que estaba matando a mis progenitores (por dedicarme al cine, estudiar, no darles problemas con los estudios ni nada de eso; en fin, los sociópatas son hábiles en manipular en el entorno para quedar siempre ellos como víctimas), y siempre mis progenitores se hicieron la víctima para no aceptar mi situación. Siempre hubo alguna excusa.

Yo así como estaba y todo, siempre fui una especie de victimario y la razón no la puedo comprender. No lo fui para mis abuelas, no para mis tías (que veían con extraños ojos a mi padre) pero sí para mis progenitores, a los que nunca les traje ningún disgusto resonante (incluso mi padre, cuando yo estaba entre antropología y cine, me comentó que existía una carrera llamada Diseño de Imagen y Sonido, tampoco se opusieron a que estudiara eso ni a que yo terminara la carrera lo más rápido que pude como alguno de mis amigos y amigas para persistir en mi decisión de hacer cine, escribir y contar historias)

Todo indica que la negación es una defensa instintiva contra algo que debían aceptar y no podía ser aceptado.

Sin audífonos y gracias a la colaboración de mi abuela materna puede irme de mi casa a los veinticinco años. Viví con una sensación de que debía descubrir algo y enfrentarlo desde entonces. ¿Han tenido sueños de que siguen en la secundaria o en la universidad?No creo en casi nada, pero sí creo en los sueños.

En las reuniones sociales me iba a la cama temprano muchas veces (en la costa recuerdo, a los veinte, en la casa de un amigo, mientras los demás se quedaban jugando a las cartas, yo no podía, estaba exhausto, ya había hecho mucho esfuerzo durante el día para estar a la par de las voces)

Ahora a veces me voy a la cama esperando soñar, es una de las formas de la aventura o de la felicidad. La realidad es dura y la noche trae sueños en los que uno puede hamacarse hasta las estrellas o quitarse el pañuelo de seda de un traje que nunca compró para enjugarlo en inexistentes pero sentidas lágrimas.

Pero en la realidad, en el pasado, cuando llegó la verdad, un certificado de lo que ya venía diciendo, llegó también la incomprensión y los maltratos recrudecieron, incluso el hacerme pasar por otro que no soy delante del círculo afectivo que me sostenía.

Esta vez no quiero que me pase lo mismo.

Hace un tiempo a raíz de la situación que estaba ocurriendo con la productora presentante de mi película (que tiene de abogados a los mismos de la película La Odisea de Los Giles, para dar un ejemplo de la desigualdad social entre ella y yo), el INCAA con su negligencia y una pareja que como no pude filmar me abandonó porque esta vez decidí no seguir repartiendo empanadas en una Obra Social y aceptar un futuro porque la otra persona me pareció que me bancó cuando fui exitoso (daba resultados; ajenos a mí, un premio no es algo que uno pueda controlar) y después te da una patada en el culo (no das resultados, cuando otra cosa que sí no puedo controlar para nada como es el hecho de que una productora no acepte firmar un contrato o una institución te haga trabajar para un fraude; ahí se acaban los festejos de aniversarios en Million o las visitas a la falsa panadería francesa; no todas las mujeres lo aguantan), pedí ayuda a mi madre para que intervenga la familia (en vez de terminar solo encerrado en una habitación de una Obra Social oscura como me pasó en 2015 al pasar más o menos lo mismo pero mucho peor en esa ocasión, soledad y tristeza, sin trabajar de lo que me gusta, y recién con audífonos luego de no tenerlos nunca) prefería sentirme acompañado aunque sea los fines de semana para que me ayuden a filmar, aunque sea de manera independiente, lo que sea, algo que ellos supieran que podría hacerme feliz. Pero me equivoqué porque ellos no tienen ni idea ni nunca la tuvieron de que me puede gustar. Siempre fui yo el que piensa qué le puede gustar al otro y no ellos.

Puntualmente, le pedí a mi madre que armara una especie de red de ayuda para que yo no cayera en el desamparo y la desesperanza otra vez.

Porque ya me había caído una vez (con caer no estoy hablando de las adversidades comunes; hablo de la destrucción total de un ser humano) y me había levantado solo, pero dos veces ya es pedir demasiado. Más con lo dura (durísima) que fue la primera (la destrucción total de un ser humano)

No creo en la resiliencia eterna. No creo que nos haga mejores personas. La adversidad no siempre es buena. Un poco sí, mucho, no sabemos en qué puede terminar. Yo ya era sensible desde antes de los golpes más duros, no sé si recibirlos me ha hecho mejor. Hay que dar y no esperar nada a cambio, dicen. Tal vez sea así. Es una de las formas de ser dichoso algunos días y desdichado en otros. Pero uno no puede dar nada cuando siente opresión, no se siente útil, o está ovillado en el piso, como termina el protagonista de mi guión de largometraje Las órdenes.

Entonces, sigo, mi hermana contesta a mi pedido de ayuda diciendo que yo soy pelotudo, no sordo, que es lo mismo otra contingencia como no haber tenido hijos con su ex pareja en su caso, como dijo, que ser sordo o tener discapacidad, que yo no debería apoyarme en lo más mínimo en la familia a nivel afectivo. Que para eso están los psicólogos. Que yo ya soy un adulto con cuarenta años cumplidos y por lo tanto ahora que siga sonriendo en la estampita familiar. Esa donde uno tiene que ser quien no es, por conveniencia, pero que todos saben que es más divertido cuando uno era quien era (uno es o no es, lo feo es que no te dejen ser).

No se puede jugar con la identidad que no está formada sólo por las faltas si no también por los excesos. Con excesos me refiero que a no escuchar sigue el mirar mucho, leer mucho, curiosear mucho, pensar quizás, planear, jugar con la seriedad de cuando era niño. Uno se aleja de algunas costas y pedir que uno vuelva sin algas colgando es un poco difícil.

Mi hermana debería tener conciencia de la discriminación y el dolor que me está causando (como también debería haberla tenido mi padre)

Pero a la vez estoy luchando contra otro efecto colateral, estaba vez estatal. Mis intentos por integrarme en mi labor tienen que ver con mi objetivo final de no depender para nada de mi familia. Estos intentos han sido hasta el momento malogrados por razones ajenas a mí.

Cuando me pidieron el CUD (Certificado Único de Discapacidad por Hipoacusia Neurosensorial Bilateral), en 2012, solamente estaba mi madre el día que fui al Otorrino; no así el día que fui a las cinco de la mañana al Hospital a tramitarlo, ahí fui con un libro, solo, pero antes ese día que me lo pidieron tramitar a mi madre le dijeron que yo no podía hacer cualquier trabajo porque estaba sin tratar (sin audífonos adecuados; y podía meter preso a un inocente si era abogado; cosa que no soy, claro, por lo tanto no había problemas de ese nivel, digamos) lo que vino después fue increíble, no citaron a mi entorno (los médicos y/o terapeutas) para ponerlos al tanto de lo que yo iba a vivir, lo tuve que explicar yo, todo esto resulta en que hasta el día de hoy sigo tratando de explicarle a mi hermana, y ni hablar a mi padre, mi discapacidad (una hermana que en vez de al otorrino me había mandado en 2014 a un homeópata que me terminó diciendo que yo tenía Meniere, algo que no tengo), y tengo que aguantar que me diga que soy un pelotudo, uno que no se puede adaptar a la sociedad porque le gusta el cine, escribir y pretender haber sido sordo (yo estoy seguro de estar sobreadaptado; de haber hecho un sobreesfuerzo y que ese mismo sofreesfuerzo hizo que cosas que contentan a otros a mí no me despiertan la curiosidad ni me dan alegría para nada; a pesar de que me gustan las cosas simples como caminar y plantar un árbol, también me gusta esa palabra tan desusada llamada arte o creación artística) Dice que soy un pelotudo porque un día no oí que el agua en mi departamento fluía; pero que soy más pelotudo, me dijo ella, por haberlo publicado en mi Facebook y en este Blog (o sea, no quiere que se sepa que tengo estas dificultades; que tengo sordera y eso me afecta; porque escribir eso me hace quedar como un idiota)

Lo mismo ocurre con mi padre que me ha maltratado verbalmente (dice hasta el día de hoy que estoy poseído y me pone estampitas de santos; todo esto empezó cuando empecé decirle que era sordo, digamos, y un poco antes también; cualquier persistencia y expresión de descontento para él parece ser posesión, más cuando uno le falta el respeto que nunca se ganó o que hace mucho tiempo perdió significación para mí, el respeto familiar no significa nada para mí, el cariño, la comprensión, sí) y físicamente (golpes, los aguanté porque siempre fui de poner la otra mejilla, o porque tal vez esté acostumbrado a creer que en el fondo, los merezco; no hay otra manera de entender como he sido tan vulnerable a los demás en mi vida)

Mi hermana afirma que todos se ríen de mí porque puse en Internet que el agua caía en mi casa y yo no la escucho. No coincido con eso. A mí no me causa gracia. Y me molesta muchísimo.

Con el beneplácito de un psicólogo mi familia me ha hecho quitar una entrada de mi novela corta online Kong donde contaba mi historia familiar paterna (mi madre me mandó un mensaje diciendo que me iban a asesinar; que si los habían matado en vez de suicidio a los familiares de mi padre -sigue la mentira- el posible asesino me buscaría para acabar conmigo también; me sorprende que así y todo no me haya vuelto nunca loco, ser demasiado cuerdo es quizá mi falta)

Entonces, mi hermana no entiende mi condición y me critica impunemente de la peor manera posible para mantener un lugar en la familia (una familia que casi no existe ya, somos cuatro) de privilegio.

Me gustaría que los manden a hacer tareas comunitarias en centros de discapacidad para que se empapen de las problemáticas que tenemos, y tuvimos, los que sobrellevamos alguna discapacidad. Hay unos cuantos y cuantas que deberían ir.

No hay manera de explicar el tinnitus a 7000hz o más. No hay manera de explicar que uno empezó la carrera dos cuadras atrás, si la vida fuera una carrera. Todo el trabajo hecho, de entes internacionales incluso, para neutralizar los efectos negativos de una discapacidad cae por el piso en tu familia primero y después a nivel institucional y social. Las dos cosas juntas es demasiado.

Es pedir que una persona aguante más de lo que debería aguantar (y aquí hago un punto y aparte, hablando sobre los derechos de las personas con discapacidad, una feminista me contestó por chat; y bueno salgan a la calle a lucharlos como nosotras; yo no estaba poniendo en tela de juicio los logros de las mujeres, pero le tuve que explicar que los discapacitados a veces no pueden salir a la calle tan fácilmente como otros; yo mismo no puedo estar en una manifestación con bombos, porque el ruido me molestaría tanto que no aguantaría; debería ir con tapones, que tengo, y sin los audífonos porque si los pierdo para ponerme los tapones estoy listo; además hay muchas diferencias entre esas luchas)

Volviendo a mi hermana tanto ella como mi padre tienen esa facilidad psicopática para mentir y decir que han hablado con personas, de manera amenazante, con las que nunca han hablado, para que uno crea que el problema es uno y no ellos. Cuando uno contacta a esas personas descubre que es mentira.

En 2014 tomé las riendas, llamé a mi primera ex novia, con la que salí ocho años y conviví para opine sobre cómo era yo y cómo era mi entorno. Me contó que estaba embarazada de su actual pareja, algo que me alegró, en cierta forma, y lo referente a mí dijo que mi sordera era muy notoria (la conocí cuando yo tenía 23 y nos separamos cuando tenía treinta años) que me cansaba muchísimo de escuchar y ya no lo hacía luego de un rato (en esa época no tenía audífonos pero sí había ya audiometrías desde los dieciocho; por qué no me dieron audífonos, y bueno; no hay que negar el poder de la negación de un entorno y de unos médicos que parecen estar demasiado ocupados con tantos otros pacientes) y me alertó que mi gran problema era mi padre que era muy cabezadura, duro, por decirlo de alguna manera.

Su viveza no la tuvo otra ex novia que creyó más a mi padre que a mí. Tal vez por tener otra sensibilidad (tal vez más aún; yo también fui sensible a mi padre; tal vez por algo fue una de las que más quise) Yo estaba débil y no debí exponerme de lleno a lo que iba a ocurrir una vez que me quedara solo y sin nada (más o menos como ahora, pero como dije en otro posteo, ahora me tengo a mí, en ese momento no estaba yo; me habían destruido totalmente)

Escribo esto porque de cualquier manera me siento en peligro. Hablo con muy poca gente, esto genera que tenga audífonos pero no los esté usando para practicar el escuchar. La soledad no es la mejor amiga del sordo. Un poco es maravillosa y mucho dañina como todo. Pero en este caso, hablar con la gente del supermercado, con el chino, la china, los vendedores, etc., y nunca hablar con nadie de lo que me gusta o muy poco encima, hace que mi rehabilitación auditiva esté detenida.

Mi familia sigue negando mi pasado, negar lo que ha ocurrido. No quiere brindar ayuda de comprensión ni resarcir con actos lo mal que han actuado.

La verdad de mi familia, la que quiere sostener mi hermana y mi padre, quienes me han maltratado y abandonado repetidas veces, incluso en los peores momentos, yéndose de vacaciones meses y dejándome aquí solo, sin nadie, apenas me habían dado audífonos, no tiene ningún resultado más que el de haberme maltratado desde su conducta psicopática sin haber sido nunca puestos en su lugar por nadie (para eso está el INADI pero estoy cansado ya con el otro tema de justicia que estoy luchando)

Que esta carta sirva para ponerlos en su lugar (incluso a cualquiera que se comporte de esta manera)

Debemos ser cada día más explícitos. Nunca comulgué con lo elusivo. Una cosa es ser grotesco y otra ser explícito. Una cosa es la brutalidad escondida y otra la honestidad.

Repito, en casos de discapacidad acreditada de mayor debe hacerse un esfuerzo para citar a la familia y  al círculo afectivo y ponerlos en su lugar. Médicos y terapeutas, especialistas en el tema, o gente sabia, lo que sea. 

Especialmente, cuando a uno mismo se lo hace saber que tuvo mala praxis o descuidado de los médicos anteriores.

Para colmo, ellos, mi familia, están en un entorno, en el que crecí, donde no se comprenden las cosas que me están pasando, bastante carenciado, en Lanús Oeste, con gente con poca o nula educación y un gusto por el oscurantismo y las creencias peligrosas muy marcado.

Mi familia es de ahí, los vecinos cada vez que se acercan a ayudar es para peor (por ejemplo, me mandan una fotografía de San Cayetano, y esas cosas; hasta me trajeron a una persona peligrosa a mi departamento como ya conté)

Mi hermana dice que no puede ayudar.

Esa carta de Change (sobre mi situación con la película y mi falta de inclusión) tuve que escribirla con ella, y estuve un año pidiendo que interceda porque yo veía brutal lo que me estaba haciendo la productora presentante y el INCAA, algo más que cualquier familiar normal sale con tapones de punta para defender (no hace falta que explique como mi familia nunca me ha defendido, lo saben bien varios conocidos, que han visto como me maltrataban en una Obra Social, y que yo se los contara a ellos, a mi familia, sin que la misma reaccione en lo más mínimo; no tienen empatía)

Cuando uno siente electricidad, emoción, porque otra persona le da una palmada en el hombro se da cuenta de qué es la comprensión y a compasión. Y tal vez incluso empiece a ser compasivo con uno mismo. Primera defensa contra la negación y contra la negligencia de los que deberían querer lo mejor para uno.

Todo esto lo único que puede causar es que yo caiga en la tristeza y desesperanza total, que tenga que exponer mi vida porque no soy un monje zen, que tenga que aguantar que los míos, digamos, me estigmaticen como “poseído”, como sigue diciendo mi padre, cualquier tipo de excusa para no hacerse cargo y aceptar que no tuve el tratamiento adecuado, y que la familia ha actuado de manera descuidada conmigo. Podría agregar que ya no puedo ver El exorcista, que es una película que detesto ahora; creo que, moralmente, nunca podría filmar algo así. Es más, El exorcista, me parece una película amoral.

Hablamos de discapacidad, hablamos de sobreadaptación, de invisibilización de una identidad y de un entorno familiar (falso self, dirían algunos psicólogos) totalmente peligroso y preocupante cuando uno no sabe cómo su vida va a seguir cuando tiene demasiadas cosas que resolver.

Siento que cualquier persona como yo debería estar preocupada en sobrellevar su sordera, su discapacidad, e incluso concentrada en otras cosas, pero dejar pasar esto otra vez no me parece una buena decisión. Documentarlo me parece la correcta.

No debería seguir sobre adaptándome toda la vida a los demás, especialmente cuando son gente insensible y peligrosa para la integridad moral de uno. Es muy importante saber quiénes son los otros para que uno pueda cuidarse. No saberlo antes es un acto de irresponsabilidad del que debo hacerme cargo.

La sobreadaptación lleva a la exhaustación, tanto física como mental.

Soy una persona con sordera, no un boludo ni un idiota. Lo siento mucho si los demás o las demás les molesta y les pesa.

He bajado mi propio cuadro de mi casa paterna, he hecho un esfuerzo por ser cada vez más comprensivo, me he enfrentado a mí mismo también, y espero lo mismo, o aunque sea un poco de eso, de los demás.

por Adrián Gastón Fares

Carta sobre la tremenda negligencia con un premio que he ganado.

Como sigo viviendo este agravio institucional y total negligencia de autoridades, quería publicar esto que he adjuntado al expediente de Gualicho para hacerlo publico. A la vez, como si este blog fuera un experimento, y ante el total desconocimiento de la ley de Cine y de los derechos de las personas con discapacidad que estoy padeciendo (que tiene un alcance internacional, según entiendo, adjunto aquí mi Certificado Único de Discapacidad) No puedo tolerar más los maltratos, las incomprensiones y la negligencia absoluta de las personas y las instituciones públicas argentinas. Y me parece un buen ejemplo para la o el que esté viviendo algo parecido, porque cuesta hacer valer estos razonamientos en cualquier país (y más en este) A estas alturas parezco el personaje Herzog, de la novela homónima de Saul Bellow, con estas cartas nefastas. Sepan disculpar, pero es ciertamente necesario.

14 de Agosto de 2019, Ciudad de Buenos Aires, Argentina

Gualicho Ganador Opera Prima Largometraje de Ficción

Expediente 8471/17

Estimados,

INCAA (Instituto de Cine Argentino y Artes Audiovisuales)

Presente

Gerencia Jurídicos y Presidencia INCAA

Dejo constancia, adjuntando mi Certificado de Discapacidad Único (CUD) de que consideramos un agravante que Gualicho, todo mi trabajo como Autor, Director y Guión para Gualicho (incluso el de desarrollador inicial y, por lo tanto, productor también) no llegue a buen fin con el descargo que presenté el 1 de abril de 2019 (Pedido de buen fin, cuanto antes, por mi falta de inclusión)

La manera en que fue tratado este premio Ópera Prima está en contra  de la ley 22.431    de Discapacidad, así como los artículos de la Ley 26.378 de la aplicación de la Convención Internacional de los Derechos de las personas con Discapacidad y su protección, inclusión, no discriminación e inclusión social. Lo que viví hasta el momento, con las dilaciones que el mismo INCAA puso en el camino, es totalmente negligente, por lo que considero las mismas, y a dilación aún corriente, como un grave perjuicio y daño moral y psicológico a través de los derechos nacionales e internacionales que me defienden.

Repito, es un daño y perjuicio tanto moral  como psicológico a mi persona lo que he vivido con INCAA hasta el momento (y las consecuencias que tuvo para mí, un ganador de un premio Opera Prima como Director; fui en que contestó al llamado que ustedes hicieron, por lo que considero como Fraude el accionar de los funcionarios involucrados en el mismo, más la actitud de no lograr un buen fin en trámites en que hemos sido asesorados por los mismos empleados del INCAA desde que salió el premio en 2017; incluso he expuesto a transparencia mi Discapacidad Auditiva solucionada con audífonos y también se la he explicado a la productora presentante, Pamela Livia Delgado, de que era delicado el tema de quitarme un premio y no dejarme crecer ni profesionalmente, laboralmente y creativamente, luego del gran esfuerzo que significó para mí escribir, desarrollar enteramente y trabajar en Gualicho)

Vuelvo a pedir con valor de URGENCIA que cuanto antes pueda seguir con la preproducción y producción de mi proyecto Ganador de Opera Prima Largometraje de Ficción BW INCAA.

Y si no se hará público el accionar, además de iniciar las acciones legales nacionales e internacionales, que se prestan a estos casos de mal asesoramiento, falta de transparencia, falta de decisión moral y ética en una institución pública como la que ustedes presiden.

Pido continuación URGENTE de la preproducción aún iniciada de mi película Gualicho, puesta en valor del premio como Autor, Guionista y Director, y el traspaso, según los ajustes necesarios más la actualización a mi persona, a Leo Rosales o productor responsable para la finalización del largometraje premiado. De otra manera, deberé iniciar las acciones requeridas para denunciar el delito que este expediente testifica.

Saludos cordiales,

Adrián Gastón Fares

Diseñador de Imagen y Sonido (UBA)

Autor, Guionista, Director y productor de Mundo tributo (con Leo Rosales) , Gualicho (Ganador como Guionista y Director Opera Prima Largometraje de Ficción) y Mr. Time

Certificado de Discapacidad Director de Cine Ganador Premio INCAA

CUD Certificado Único de Discapacidad Adrián Gastón Fares

 

Cine. Short Film by Adrian Gaston Fares / Cine Sordo – YouTube

Comparto un cortometraje que realice en 2013, si mal no recuerdo.

Tal vez lo hayan visto.

Varios amigos me dicen que grabe algo al respecto. Incluso que toque el tema de lleno de manera audiovisual o 360 (VR) Sería muy fácil para mí y por eso por ahora no hice una serie o una película sobre el tema.

Hay muchas cosas. Me aburre un poco algo que conozco tanto.

Sin embargo en ese momento sentí la necesidad de abordar mi sordera así. En realidad el principio y el final eran la idea de una película. El intermedio es lo que pude hacer en ese momento de manera independiente.

Puedo decir que a veces cuando no sabía era más fácil también. Cuando no entendía. Cuando pensaba que todos eran así. Cuando los audífonos no amplificaban todo sin discriminar.

También hice elecciones estúpidas. Esas elecciones son un agujero negro. La gente en la que confíe, incluso ayudé. Mi humanidad me engañó.

Ya no seré así.

Nunca olvidaré la prueba de audífonos. Ir a un bar con mis amigos y no animarme a acercarme a nadie.

La vida a veces es horrible. Tan fea que no vale la pena vivirla. Muchas veces pensé, más ahora con los inexplicables traspieses que tuve con mi trabajo audiovisual en este país, en la eutanasia. No creo que deba ser un tema tabú.

Pasa que soy demasiado curioso.

Y la balsa sigue navegando.

Por Adrián Gastón Fares

La historia de mis oídos (poema)

A veces tomo la forma de una bola de cristal

Que refleja el pasado

Como si me agitaran

La nieve empieza a caer.

Lo bueno es que puedo lanzar la bola de cristal

Tan lejos como se me antoje

He creído ser oyente

Uno más de la manada.

Pero no lo era.

Nunca olvido.

Que en el año dos mil doce

Me dieron el certificado

Porque nunca escuche bien.

Seguía tocando el timbre de aquel

edificio, cuando ya me habían abierto la puerta desde arriba.

Entonces, recién en el año dos mil doce, con mis queridos audífonos, esas lombrices tan preciadas, tuve que adaptarme al rugido del mundo.

Me daba vergüenza acercarme a las chicas en un bar.

Me daba vergüenza que descubrieran mis putridos oídos.

Cómo un cadáver vivo que mira sus falanges descarnarse.

Nunca olvidaré, la distancia autoimpuesta de la prueba.

Nunca la palabra prueba significó nada para mí hasta ese día de 2011 o 2012, que más da.

Y la zozobra del ser o ya no ser.

Igual.

Así y todo elegí usarlos.

Era eso o no entender.

El sol se pone, pero el ruido se impone.

Los seres humanos cerramos los ojos, nunca los oídos.

Tan vitales son que permanecen atentos, aún cuando la alarma resuena y los tapamos con las manos.

Mis oídos eran como viejos caracoles que retumbaban con el viento.

Mi alma joven quería escucharlo todo. Incluso lo inexcuchable.

Antes de los audífonos, para la risa ajena; subtítulos, por favor.

Todavía no sé lenguaje de señas, pero conozco las marcas que deja la creciente
sensación de no comprender.

Aunque lo que no se dice a veces lo entiendo bien.

Pagué el precio de la incomprensión y de los que saben pero se hacen que no saben, de los que querían que fuera otro que no podía ser.

He sido abandonado: en los peores momentos.

Empujado al abismo: En los peores momentos.

Es un fundido lento como en las películas.

A otro ser, devenir.

Entusiasmo, renovado.

Tirité descalzo en el vacío.

Y un día apareció la casa, la rosa y, ay, la gran montaña blanca.

Yo que le temía a lo desproporcionado

a las imágenes grandes de animales

a la boca abierta del elefante marino

a la trompa de la orca encostrada en la diapositiva

Descubrí que no somos cámaras si no proyectores que apaga un dios ignoto por las noches.

Miedo hasta a los restos flacos de las ballenas que ya no nadan en los pisos de madera de esas feas instituciones.

Pero las ballenas eran animales,

¿quién era yo?

El que seguía algunas reglas,escritas por seres que tenían un sentido distinto al mío.

He sido ingenuo.

Y tan seguro para afuera como mis orejas me han permitido ser.

Lo sé.

No hay piedad en el mundo,

Ni camino recorrido,

Para la historia de mis oídos.

por Adrián Gastón Fares

22 enero de 2019 (reescrito 10 de Agosto de 2019)

La convicción de la Convención sobre los Derechos de Personas con discapacidad.

En 16 de Marzo de 1981 se promulgó la Ley 22.431 en Argentina. SANCIONA Y PROMULGA CON FUERZA DE LEY un Sistema de Protección Integral de los Discapacitados.

Entre otros puntos asegura la atención médica, la educación, la seguridad social. Así como sanciona franquicias y estímulos que permitan en lo posible neutralizar la desventaja que la discapacidad provoca y les den oportunidad, mediante su esfuerzo, de desempeñar un rol en la comunidad equivalente al de una persona normal.

Estoy parafraseando pero más o menos dice eso.

Para esta ley, un discapacitado, es una persona que padece una alteración funcional permanente o prolongada, física o mental, que en relación a su edad y medio social implique desventajas considerables en su integración familiar, social, educacional o laboral. Afirma servicios de rehabilitación integral, además, así como préstamos y subsidios destinados a facilitar su actividad laboral o intelectual. También propone la orientación o promoción familiar, social y e individual.

En el año 1981 yo era muy chico. No lo recuerdo a ese año. O recordaré un atardecer de ese año pero nunca sabré si ese recuerdo fue de ese año con certeza.

Pero ahora sé que estaban al mando de Argentina los militares y que la ley, aunque duela decirlo, o parezca raro, fue sancionada por Videla y el resto de su equipo.

Hay una historia de un hijo discapacitado del dictador argentino, pero aparentemente no fue bien tratado por nadie, ni por el mismo Videla, como cabría de esperar o no, pero la ley calculo tendrá su antecedente en la ley de Estados Unidos de 1973 (Ley de Rehabilitación de América Caduca) y las repercusiones del Fondo Voluntario de la ONU de los años ochenta.

En fin, una buena ley sancionada por una dictadura nefasta, y creo que la primera de ley de Discapacidad de Latinoamérica.

Ya en 2006, bajo otro gobierno, se aprueba y decreta la ley 26.378, con el Anexo de la Convención Internacional sobre los derechos de las personas con discapacidad. Las Naciones Unidas crean un comité de dieciocho personas de distintas nacionalidades que se ocuparán del tema y de un ente regulador con sede en Suiza.

Aquí es mucho más alegre el asunto.

Por ejemplo, además de proteger la integridad psicológica del discapacitado, de acompañarlo desde el diagnóstico, tiene párrafos de este tenor. No ocultaré que copio los que más me interesan y que me llaman más la atención porque no se cumplen casi nunca.

Por ejemplo:

Promover el reconocimiento de las capacidades, los méritos y las habilidades de las personas con discapacidad y de sus aportaciones en relación con el lugar de trabajo y el mercado laboral;

Promover programas de formación sobre sensibilización que tengan en cuenta a las personas con discapacidad y los derechos de estas personas.

Los Estados Partes adoptarán todas las medidas de carácter legislativo, administrativo, social, educativo y de otra índole que sean pertinentes para proteger a las personas con discapacidad, tanto en el seno del hogar como fuera de él, contra todas las formas de explotación, violencia y abuso, incluidos los aspectos relacionados con el género.

Los Estados Partes tomarán todas las medidas pertinentes para promover la recuperación física, cognitiva y psicológica, la rehabilitación y la reintegración social de las personas con discapacidad que sean víctimas de cualquier forma de explotación, violencia o abuso, incluso mediante la prestación de servicios de protección. Dicha recuperación e integración tendrán lugar en un entorno que sea favorable para la salud, el bienestar, la autoestima, la dignidad y la autonomía de la persona y que tenga en cuenta las necesidades específicas del género y la edad.

Los Estados Partes adoptarán legislación y políticas efectivas, incluidas legislación y políticas centradas en la mujer y en la infancia, para asegurar que los casos de explotación, violencia y abuso contra personas con discapacidad sean detectados, investigados y, en su caso, juzgados.

Alentar las oportunidades de empleo y la promoción profesional de las personas con discapacidad en el mercado laboral, y apoyarlas para la búsqueda, obtención, mantenimiento del empleo y retorno al mismo. Promover oportunidades empresariales, de empleo por cuenta propia, de constitución de cooperativas y de inicio de empresas propias; Los Estados Partes adoptarán las medidas pertinentes para que las personas con discapacidad puedan desarrollar y utilizar su potencial creativo, artístico e intelectual, no sólo en su propio beneficio sino también para el enriquecimiento de la sociedad.

Pero no se puede promover nada si nadie se mueve y en Argentina, metafóricamente, nadie se mueve, las cosas no se mueven. Los expedientes no se mueven. La gente no coopera. Un abogado puede no estar al tanto de esta Convención por ejemplo que tal vez lo más importante que subraya es que una persona con discapacidad puede ejercer libremente su identidad.

Algo tan simple como eso.

Lo demás nos cambiaría la vida a unas cuantas y a unos cuantos y espero que pronto nuestros esfuerzos por adaptarnos a una sociedad las más de las veces hostil e indiferente e incluso enriquecer esa sociedad de alguna manera, como estipula la convención de 2006, incluso con nuestras más raras fantasías, nuestros mundos nuevos, nuestra visión, sea valorado de aquí en más.

por Adrián Gastón Fares

PD: Si no se cumplen estas cosas el comité evaluador de la Convención de los Estados Partes de las Naciones Unidas (donde se puede reportar los deslices en los derechos humanos de los discapacitados) está en Suiza. Y se puede escribir aquí, a la División de Procedimientos Especiales:

Postal address:
Special Procedures Division
c/o OHCHR-UNOG
8-14 Avenue de la Paix
1211 Geneva 10
Switzerland

O incluso mandar un Fax:

Fax : +41 22 917 90 08

PD 2: Anduve actualizando el Acerca de mí

Para el que quiera saber quién escribe:

Adrián Gastón Fares

Escritor, Director de Cine, Guionista, Productor de Cine.

Bio:

Fares, Adrián Gastón (28 de octubre de 1977, Buenos Aires, Argentina) Egresado de la carrera de Diseño de Imagen y Sonido de la Universidad de Buenos Aires. Creció en Lanús Oeste, Buenos Aires, donde escribió su primer novela influenciada por el cine y el terror fantástico: ¡Suerte al zombi!
Luego fue crítico de cine de la pionera revista online Cineismo y fue seleccionado para una Clínica de Obra literaria en la Universidad de Buenos Aires por su novela corta El sabañon. Esta novela inauguró un blog de cuentos, notas y poemas que lleva más de doce años en línea, primero llamado El sabanón y luego adriangastonfares.com
En 2016 fue seleccionado por su guión de película, Las órdenes, para el Laboratorio Internacional de Guión (Labguión, Programa Ibermedia)
Escribió Gualicho (Walichu), que ganó el concurso Internacional de Cine Fantástico Blood Window Película de Ficción INCAA, con un jurado conformado por los directores de los festivales de Sitges, San Sebastián y periodistas de medios como SeriesMania y Variety. Acaba de desarrollar su segundo guión de película de terror fantástico llamada El señor del tiempo (Mr. Time)

También es reconocido por crear y dirigir el cortometraje de terror Motorhome y ser el guionista, productor y director (junto a Leo Rosales) de la película rockumental argentina Mundo tributo. Este film fue programado en festivales de cine de todo el mundo y adquirido y exhibido por Cine.ar, Canal Encuentro, In Edit, Mtv Brasil, entre otros medios.

Por otro lado, Adrián tiene pérdida de audición, sordera de origen congénito. Fue diagnosticada tardíamente y tratada con audífonos recién a sus 34 años de edad; en el año 2012.

Más información sobre su actividad cinematográfica:

http://www.corsofilms.com/press

Publicaciones literarias:

Novelas:
Intransparente (2011)
El nombre del pueblo (2016)

Libro de Cuentos:
Los tendederos (2019)

Guiones de largometraje:

Mr. Time (nuevo)

Gualicho (premiado)

Las órdenes (premiado)

Embrión (título tentativo)

La venta (título tentativo)

Ojalá (título tentativo)

 

Toma de conciencia y sensibilización.

Este texto lo escribí y publiqué ayer en mi Facebook para que comprendan la situación INCAA + premio Gualicho los del medio y quiénes me estaban preguntando. Quería dejar en claro el por qué veo como agravante en mi caso la negligencia de la institución en el trato al premio a mi proyecto como Director del largometraje ganador. Es lo que sigue.

Creo necesario explicar a través de esta vía (toma de conciencia y sensibilización; una tarea que creo que debo proseguir)
1) Nunca dije que el INCAA me discriminó por sordo. Nunca dije que el INCAA es antisordo. Tampoco puedo decir que es pro sordo, ciertamente.
2) Soy discapacitado (aclaro porque la gente se piensa que porque hablas no sos discapacitado; a ver; necesito ayuda para escuchar algunos mensajes en el teléfono, necesito ayuda para escuchar, a veces tecnológica, otra humana, lo que ya haga con esa ayuda, es otro asunto que tiene que ver con la adaptación o sobreadaptación) Para ser que hay una concepción que para ser discapacitado o diferente tenés que estar en una pecera. No es así. Mala concepción de un pensamiento y un encuadre identitario, que como tantos otros, se fue desarrollando a través del tiempo. Antes, en general, los discapacitados terminaban muy mal. Incluso a veces en la cultura son mal vistos. Más todavía con lo que es una discapacidad invisible (sordera, etc.) Hay que leer un poco de la vida de la gente solamente para darse cuenta. Yo tengo pérdida de moderada a severa de la audición y tinnitus catastrófico (se llama así; horrible nombre pero justo) Eso es una discapacidad invisible.
3) Hace dos años que el INCAA tiene a mi proyecto Gualicho atrapado. No puedo realizar la película sin el dinero de la institución que me hizo trabajar para ella porque no tengo dinero. Gané un premio de Opera Prima de Ficción como director, autor, guionista. Incluso soy, obviamente, productor porque todo eso lo hice sin ningún aporte de nadie; lo desarrollé yo. Hace cinco meses que no se atreven a sacar un dictamen a favor de mi pedido. Los otros dictámenes, cuyas acciones para llegar a ellos fueron sugeridas por el mismo INCAA, llevaron el mismo tiempo y fueron desfavorables. Lo que debería ser simple, que un dinero vaya a realizar una película, parece ser imposible. No me interesan otras opiniones porque yo creo en mi película tanto culturalmente como comercialmente. Y porque respondí yo a un concurso de llamado a Directores.
4) Al encajonar y no actuar administrativamente bien, tanto el INCAA, como el menosprecio a mi trabajo de la productora presentante (que encima se adjudica en el expediente ella mi trabajo; que presentó con copias; para justificar los gastos de la primera cuota; que no ha caído en mí ni en Leo Rosales, si no a su entorno o la gente que ella aceptó que debíamos poner en la película) Por lo tanto, en una acción que yo consideró responsable al INCAA por no responder acatándose al artículo 30 de la ley de Fomento de buen y pronto fin de un proyecto, la institución tiró por el piso mis esfuerzos académicos, mi trabajo y mi inclusión digna.
5) Esto produce un estrés extra a un discapacitado, que puede desembocar en un estrés postraumático y depresión (creo en la tristeza no en al depresión). Va contra la convención de los derechos de las personas con discapacidad que dice que nunca hay que discapacitar más (sumar otras discapacidades) a un discapacitado. Es punible.
6) Tanto la falta de inclusión adecuada como discapacitar más a una personas están contempladas en la Convención Internacional de las personas con discapacidad.
7) Expliqué a todos los gerentes del INCAA y a la productora presentante (incluso quitándome mis audífonos) que hacerme esto a mí era injusto. Que necesitaba buen fin a mi proyecto por lo delicado de mi situación.
8) No les importó. Ni a la productora presentante (que me llevó a su abogado poderoso Francisco Zavalía para ejercer poder coercitivo) Ni al INCAA que cuando escribí al Ministerio de Cultura contestó con una reunión que también fue coercitiva. Todo esto, más luchar por algo que salta a la vista por su injusticia y mal accionar por empleados de una entidad autárquica (el INCAA es público) me parecen nefastos.
9) Creo firmemente en el valor cultural, en la diversidad de contenidos y en el valor comercial también de mi película (y de los otros guiones que desarrollé) Para poder seguir adelante, necesito filmar Gualicho.
10) Les pido a los que no entienden la situación que lean más sobre discapacidad, identidad, inclusión, la convención de los derechos de las personas con discapacidad. Y también la ley de Fomento al Cine Argentina. Tuve que convertirme medio en mi abogado últimamente, algo que nunca hubiera pensado que ocurriría. Vengo luchando una inclusión digna y un apoyo cultural desde antes del premio, mandando cartas de pedidos de ayuda cuando trabajaba en una Obra Social, pidiendo trabajo en el CONADIS, en el COPIDIS, que no pudieron nunca resolver nada correctamente. Esta lucha no empieza con un premio sufrido hasta ahora, viene de antes. El premio sufrido no hizo más que confirmarme ciertos asuntos que vengo sintiendo, expresando en cartas y pensando hace tiempo, más desde que mi discapacidad tuvo que ser certificada para conseguir, tardíamente, audífonos (otra lucha de años para conseguirlo con las instituciones argentinas)
11) Tener que hacer esto público es otra prueba de la discapacitación que un estado con instituciones y personas que no escucha ni quieren leer puede generar. Por lo tanto, veo como agravante en mi caso lo que me está ocurriendo con INCAA, Gualicho y la productora presentante; que no haya resolución, que no esté trabajando en una película premiada que todavía tiene en marcha su preproducción.

por Adrián Gastón Fares, 18 de julio de 2019.
Productor, director, Autor de Mundo tributo, Las órdenes, Mr. Time, Gualicho. Escritor, cuentista, novelista.

PD: Adjunto la carta documento de contestación a la nuestra de la productora presentante de mi película, que está en el expediente INCAA de la misma. (MIS RELACIONES CON EL INCAA, DICE; nefasto)

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Gualicho no se puede filmar aún porque el Instituto de Cine no quiere ejecutar el dinero del premio.

Si tienen un momento, les pido que firmen está petición para que entre tanta burocracia, política e injusticia cuanto antes el INCAA enmiende la negligencia que cometió con Gualicho y yo pueda estar trabajando en ella nuevamente cuanto antes. Es necesario para mi inclusión y mi futuro.

Aquí van las palabras de Leo y más abajo el link para que firmen y compartan la petición de Change.org

Antes que nada quiero aclarar que Pamela Livia Delgado, la productora protegida por algunos empleados importantes del INCAA, le contestó una carta documento a Leo Rosales, diciendo esto:

NO SE METAN CON MIS ASUNTOS CON EL INCAA

Creo que eso lo dice todo.

Gracias, Adrián Gastón Fares

Palabras de Leo Rosales (Mundo tributo y productor ejecutivo de Gualicho)

Hola, ¿Cómo andan?

Hace tiempo no aparezco por aquí, pero es necesario que comparta lo que está pasando ya que muchos no saben todo lo que venimos padeciendo con «Gualicho», el Proyecto Ganador del Concurso Opera Prima Blood Window del INCAA.

Queremos que el INCAA funcione para lo que tiene que funcionar, fomentar cine de calidad que nos represente a los argentinos, tanto aquí como en el mundo.

Queremos igualdad de oportunidades.

Queremos terminar con la mafia de Productores oportunistas que se cuelgan de la teta del INCAA y que a quienes NO les importa nada el cine. Que intenten hacer una película SIN UN PESO a ver qué hacen!!

Queremos transparencia. Basta de amiguismo y ROSCA .

Exigimos que se haga Justicia y liberen nuestro PROYECTO GANADOR de su burocracia. Respetando la ley de Fomento. No sean cobardes y hagan cumplir la ley.

Basta de malos tratos, desigualdad y abuso de poder.

Aquí debajo, en palabras de Adrián Gastón Fares, su guionista y director:

Lucas Lehtinen, Gerente de Jurídicos del INCAA, sigue protegiendo a la productora presentante, Pamela Livia Delgado, a Viviana Dirolli (ex Gerenta de Fomento y ahora ascendida a Gerencia de Internacionales, involucrada anteriormente con Cepa Cine; fíjense qué películas argentinas estuvieron en Cannes este año…) y saltándose la LEY DE FOMENTO por encima, junto con la cúpula del INCAA, Ralph Haeik, que nunca nos quiso atender y siempre contestó de mala manera, causándome la más terrible exclusión que viví en mi vida por un PREMIO, sin poder trabajar en mi película, haciéndome perder años de trabajo (a mí y a Leo Rosales, productor) y prácticamente desconociendo la ley de cine, no aplicándola (es algo que pasa en INCAA: sé más yo de la ley de cine que los empleados, algo increíble) y cagándose en todo, para resumir, impunemente. Acá no hablo de un partido político, sino de varios inoperantes actuando en conjunto, maltratadores, maleducados, irresponsables (dijeron que me querían cagar a trompadas). Por favor, ayuden a que se haga justicia. Mi lucha no es solo para mí, también fue para todos los directores, guionistas, autores, que no existen ante INCAA y que pueden ser tratados de la misma manera que yo fui tratado (con los agravantes de mi caso, que expliqué y no les interesó escuchar) #incaa #cineargentino #discapacidad #hipoacusia #inclusion #premio #directordecine #autor #guionista

Aquí una petición de change.org para que cambiemos está situación de manera urgente.

http://chng.it/GrXc4CLV

La seguimos…

Leo Rosales (productor ejecutivo Gualicho)

Mis audífonos nuevos

Mi historia

Nací en una clínica del barrio porteño de Once. Al otro día, mis progenitores me llevaron a Lanús, Villa Caraza, donde viví hasta los veinticuatro años.

Nací mal. Debí nacer el 20 de octubre de 1977, pero por un retraso sin solucionar en el embarazo, salí al mundo con parto asistido por forceps el 28 de octubre (del mismo año, por suerte)

En la ficha de mi nacimiento dice: Depresión Neonatal.

Esto quiere decir que nací con un problema congénito. La hipoacusia (sordera) congénita significa que fueron por causas no hereditarias si no por problemas en el momento de nacer. Eso es lo que tengo ahora y lo que siempre tuve: Hipoacusia (sordera) congénita bilateral. Así, por lo menos la llaman los médicos. Pero el camino a obtener un cuidado y un certificado de discapacidad fue largo: recién a los 36 años pude poner en orden ese aspecto médico. Costó bastante.

En el nacimiento tuve asfixia, condición que se llama hipoxia isquémica perinatal. La neonatóloga le dijo a mi madre que podía ser que su hijo, o sea yo, escribiera por debajo del reglón en el colegio. Eso no pasó, pero sí tuve una de las consecuencias de ese tipo de nacimiento que es: alteraciones auditivas (sordera, se mueren las células ciliadas del oído por lo que se sabe hasta ahora, o por lo que sé y me dijeron)

Nunca escribí por debajo del renglón y, cómo verán, la escritura siempre fue uno de mis fuertes.

Siempre escuché mal y me apoyé en gestos, el pizarrón, otros de al lado, lo que fuera, para estar a la par de los demás.

Nací mal, sin llorar. No sé cuántos segundos fueron.

De chico, recuerdo imágenes de los dibujos de la televisión, pero cuando me junto con amigos de mi edad, ellos pueden recordar nombres de los personajes y otros detalles auditivos que yo no recuerdo ni nunca supe. De hecho, mi programa favorito era La Pantera Rosa. Desde chico que me fascinan las imágenes.

Ya en el colegio secundario, bromeaban de que yo era como Forrest Gump (Run Fares, Run; me decían, no los juzgo, me causa gracia) y compañeros de otros cursos me preguntaban por qué me acercaba tanto para hablar y giraba mi cabeza en un ángulo de 45 grados. Solía evitar el recreo, la reverberación de ese techo de chapa hacía que escuchara peor a los demás.

Igual, nunca entendí bien lo que decían los demás. Un cincuenta por ciento llegaba a mis oídos. Y ese cincuenta por ciento o menos, es lo que me permitió ser hipoacúsico poslocutivo. Nunca escuché bien mi voz. Siempre fue como estar en una caja (como pueden ver en los videos de El hombre lámpara que hice en YouTube; soy yo con una lámpara en la cabeza; así era yo)

Y las condiciones de adaptación se complican mientras crecés. Esto es CLAVE (tenganlo en cuentan los que estudias estas cosas; creo que ya lo saben por lo que aprendí)

Así y todo nunca me llevé una materia, fui abanderado, esas cosas que no sirven para nada ni tampoco deberían porqué servir. Estudié inglés. Sé leer muy bien y escribir bastante bien en inglés. Pronunciar se me complica un poco (menos ahora gracias a los audífonos), como saben mis amigos. Ahora, a los 41 años, con audífonos adecuados por primera vez, me las arregló bastante bien. Pero llevó más años y pesares de los que debería haber llevado. Es como nacer de nuevo, o algo así.

Los médicos de Lanús, Caraza, les decían a mis progenitores que a su hijo «le faltaba calle», por ejemplo. Aunque de chico tenía mi grupo y jugaba en la calle. No sé a qué tipo de calle se referían. Tenía ocho años o menos. La responsabilidad es de los supuestos «profesionales» no de mi familia. Esas cosas son nefastas.

Nunca me hicieron un potencial evocado antes de los 19 años. Ni seguimiento por cómo nací. Si me agarraba un berrinche o algo, mis progenitores pensaban que estaba poseído o que era caprichoso. Aunque siempre me porté muy bien en todos lados y nunca tuve problemas de conducta.

A los dieciocho años (19 según dice en las audiometrías), comencé a hacerme logoaudiometrías y estudios audiológicos porque algo andaba mal. Potencial evocado también. Para los suspicaces (que siempre hay) el potencial evocado no depende de responder a nada; te ponen unos electrodos en la cabeza y el cerebro responde a los estímulos auditivos mientras no hacés nada. La cara de la médica y los resultados dieron por sentado lo que ya estaba claro. En una logoaudiometría, en vez de coser, dije coger (de agarrar para mí; no lo decía como lo decimos los argentinos) La fonoaudióloga salió a entregarme el estudio riéndose. He contado alguna vez riéndome esto.

Me egresé, terminé en cuatro años la carrera de Diseño de Imagen y Sonido, en la Universidad de Buenos Aires, así que en los 21 años ya estaba egresado; quería filmar. Para eso entré ahí. Quería hacer películas. En la facultad seguía viendo que todos entendían a Los Simpson y yo no, que no entendí la mayor parte de las conversaciones grupales. Terminé la facultad extenuado, muy flaco; lo recuerdo.

En ese tiempo trabajé de meritorio en una productora y luego en otra, un trabajo extenuante en el que a veces no dormía (no había horarios, ni paga correcta, nos explotaban) Ahí, a los 25 empecé a escuchar el tinnitus (zumbidos), así que definitivamente fui a pedir alguna solución a mi problema. Me dieron un audífono por primera vez en mi vida, que no servía para perdida (era un médico de tinnitus, no de sordera, así y todo dejó asentado la hipoxia perinatal) Luego, un compañero de universidad me hizo notar cómo me cambiaba la cara cuando usaba el audífono.

Trabajé en una película como compositor de efectos visuales y luego dejé todo para filmar lo mío, me puse a hacer Mundo tributo, un documental que siguen emitiendo en televisión. Lo dirigí, hice el diseño de producción y me encargué de la cámara en muchas escenas.

De ahí en más, mi vida fue una lucha constante para seguir filmando y hacer que los demás, no yo, entendieran lo que me pasaba con la audición.

A los treinta años estaba distribuyendo Mundo tributo, terminé un noviazgo de ocho años, una buena relación. Dejé entrar a otras personas en mi vida.

Una de esas personas una vez vio por su cuenta Mundo tributo. Vio que yo no podía seguir filmando por falta de medios. Se puso a llorar. Me afectó eso. Me dijo que me iba a ayudar. Me puse a trabajar en la ficción que tenía lista desde antes de Mundo tributo, una por la que luego gané un premio, y en el interín, me dieron el certificado de discapacidad (CUD), por hipoacusia bilateral de moderada a severa, dos audífonos, y me empecé a adaptar a eso, mientras era feliz porque estaba con alguien que quería y apreciaba y estaba trabajando en lo único que me hace feliz. Pero esa persona me terminó diciendo que filmara casamientos, algo que para mí (sin tener en cuenta otros detalles de mi condición, digamos) es como decirme que escale el Everest para encontrar el Santo Grial en la cima.

En ese tiempo, fui a pasar la junta para el certificado de discapacidad auditiva a las cinco de la mañana, solo, recuerdo que leyendo un libro de William Burroughs. Volví y tuve ganas de llorar. Luego seguí con esa relación amorosa y aprendiendo sobre cine, filmando como podía, y superé de alguna manera ese momento clave en mi vida.

Agradezco igual que esa persona me haya acompañado en ese momento, tal vez la vida hubiera sido más horrible si no.

Por primera vez, estaba con dos audífonos y certificaban, digamos, mi problema auditivo. El certificado sirve para obtener los audífonos (que salen como 200 mil pesos hoy en día). Para no mucho más.

Pero hubo un problema grave. Los que me dieron certificado de discapacidad y audífonos no citaron a mi familia para hablar de lo que yo iba a vivir. No citaron a mis seres queridos tampoco. Seguí solo, con una novia joven que me ayudaba como podía.

En 2014, perdí todo eso. Novia, Trabajo e Identidad (¿No entendían que era sordo? ¿Era sordo? ¿Recién me habían dado audífonos y discapacidad auditiva como todos sabían pero eso no significaba nada?)

Mis progenitores, no asesorados, negaban mi problema auditivo (duelo, negación, es de manual), mi ex novia de ese entonces no entendió lo que eso me hacía.

Quedé solo. Pero esta vez era estar solo sin mí.

Tuve que salir a descubrir y a luchar todo de nuevo. Mi sordera casi se convierte en un en Meniere (no tenía Meniere, algo que sugirió un homeópata -ocupación peligrosa si las hay- no tenía autismo, a los profesionales les causó muchísima gracia lo que ocurrió; en mi búsqueda un profesional descuidado me mandó a ver The Big One Theory, porque pensaba que yo era como Sheldon; no quiero ridiculizar más a alguien que piensa que ceguera y autismo o sordera y autismo son compatibles; tengos mis pensamientos sobre algo que he investigado hasta el fondo, acompañado con gente que sabe más que yo del tema; es sólo un ejemplo de confundir una identidad con otra, una patología con otra por simplemente no saber bien o por una conveniencia económica)

Sigamos. Me fui  a trabajar de cadete a una Obra Social, porque mi familia decía que yo no trabajaba (para ellos el cine no es trabajo, es una ilusión; para ellos todo lo que trabajé en cine y audiovisuales no era trabajo) Fui a trabajar con la esperanza de recuperar a una mujer. Algunos me decían: Los pelos de una concha tiran más que una yunta de bueyes.

Yo digo que lo que tira más que una concha y una yunta de bueyes es la identidad. Y pensar.

Estuve encerrado en una habitación oscura, sin nadie, en un trabajo donde luego llevaba empanadas, levantaba bidones de agua, llevaba cochecitos de bebé al correo, hacía trámites, y era maltratado por no escuchar la chicharra de que te están abriendo la puerta (y tocar timbre otra vez para que te abran; aunque uno lo expliqué cincuenta veces; no entienden: no pueden o no quieren entender)

Casi termino mal.

Terminar mal es relativo, pero cada uno sabe lo que significa terminar mal en algún momento de la vida.

Llegaba llorando a mi casa, caminaba el largo pasillo hasta la puerta de mi casa, mi apartamento, y luego me tiraba al piso a enrollarme como un feto. Nunca lloré tanto en mi vida.

Estaba triste. Pero mientras trabajaba en la Obra Social, me llegó una carta terrible de esa ex novia que obviaba totalmente el momento que yo estaba pasando y me trataba como un desconocido (cuando esa persona se fue riendo de mi vida) Y lo peor es que estigmatizaba mi manera de actuar y ser como un problema ajeno al auditivo. Eso me destruyó totalmente.

Pero es pedir demasiado a gente que no estudió el tema. No es su responsabilidad pero sí del contexto. De los que saben o deberían saber.

Perdido, terminé en un Hospital de Día (entrás a las dos de la tarde salías a las seis), para dejar ese trabajo al que había ido con esperanzas de que el futuro cambiara. Fumaba cigarrillos toda la mañana, luego entraba a ese lugar. No hablaba. Mis compañeros podían reír. Eran muy graciosos. Los recuerdo con mucho cariño. Pero lo negro nunca fue tan negro. Un mes y bastó para que pidiera volver al lugar oscuro y sin baño. Tenía que salir de ahí.

Un psiquiatra dijo depresión. Pero uno a veces tiene que estar triste porque pasan cosas. Tres duelos juntos es demasiado. No creo en la depresión porque hay una dicha que nunca me deja.

Hay que pasar por eso. Y a veces hay que llorar, no importa cuanto tiempo.

Así que por favor, nunca acerquen a un sordo o hipoacúsico que no sepa del tema a un psiquiatra (ni psicólogo que no esté preparado) porque es como darle un mexicano a Trump o llevarle un judío a Hitler para ver qué opina.

Un ejemplo es que mi escritura, mi manera de textear, en vez de hablar, pasaba a ser una patología, me medicaron, me hicieron perder tiempo (no todos los terapetuas son malos, algunos ayudaron con su paciencia e inteligencia; aprecio la piedad) Pero no deja de ser peligroso.

Pasó mucho tiempo para que yo torciera todo eso. Y todavía no sé cómo lo hice. Creo que con voluntad. Pero entendí muchas más cosas en el camino.

Siempre creí en la ciencia, me molestan las otras creencias, me molesta lo irracional. En ese interín, gente que quiero, para solucionar con la magia lo triste que yo estaba, me trajeron a una especie de manosanta a mi casa.

Evité una violación. Ese es el peligro de creer en estupideces en las que yo nunca creí (y las que toda la vida me molestaron profundamente y me llevaron a tener diferencias con otras personas)

Mientras tanto, una de las mejores fonoaudiólogas de acá, a la que dí en mi búsqueda, me dijo que los audífonos de 2014 estaban mal calibrados, mal adaptados y que todo era un ruido insoportable para mí; no sólo no podía escuchar bien si no que todo era más ruidoso e inentendible.

Me reguló los audífonos y cambió las puntas (ese día que volví y vi la televisión y entendí por primara vez sin subtítulos lo que decían) y pidió nuevos audífonos porque la potencia de los que tenía ya no alcanzaba.

Con certificado de discapacidad los pedí a la Obra Social y llevó cinco años que me lo otorgaran. Tuve que pedir amparo porque no había manera de obtenerlos. Recién me los dieron cuando una otorrina certificó que si no tenían que pagar implantes cocleares.

Perdí más tiempo yendo de un lado a otro, sin que me dieran audífonos hasta que el amparo surtió efecto.

Desde el año pasado (2018) que tengo audífonos nuevos con moldes personalizados a mis oídos.

Mis audífonos nuevos

Mis audífonos nuevos

No sirve de nada porque más o menos desde que me los dieron la productora de mi película decidió no hacerla (a la que el INCAA le dio todo el poder), me dejó sin trabajo, sin película, sin carrera, sin paga, en la calle prácticamente. No los uso para trabajar porque no me dejan filmar; el INCAA utilizó el dinero de mi premio en otra cosa, parece ser.

Trato de escuchar música con auriculares, algo que nunca hice en mi vida, para tolerar el tinnitus, especialmente cuando estoy solo y me sacó los dos audífonos.

No tengo inclusión. Con inclusión me refiero a poder trabajar en lo que tanto esfuerzo puse en mi vida y lo que me sacrifiqué y demostré que sé hacer. Los otros caminos llevan siempre a la brutalidad. Quiero estar con la gente que elegí estar.

Por no tener dinero, tuve que dejar ir otra relación (otra persona que se alejó porque me dijo que yo «no daba resultados») Es fácil dejar ir a personas así. Pasa, igual, la sociedad es así; la vida social no es simple. Y del aire no se puede vivir. La gente pide cosas, y yo también.

No quiero ocultar estas cosas, porque lo que me pasó a mí, puede pasarle a otros y a otras.

Cada uno sabe lo que se merece y lo que no, y es nuestra responsabilidad luchar por eso.

Tal vez, sin darme cuenta, lo que estoy dejando ir ahora, es a este país. O a una manera de pensar y de actuar que debe, sí o sí, cambiar.

En este siglo XXI, ya no hay verdades parciales. Hay gente que actúa bien y gente que actúa mal. Hemos recorrido un largo camino para que estas injusticias e inconsistencias no vuelvan a repetirse.

por Adrián Gastón Fares, 2 de junio de 2019

 

 

 

 

 

 

 

La vida sin Mi

Cosas que nos pasan a l@s sord@s tinnutosos cuando nos sacamos los superpotentes audífonos. Me levanté de la cama para ir al baño y encontré el lavabo repleto de agua. Caía en el piso de cerámica y había llegado a la madera. Desastre, si no se me ocurría ir al baño se inundaba el edificio. O por lo menos los pisos que quedan hasta la puerta de calle. Casi termino en el baño como el monstruo de La forma del agua, pero solo (ahora entiendo mejor esa película) Por razones de este mundo desagradable, estoy muy cansado y mi mente agotada de luchar contra los desplantes de las instituciones y las personas de este país (entiendan vivo aquí en este país ) y me puse a limpiar como pude, sin fuerzas esta noche y sin ganas. El tinnitus constante desgasta. Ser sordo en un mundo oyente es un esfuerzo extra. Nadie entiende nada de eso; es bastante horrible la indiferencia. Duele verla de cerca. No sé cómo explicarlo. Otro gran problema que enfrentamos l@s discapacitad@s invisibles es la lacerante creencia en cosas raras que tiene la gente: por ejemplo; conozco gente que diría: hay algo raro en tu baño, por eso fluye la energía del agua. Respuesta: no! Soy sordo y no escucho el agua si no tengo los audífonos colocados. Es increíble pero todo continúa como en la Edad Media. Por eso la identidad es la falta de comprensión, de amor y a veces de futuro. Eso es identidad. Así se forma. Como cierta cosa dura y oscura que crea un personaje de Mr. Time. Conclusión: sin audífonos no escucho un pomo. Tanto que se me olvida cerrar la canilla porque el agua si no la veo: no existe. (Esto ya lo sé desde hace muchos años, pero es mi deber dejar constancia de esto) Conclusión 2: esto podría pasarle a cualquier otro pelotudo, incluso oyente. Pero el oyente tendría que ser más pelotudo que yo para que le ocurra. Mucho más. Síntesis: No escucho. Necesito un perro que me avise cuando pasan estas cosas (pero me gustan más los felinos, que no avisan; en un departamento de dos ambientes un perro es una incongruencia) En fin, cerraré la llave de paso del agua todas las noches (lo que puede llegar a estropearla) Ahora mi gata me lame, razón: adivina la tristeza que es bastante inevitable (el agua que derrama el vaso) salvo que yo asimile estas cosas como pequeñas aventuras (pero soy realista; en la selva no sobreviviría una noche por más optimismo que le ponga al asunto) Pero no es tan malo no sobrevivir como tener que adaptarse encima de no escuchar y al tinnitus a otra cosa: a la costumbre de pasarla mal que propone esta débil sociedad.

PD: al otro día por no oír el silbido de la pava se me quemó el café.

Adrián Gastón Fares

Simplemente

Hoy simplemente quería dejar en claro que los sordos e hipoacusicos, como es mi caso (hace una semana me aseguraron que soy candidato a implante coclear; aunque espero poder usar los audifonos por mucho tiempo más; me cambiaron la vida) somos habitualmente maltratados por los demás, a veces los que más cerca están, los que deberían haber entendido, sin ningún tipo de herramienta consensual para prevenir o enmendar estos hechos. La sociedad no tiene reglas claras al respecto y no hay una politica de inclusión ni de construcción de una sensibilidad con respecto a las discapacidades y mucho menos con la sordera y la hipoacusia (discapacidad invisible)

Por lo tanto, me consta que tantos mujeres como hombres con diversos grados de pérdida de audicion sufren día a día por la falta de sensibilidad sobre el problema

Hemos visto marchas de todo tipo, incluso otras identidades han podido expresarse, pero el discapacitado tiene muchas cosas de las que preocuparse y la misma discapacidad genera que luchar por sus derechos sea dificil cuando no imposible.

Con una sociedad como la actual que es capaz de movilizarse por cualquier nimiedad pero que olvida, maltrata, abusa y destruye a los mas débiles no hay mucho que hacer.

La indiferencia mata.

Ser hipócrita mata.

La ignorancia mata.

El resentimiento mata.

La falta de sensibilidad mata.

Vivimos en el peor de los mundos posibles gracias a personas que pueden destruir con el maltrato verbal a otro ser humano y luego creerse a la vez abanderados de las mejores causas.

Hace rato que vengo pidiendo más concientizacion sobre los diferentes tipos de discapacidades.

La única manera de construir un mundo mejor es saber que una persona no es un medio sino un fin.

Mas derechos para los discapacitados. Mas conciencia sobre como son tratados.

Mas responsabilidad social.

Basta del maltrato a las personas que deben esforzarse por comunicarse.

Pensar cuesta leer.

Pensar cuesta pensar.

Nada más.

Adrian Gaston Fares