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Intransparente. Segunda Parte. Capítulo 3.

3.

A mí lo que me había dejado en claro todo esto, el descubrimiento de Elortis, que para él había sido facilitado por su propia ex novia desde que le había revelado lo de las contraseñas intercambiables, fue que yo estaba celosa de Miranda; por algo había seguido apegado, no era tan así como me decía a mí que no le gustaba y no la quería. Todo este tiempo él había estado buscando una razón para acercarse a ella con una pasión renovada. ¿Qué hubiera sido de mí si me hubiera jugado por él? ¿no sería ahora una Miranda con otro secreto que esconder? La culpa era de él, decía, por haber aceptado el inmoral juego del noviazgo. Empecé a no contestarle cuando me saludaba, a hacerme la linda, como él decía. Como no le gustaba insistir con las mujeres, tampoco me saludaba. Estábamos ahí, conectados, cada uno en su mundo, a veces hasta altas horas, y yo a veces le mandaba algunos mensajes subliminales en los subnicks, pedacitos de canciones con letras esperanzadoras, de reencuentro y vuelta a los orígenes.

Cuando por fin, después de varias semanas, retomamos la charla, fue porque me dieron ganas de contarle que finalmente había vuelto a aparecer mi ex, era verdad que se había peleado con la chica que salía y necesitaba hablar con una buena persona, según me dijo, para convencerme de que volviera a hablar con él. Elortis, que cuando lo conocí había llorado al saber que había quedado sola, se puso furioso. Dijo que no me convenía volver a tener contacto con alguien que se había alejado de mí antes, dar pasos atrás era un error grave cuyas consecuencias se descubrían sólo con el tiempo, las cosas terminaban por algo, y un largo etcétera de cuidados que quería que yo tuviera para no caer otra vez en las garras de Santi. Más que nada no le parecía bien, ahora que él había dejado de tener contacto con Miranda, que yo hablara en el mensajero con mi ex, creía que tenía que cortar cualquier lazo porque no existía la amistad entre el hombre y la mujer; ese cuento a él no se lo vendían más.

En fin, dejé de hablarle por otro tiempo, esta vez más largo. Cuando volvimos a hablarnos, Elortis me salió con otra de las historias de la enanita. Al sur otra vez, entonces, a la casucha en esa especie de conventillo donde él tomaba mates con la viejita encorvada.

Todo porque me aclaró que estaba dispuesto a convertirse en monje, quería alejarse de la sociedad para desintoxicarse de su influencia negativa.

Pensaba, como el escritor Maugham dijo, que las malas experiencias empeoran, envilecen a las personas al contrario de lo que se dice. Listo, Elortis, si vos lo decís por algo será. Dijo que iba a hacer la gran Pancho Sierra, que después de un traspié sentimental se retiró al campo a reflexionar sobre la vida y terminó siendo un sanador, un santo informal entre tantos otros santos informales. A Pancho Sierra se lo había presentado la enanita y el personaje le caía particularmente simpático.

Cerca del barrio de la enanita había una casa de dos plantas. Ahí vivía un médico y su familia. El médico había heredado de su padre alemán un Stradivarius auténtico, que guardaba en una vitrina del salón de esa casa, a la que sólo había entrado una amiga de la enanita porque salía con el hijo, un descarriado que jugaba en Independiente —en ese tiempo los futbolistas jugaban por amor al arte, así que este tipo era un mantenido. Uno de los hermanos era médico como el padre y el otro se había metido en la política, lo que en esa época, como en ésta —eso sí que no cambió—  quería decir que tenía conexiones mafiosas, así que siempre estaba bien ubicado por una serie de devolución de lealtades. Pero el futbolista embarazó a la amiga de la enanita, su percanta, a la que sólo hacía entrar a su casa cuando se iban todos, y no le quedaba otra que juntar plata para pagar un aborto. Tiempo atrás el abuelo del futbolista había muerto y en el testamento decía que el violín le correspondería al nieto que demostrara ser el mejor en lo suyo. Al médico todavía no lo convencía ninguno de sus hijos, como para cumplir el deseo de su padre. El que había seguido sus pasos en la medicina parecía ser el adecuado, era el mejor de la clase, aunque el político había hecho conocer el nombre de la familia y traía masitas, bombones, vinos y otras exquisiteces en la cenas familiares que lo hacían merecedor del violín; el futbolista quedaba último en la lista, se la pasaba en las esquinas con los amigos, le silbaba a las chicas cuando pasaban, y varias noches volvía borracho de las farras que tenía con los muchachos del club. Pero era el que más lo necesitaba para venderlo y pagar la operación, así que empezó a buscar el medio de hacerse con el violín.

La amiga de la enanita conocía a un tipo que vivía en una piecita arriba de una tintorería que decía ser espiritista. Lo fueron a ver y el hombre, un tipo de  una copiosa barba blanca que parecía más de utilería que real, decía la enanita porque ella también lo había visto varias veces caminar con la mirada ausente por las calles, le preguntó a la chica —porque el hijo del futbolista no quería saber nada con que lo vieran entrar ahí— cuál era el problema, y la chica le mostró la panza en crecimiento. El manosanta, que se llamaba Ponchilo Barracas, le preguntó a la amiga de la enanita si no le permitía realizar el procedimiento habitual. Le pidió que se pusiera de pie, y él se arrodilló e inclinó la cabeza hasta la altura del ombligo de la chica. Se quedó mirando fijo un rato sin parpadear. Había visto cuatro ojos, lo que significaba que iba a tener mellizos. La amiga de la enanita casi se desmaya, y pasó a contarle el plan para el que lo necesitaban.

El hijo del futbolista le diría a su padre que se había hecho amigo de un espiritista que podía comunicarse con los muertos y arreglaría una reunión en la que Ponchilo Barracas entraría en contacto con el alma de su abuelo para que dirimiera la cuestión del violín. Ponchilo cerró el trato al escuchar que le darían un porcentaje de la venta del preciado instrumento. El futbolista se las arregló para que toda la familia estuviera presente el día de la sesión de espiritismo, y ubicó un velador en el medio de la mesa grande del salón. Una vela iluminaba la cara de Ponchilo Barracas, que les contó a las demás siluetas oscuras cómo había empezado su camino espiritual.

Mientras caminaba por la avenida Mitre una tarde, se cruzó con un hombre de larga barba blanca y pelo largo que iba con la cabeza gacha. En aquel momento, no le dio mucha importancia al encuentro, aunque quedó impresionado por la altura y la palidez del hombre. Lo vio varias veces, siempre con la cabeza baja, concentrado en el piso. Volvió a cruzarlo, esta vez él iba acompañado de una dama, a la que se lo señaló para que conociera al extraño personaje que encontraba habitualmente en sus caminatas. Resultó que la chica no veía a ninguna persona en el lugar señalado, y en ese mismo momento el hombre de barba blanca levantó la mirada del piso y la clavó en Ponchilo. En cuanto lo perdieron de vista, la chica le pidió que le describiera al personaje que había visto. Cuando Ponchilo, que en ese momento se llamaba Ernesto, terminó la descripción, la chica ahogó un gritito con las manos, y le dijo que ese no era otro que el mismísimo Pancho Sierra.

La chica le aseguró que si lo veía era porque le quería transferir su misión. A partir de ese día, Ernesto dejó de ver a la chica, se recluyó en su piecita de arriba de la tintorería, donde mantuvo un fluido diálogo con diversos personajes y alimañas que se le presentaron, a lo san Atanasio y, poco a poco, empezó a ejercer su tarea de interpretar almas en tránsito, ya sean terrenales o etéreas. Al rato los tenía a todos agarrados de la manos, y cuando lo poseyó el abuelo del futbolista, fue para dejar en claro que el violín era propiedad del nieto que había aportado a que el club de sus amores creciera, el que hacía posible que les descargaran cada tanto carretillas de bosta en la cancha del club contrario. El violín fue entregado al futbolista esa misma noche y la enanita nunca supo con certeza si serían o no mellizos los que iba a tener su amiga en aquel momento, aunque dio la casualidad que muchos años después la chica cumplió la profecía de Ponchilo.

El espiritista intervenía en otra historia relacionada con la familia del alemán. Tiempo después del episodio del violín varias empleadas de la fábrica de fósforos donde trabajaba la enanita fueron atacadas con el mismo patrón de conducta  (mi amigo se preguntaba si ese trabajo insalubre no sería la causa de la parálisis de medio cuerpo de la enanita; ya Marx comparaba los horrores de la industria fosforera con la descripción de Dante del infierno). Además de aguantar el trabajo arduo controlado por un capataz español severo y el frío que calaba en los huesos en las instalaciones, empezó a correr el rumor entre las fosforeras de que a la salida del trabajo algunas chicas habían sido violentadas por una silueta negra, un homínido oscuro, que descendía de los árboles. El hombre, que llevaba la cabeza encapuchada, al principio se aprovechaba de ellas, pero después empezó a quitarles sus pertenencias y a robarles el insignificante pero valioso sueldo. Ahí fue que la historia empezó a difundirse.

Como los policías no lograban dar con el delincuente, y en la fábrica se decía que era una presencia sobrenatural, un sátiro que vivía en los árboles, algunas empleadas, entre las que estaban la enanita, juntaron unos pesos y se presentaron en la habitación de arriba de la tintorería para que Ponchilo Barracas pusiera fin al asunto de una vez por todas.

El espiritista esta vez pidió observar unos minutos a una de las chicas que había sido atacada por la fuerza de los árboles, como se refirió al maleante, aunque les aseguró a todas que era una persona común y corriente. Repitió la operación de mirar fijamente el ombligo de su cliente, pero esta vez subido a una mesa. Las chicas se reían de Ponchilo, agazapado como un animal sobre la mesita que usaba para atender a las personas y tomar mate. Después se paró en el medio de la habitación, cerró los ojos, y esta vez le pidió a la fosforera, que todavía tenía desabotonada la camisa y el ombligo al aire, que se acercara para soplarle en la cara. Luego garabateó unas palabras en un papel y les pidió a las chicas que lo entregaran en la comisaría cuanto antes.

Al anochecer dos policías veían salir de la casa de dos plantas a uno de los hijos del médico, el estudiante de medicina, y lo seguían de lejos. En cuanto lo vieron encarar una calle arbolada se detuvieron; mientras el estudiante aceleraba el paso, venía una chica alta y muy abrigada. En ese momento los policías se quedaron boquiabiertos, porque en un segundo de descuido perdieron al estudiante de vista y la calle apareció desierta, solamente la chica abrigada de paso torpe la atravesaba lentamente.

A mitad de cuadra la fuerza de los árboles cayó sobre la chica e intentó maniatarla. Cosa imposible porque en realidad la chica era un macizo policía disfrazado de fosforera que hizo volar al estudiante contra el tronco del árbol, donde le sacó la capucha frente a los dos policías de refuerzo. Luego corrió el rumor de que robaba los sueldos, que guardaba en una caja de cobre que no tocaba en la casa, para desviar las sospechas; quién podría pensar que el hijo del acaudalado médico necesitaba el dinero. El policía tenía experiencia en disfrazarse de mujer porque antes de ser policía lo hacía para los carnavales, hasta algunos decían que lo siguió haciendo, que era una especie de infiltrado en el corso. Era amigo de Carlitos, un travesti de la comparsa de Avellaneda, un tipo flaco y sin dientes que aparecería muerto tiempo después. En cuanto al hijo del médico, a la semana quedó libre; el hermano que se dedicaba a la política apretó con la ayuda de sus amigos mafiosos al comisario. Ponchilo no había tenido en cuenta las consecuencias de su intervención y tuvo que irse a vivir a Córdoba por un tiempo. Cuando volvió a su habitación de arriba de la tintorería tenía una barba que no parecía falsa para nada.

A mi amigo le hubiera gustado saber más de Ponchilo Barracas, pero la enanita sólo le había revelado esas dos historias. Menos mal, Elortis: ya me voy a dormir.

Augustiniano todavía no quería saber nada con Elortis, aunque yo notaba que en el fondo lo apreciaba; decía que Los árboles transparentes era un libro inclasificable. En la agencia de publicidad donde trabajaba no lo había comprado nadie y eso aumentaba su valor, no era un best-seller de esos que leía en los tiempos libres la diseñadora gráfica. Sin embargo, para él no era más que un abusador de chicas jóvenes, dispuesto a abalanzarse sobre mí en cuando pudiera. Que recordara que me había invitado a su departamento y que sólo se había rectificado en cuanto vio que yo no tomaba en serio su invitación. También creía que Elortis exageraba la historia de su padre para tener conversación.

En mi nuevo trabajo salíamos a comer puntualmente a las dos y media. A Elortis nunca lo veía conectado antes de las doce. Se ve que trasnochaba. Yo me seguía preguntando qué se quedaba haciendo por las noches, tal vez se había conseguido una reemplazante que le prestara atención. Por una charla anterior, supe que antes de conocerme había mantenido una amistad virtual con una metalera que le hizo conocer las variantes de la música que escuchaba, me las enumeró de memoria: heavy metal, trash metal, death metal, doom metal, black metal, folk metal, gothic metal, progressive metal, glam metal y hasta metal vikingo. Elortis escuchaba a volumen bajo estos pedacitos de canciones que la chica le mandaba por el mensajero, temiendo que sus vecinos pensaran que estaba poseído por el demonio. Por suerte, decía, el folk metal y el metal vikingo eran variantes bastantes alegres. También, la joven le hizo conocer algunas bandas argentinas que se dedicaban al metal; por ejemplo, la chacarera metal.

por Adrián Gastón Fares

 

Mundo tributo (Remastered)

Ya que estamos con tantos documentales musicales y que tantas veces nos pidieron ver Mundo tributo online. Aquí la tienen, resubida y con subtítulos en inglés.

Es una copia de exhibición.

Mundo tributo viajó mucho más que yo. Fue vista en numerosos festivales y canales de varios países, incluido el mío.

Si tienen ganas de ver cómo puede ser entretenido un documental sobre bandas tributo e interesarse por la tarea de los músicos, disfraces, máscaras, esfuerzos vocales y dopplegangers varios, abran la puerta de este mundo aquí debajo.

Saludos

Adrián Gastón Fares
Director Mundo tributo, Motorhome, Entre nosotros, y la venidera Gualicho.

Entrevista sobre la creación de un documental: Mundo tributo.

Una entrevista que me hizo la crítica de cine Blanca López sobre Mundo tributo, el documental sobre música, independiente, que recorrió tantos caminos. Actualmente se emite en Cine.ar y está disponible en Filmin.

Génesis del documental: ¿por qué lo hice?

Después de trabajar en productoras de cine, y en películas como La Antena, tenía ganas de hacer algo por mi cuenta. Conocí a Leo Rosales en una posproductora y siempre decíamos de hacer radio, crear una página web para expresarnos o filmar algo.

Me llevaron a ver al Doctor Queen en el teatro Roma de Avellaneda (si mal no recuerdo). Me asombró la reacción de la gente. Al otro día llegué al pequeño edificio en Nuñez donde se posproducía La Antena, una de las pocas películas de ciencia ficción argentinas, en la que trabajaba como compositor digital de efectos especiales, y dije que había visto algo que era digno de filmar. Más adelante, le comenté a Leo Rosales que quería hacer una película de ficción sobre un cantante de una banda tributo a Queen. Con Leo convenimos en que nuestras posibilidades de realización estaban más cerca del documental en ese momento que de la ficción. Vimos que había un documental ahí y decidimos viajar a Mar del Plata para filmar al Freddie Mercury de Jorge Busetto y estructurar mejor la línea dramática-narrativa de Mundo tributo. Nunca me voy a olvidar del día que encontramos el final adecuado. Y con Leo Rosales hasta pensamos e hicimos el afiche original.

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¿Qué me llamó la atención del tema?

No podíamos creer que hubiera tantas bandas tributo. Para nosotros, que nos gustaba la música, era muy raro, ya que después de trabajar en mi casa (hicimos la posproducción del documental Cartoneros, de Ernesto Livon-Grosman) agarrábamos una guitarra y tocábamos. Pero hacíamos temas nuestros, que nos salían o que habíamos zapeado de adolescentes. Qué músicos con talento se dedicaran a armar tributos nos preocupaba. Así que decidimos sondear el tema, investigar, y con un diseño de producción que armábamos día a día, de pronto estábamos metido en la movida del tributo. Entonces sí: ¿Por qué hay tantas bandas tributo? ¿Por qué no tocan sus temas? ¿Por qué se disfrazan como ellos? Creo que los temas que me gusta tocar, no importa el género, son la identidad (leo mucha ciencia y la aplico en lo que hago inconscientemente a veces) y también la familia.

En un documental de creación como Mundo tributo rozamos los dos. También vi F for Fake, de Orson Welles, y eso fue una referencia. Al igual que This is Spinal Tap. Desde hace 2000 mil años que nos venimos preguntando si en el arte es más importante la mímesis que la diégesis. Aristóteles decía que el arte imita la vida y Platón que el arte debía apuntar a Lo Ideal, porque si no estaríamos haciendo una copia de una copia.

¿Las bandas tributo copian o recrean a su manera el material que les gusta? Como dice Martín Aragón en el documental, y esto me parece clave: Si los Beatles hubieran participado en nuestro concurso (el de la Semana Beatle del Cavern Club Argentina) no hubieran ganado. Los Beatles eran desprolijos en vivo, las bandas tributo que concursan aquí son mejores.

¿Por qué un documental?

Te repito la idea era hacer una ficción. Pero nos dimos cuenta que era más viable hacer un documental y que así íbamos a descubrir cosas en vez de presuponer. La idea también era filmar grupos en vivo, no importaba cuáles, estar cerca de la música. En ese tiempo íbamos a una sala de ensayo de una banda real, Cielo Final, de Mataderos y filmábamos lo que ellos hacían y algunos de sus recitales, hasta uno con el cantante de La Renga. Leo Rosales los había descubierto y me arrastró a sus ensayos. Así que veíamos las dos puntas, la de las bandas tributo y las de las bandas con repertorio propio que tenían un público chico que los seguía. El mundo tributo tiene más glamour, el otro es más trash. También en los músicos que tocan lo suyo hay más asuntos ligados al ego.

¿Cuánto tiempo nos llevó? ¿Cómo la financiaron?

Lo hicimos más o menos en un año. La filmación fue rápida, fines del 2006 y verano de 2007. Una de las tantas vacaciones que sacrifiqué por hacer lo que me gusta. Entre septiembre de 2006 y fin de ese año salíamos varias veces a la semana a filmar. Después nos sacamos un boleto en tren, el más barato que conseguimos, para Mar del Plata, y en Enero de 2007  filmamos a Busetto (Doctor Queen) Fue seguirlo a todos lados. Ya teníamos la estructura de la película más clara. Pero después estuvimos meses editando. Recuerdo que la mandamos al BAFICI del 2007, un armado sin terminar, ya que nuestro desconocimiento de los festivales era muy obvio, y claro, no quedó. Estuvimos días sin dormir para llegar a esa meta. Pero todo lo que avanzamos en edición nos sirvió para tenerla lista para mitad del 2007, ya con la música de Kabusacki, y ahí dijimos, la mostramos nosotros, busquemos un lugar para exhibirla para amigos, participantes y gente de prensa a los que alcanzamos con un lista que nos había pasado una chica. Así que mandábamos cartas a todos lados con una postal con la bota de Mundo tributo y la fecha del estreno en el Cavern Club, lugar donde fueron generosos y nos dieron, alquilando un proyector, una hora y media para pasar la película.

Lo financiamos cien por ciento nosotros. Eran otros tiempos y llegamos a quedarnos sin espacio físico en la computadora así que estuvimos parados hasta poder comprar un disco rígido externo. Recién salía el HD. Las computadoras comunes que teníamos apenas podían con el material así que editarlo fue todo un logro. Invertí la poca plata que gané posproduciendo Cartoneros para comprar una mejor placa de video. Leo pude comprar el disco rígido. Hubo dos camarógrafos amigos que nos ayudaron a hacer de tercera cámara en los recitales más grandes (Gran Rex, etc.) Mi abuela me había dado plata para comprarme una cámara, sin esa cámara creo que no hubiéramos hecho Mundo tributo. Era una Sony HC1 y tenía un audio excelente, una cámara muy versátil. Todo lo de Busetto lo filmamos solamente Leo y yo en Mar del Plata, él con su cámara y yo con la HC1. Descubrí que podía ser un buen camarógrafo y Leo también. A Leo lo bancó la esposa en ese tiempo. No teníamos ingresos y apenas vivíamos con los trabajitos temporales que sacábamos.  Leo la tenía clara con la edición de sonido, de hecho es un gran editor de imagen y de sonido también ahora, hizo un trabajo buenísimo con el audio que teníamos. Yo había practicado Corrección de Color para Cartoneros y con ese conocimiento hice toda la corrección de la película. Mundo tributo llevó tiempo y muchísimo trabajo, tanto de filmación, físico y mental, como de posproducción, pero no gastamos en ella, aunque para nosotros sí eran gastos. Por eso recomiendo a todos los realizadores independientes que hagan bastante ejercicio físico.

¿Cuáles son los incentivos o los problemas de estrenar un documental en Argentina? ¿Y cuál es el recorrido que hace?

Al estreno en el Cavern Club vinieron amigos y no sabíamos que otras personas, porque habíamos mandado cartas a varios lugares. A la semana nos escribe Alejandro Seselovsky de la Rolling Stone diciendo que había disfrutado el documental y que escribiría sobre el mismo. En la página de estrenos la película sale junto a El libro negro y XXY, de Puenzo, los tres estrenos rescatados ese mes.  Obvio que Mundo tributo no tenía fecha de estreno ni nada. Así que fue una locura de él hacer esa nota y ponerla ahí. Creo que así es la prensa cuando es independiente. Cayeron de muchos lugares a hacernos notas y nos pidieron la película para proyectarla en un ciclo de la revista Haciendo Cine, luego quedó seleccionada en el MARFICI y volvimos a viajar a Mar del  Plata, esta vez con todo pago, para el estreno oficial, digamos, en festivales. Al año próximo, nos dirigimos al BAFICI, escribimos una carta que decía que habíamos terminado la película, que nos perdonen por mandar algo sin terminar el año anterior y por favor la tuvieran en cuenta, y quedó seleccionada en el BAFICI 2008. Funciones llenas. Una lástima que la del Centro Cultural Rojas se cortó la luz antes de la mitad de la película.

De ahí, se nos acercaron para saber de nuestros proyectos gente de Costa Films y nos llamó una mujer de Francia para programarla en la Cinemateca de la Ciudad Universitaria Argentina en París. Seguimos mandando la película a festivales, y estuvo en muchísimos, por nombrar algunos, FICCO DF, BOSTON LATINO, FESTIVAL INTERNACIONAL DE LA HABANA, IN EDIT SANTIAGO / IN EDIT RIO DE JANEIRO Y SAN PABLO, FESTIVAL INTERNACIONAL DE ROSARIO, CINE TONALÁ BOGOTA, y ahora estará se verá, por excepción única del director del festival, en la India, en Competencia Internacional. En Brasil, se interesó MTV, que en ese entonces era del grupo Abril, y programaron la película por única vez en un ciclo de los mejores documentales musicales. Claro que gratis, no nos pagaron ni un centavo. En Córdoba nos la pidieron de un Cineclub y así… También estuvo en Espacios INCAA, lo que siempre nos pareció un chiste porque no recibimos apoyo del Instituto de Cine en nada. La última proyección fue en el marco del IV Laboratorio Internacional de Guión en Colombia, en el hotel colonial Mariscal Robledo, Antioquia, un lugar mágico y una proyección mágica, con 24 guionistas becados de toda Iberoamérica. Era la primera vez que yo salía de Argentina (aparte de Uruguay, claro) Mundo tributo les encantó.

Así que el incentivo es poder hacer lo que uno quiere sin tantas vueltas. ¿Querés hacer una película? Bueno, la hacés, día a día. Trabajas, creas, la grabas, la vas editando. Es único. Hoy en día, por los altos costos, para realizadores como nosotros para todo parece que tenés que aplicar a fondos, a concursos, etc. Eso hace que estés varios años incubando un proyecto y te aleja del cine en sí. El cine es hacer y es un arte, también es una industria, y está muy bien que así sea y genere trabajo y los técnicos y artistas mejoren, pero el cine como industria te paraliza. Después, cuando te va bien, la gente se acerca, quieren saber si tenés contactos, cómo hiciste para llegar acá y allá. Al principio pensás que es para ayudarte a hacer otra película, pero no es así, lo que les interesa es saber si vos tenés contactos. Y nosotros no teníamos ni un contacto ni nada, toda la distribución fue un enorme esfuerzo y trabajo que sigue hasta hoy en día.

La contra es que nadie te va a llamar para hacer otro documental o película porque vos hayas hecho uno que claramente se destacó. La vas a tener que remar otra vez. Por mi experiencia hasta ahora, nadie pone un peso para hacer una película si no es a través de los subsidios del INCAA.

Lo ideal sería que haya una política al respecto y se fijen las películas que llaman la atención y les den oportunidades a los creadores y directores de las mismas, pero eso no pasa.

De cualquier manera, el INCAA está controlado por los productores, tristemente, al día de la fecha es una verdulería de los productores poderosos (que supuestamente hacen cine independiente). El INCAA debería apoyar a los directores y a los escritores, no sólo a los productores. Es un grave error suponer que existe una industria donde no la hay; por eso el cine argentino se estancó totalmente desde hace años. Los cineastas hoy en día implícitamente son a la vez productores (empezamos a escribir el guión sin dinero, sin encargo, como en mi caso con Gualicho) y yo creo que lo comercial está incorporado ya en la mirada de cualquiera que haga cine, porque el género ha ganado terreno en la mente de los escritores y directores (esa intención del creador, no implica que exista una industria donde no la hay, por lo tanto apoyar al productor solamente es un grave pero grave error, una estafa al creador, que también desde el inicio es claramente un productor)

Otra cosa es que cuando sos joven y recibís atención por lo que hacés, y no tenés un entorno que canalice esa atención, uno puede creer que pueda hacer cosas que no puede hacer, y te das contra la pared intentando hacer una ficción, por ejemplo. Entonces sí no hay una  estructura que sostenga al cineasta independiente después de haber hecho la primera película, invirtiendo tiempo, que es plata; así el cine independiente no funciona. Es triste, pero es una realidad, por lo menos en nuestro país. Si vos hacés una película con nada, es para demostrar lo que hacés y poder hacer otra película en mejores condiciones, y no tener que estar dependiendo de tu abuela, por ejemplo. No va a vivir para siempre.

Otro tema es la prensa. En general, los críticos de cine no publican notas de películas independientes y el cine parece ser una cuestión de clase social, es algo bastante horrible, pero es así. Si una institución presiona y ubica a sus directores, los críticos publicaran cosas sobre esos directores. Si no, es una cuestión ética de ellos evaluar si la película vale la pena o no.

Así que si lo hiciste a pulmón, como se dice, no vas a tener un estreno comercial, en general…, y la clara ventaja es que una película que no se estrena, que no tiene carteles en la calle ni publicidad en los diarios, que no tiene una institución que te apoya (porque nosotros estudiamos Diseño de Imagen y Sonido y esa carrera de la Universidad de Buenos Aires no hace nada por sus estudiantes una vez egresados) y si su tema es siempre actual, tenés una audiencia potencial que no la conoce, que no la pudo ver, y la película se va convirtiendo en una de culto.

Aún así, el cine lleva tiempo, las cosas maduran en uno, las historias se desarrollan, uno gana experiencia y hoy en día tenemos muchos proyectos, a los que le tenemos muchísima fe, que, de alguna manera u otra, vamos a realizar.

Entrevista a Adrián Gastón Fares por Blanca López.

Más información sobre mis proyectos cinematográficos:

http://www.corsofilms.com/press