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Audio Los tendederos, cuento de terror.

Los tendederos, por Adrián Gastón Fares.

Los tendederos, cuento, audio para escucharlo.

Las luces de la casa se apagaron. Los cortinados se corrieron. La señora se vistió de negro. Maca, la señorita, también. Los rayos de sol a veces nos recordaban que había vida afuera y delataban el polvo que yo no podía sacar de la casa, ese polvo que entraba por más que lo barriera una y mil veces, como si proviniera de los huesos triturados de nuestros soldados o de la tierra removida por las bombas. El polvo que se posaba con insistencia en los muebles y que anticipaba el regaño de la señora. Con Maca a mis espaldas, llamándome por un nombre inventado, María, porque el mío Alejandrina nunca me agradó, yo movía las cortinas, tapaba toda la luz, para que la casa quedara en la penumbra que el señor ya nunca vería.

Cubrí mi cabello con un pañuelo oscuro de tela barata. La señora con un sombrero adornado con una pluma negra.  Ella tenía el cabello hermoso, pero desde que había comenzado la guerra no pudo mantener su estilo de vida. Tal vez ése sea el verdadero motivo de la ropa negra, la razón del duelo. Las cosas que se pierden pero que se podrían volver a conseguir, no como la muerte que es irreversible sino como la buena vida, son las que más duelen. Lo sé porque yo conocí a un muchacho que pudo haberme hecho madre, pero desapareció mucho antes que el señor.

La señora no podía comprar la indumentaria que vio en el catálogo de la tienda de luto. Lo arrojó a un costado para que yo lo desechara. Para el velatorio le teñí las manos con cera negra para zapatos. Todavía no se le fueron las manchas.

Estuve un día limpiando el armario del señor. Trajes, camisas con mangas y cuellos amarillentos. La señora ordenó lavar algunos para donarlos. El señor tenía su armario cerrado bajo llave y no permitía que lo abriera. Dejaba las ropas que necesitaban lavarse sobre su cama. Pero yo sabía dónde escondía la llave así que le pedí permiso a la señora para abrirlo.

Encontré la indumentaria habitual del señor, pero también vestidos. Sabía que el señor había tenido otra hija de un matrimonio anterior, pero no me imaginaba lo hermosa que había sido. En el fondo del armario, tras la ropa, encontré un dibujo a mano alzada de la señorita. Tal vez sea injusto decirlo pero era más hermosa que Maca. O como una Maca adolescente, embellecida, en la flor de la edad. En el dibujo no hay signos de la pulmonía que se la llevaría.

La señora no se sorprendió cuando le dije que había ropa de una mujer. Ordenó que la donara a la dueña del orfanato de niñas de enfrente.  Así lo hice. Quería deshacerme primero de los vestidos del armario, así que dejé el lavado de la ropa del señor para después. La patrona del orfanato la recibió con un susurro de agradecimiento.

Al otro día, colgué la ropa lavada del señor. Maca me miraba con esas avellanas negras que tiene de ojos. No entiende qué le pasó a su padre. Quería saber si el viaje duraría más que los otros. Le contesté que sería el más largo de todos. Después encontró un pájaro muerto y me lo trajo como si fuera un perro. Me clavó la mirada. Fue a enterrarlo.

Anocheció y bajé por la ropa, con los truenos en los oídos y ese olor a tierra mojada que traía el viento. El aire corría rápido. Las copas de los árboles se bamboleaban. Las ropas se mecían. El saco del señor mucho. Demasiado.

Entreví que en el orfanato la empleada había lavado los vestidos donados. Estaban colgados en el tendedero y me llamaba la atención el rosado, tal vez porque todo lo demás era gris. Además era el más lindo. Resonó un trueno.

Me metí en la triple fila de cuerdas del tendedero de la casa de la señora. Entonces noté un cambio llamativo.

El saco del señor se había movido dos metros del lugar donde lo había colgado. Como si se hubiera deslizado por la cuerda. Me pareció raro pero no imposible. Tenía que acomodarme el pañuelo a cada rato porque el viento se lo quería llevar. En la vereda de enfrente los vestidos, algunos pertenecientes a las niñas del orfanato, se balanceaban, ladeaban y contorneaban, como si recordaran las fiestas de antes.

Di vuelta la cabeza y algo oscuro, como un abejorro grande, me sobrepasó.

El saco del señor ya no estaba dónde lo había colgado, ni en la misma cuerda. Se había pasado de la primera a la tercera cuerda del tendedero. Me acerqué para ponerle otro broche pensando que había sido el viento.

El saco voló otra vez, me tuve que correr, y volvió donde lo había colgado. La segunda cuerda está un poco más alta así que tampoco era imposible… Pero los vestidos del tendedero de enfrente se bamboleaban con un frenesí que no parecía ser consecuencia del viento que soplaba cada vez más fuerte.

Entonces el saco del señor volvió a volar. Se poso en la segunda cuerda, luego pasó a la tercera y desde ahí, como impulsado por el estallido de otro trueno, cruzó la calle. Quedó colgando en la primera cuerda del tendedero del orfanato, cerca de los vestidos de las niñas.

El tendedero de enfrente tiene dos cuerdas. Vi como el vestido rosado se desprendía y volaba de una cuerda a la otra, como el del señor, aproximándose a la cercana a la calle. Luego volvió a su lugar en la hilera primera y el saco del señor voló hasta ubicarse a su lado.

De repente, el vestido flotó otra vez hacia la cuerda primera como tratando de escaparse del saco del señor. Una ráfaga de viento llevó el saco del señor hasta que se posicionó al lado del vestido. Los otros vestidos donados volaron de cuerda en cuerda, como si el tendedero fuera un gallinero alborotado por un gallo en celo. Confundidos, volvieron a alinearse al lado del saco del señor. Pero se deslizaban hacia los palos donde estaban atadas las cuerdas, como si el terreno se hubiera inclinado para un lado y luego para el otro. El vestido rosado seguía al lado del saco del señor.

Creo que imaginé que las mangas del saco se estiraban para tocarlo. Algo me acarició el brazo. Me di vuelta.

A mi lado, la mejor corbata del señor era tirada de la punta por la mano del viento, por lo menos eso supuse. Tensa. Como si la tela envolviera un alambre que la convertía en una flecha pronta a lanzarse.

La corbata salió disparada justo que una motocicleta pasaba por la calle. Habrá quedado prendida de la cara del motociclista porque el vehículo derrapó y quedó tirado en el suelo. Por instinto, me di vuelta.

Vi a Maca observando todo desde la ventana de su dormitorio en el primer piso de la casa. La cortina de su habitación también se movía, como si el viento se hubiera metido. Ella la sujetaba fuerte, me pareció que si no la cortina estaría volando por la habitación o se hubiera cerrado sola para impedir que la niña mirara.

El motociclista llevaba a una mujer detrás que había salido despedida por el impacto contra el suelo. Me acerqué a los cuerpos tendidos. Tenía que avisar a la señora para que llamara a la ambulancia.

Observé los ojos clavados en el cielo de las víctimas. Comenzó a llover. Algo, un pensamiento intruso, me llevó hasta el orfanato, hasta las cuerdas del tendedero.

Acaricié una de las mangas del saco del señor, ahora quieto, como si la lluvia hubiese amainado el viento o el ímpetu que hacía volar a ese pedazo de tela vieja.

Maca seguía mirando con una mano aferrada a la cortina. Parecía más alta, casi una joven. Era como si sus facciones se hubieran vuelto más angulosas. Me recordaban a las de la señorita del cuadro.

Algunas de las niñas del orfanato también lo habían visto todo desde sus ventanas. Como si el ejército estuviera pasando por la puerta.

Volví a acercarme a los cuerpos sin vida. Entonces, el saco del señor me rozó la espalda y cruzó la calle para volver a la primera cuerda, la cercana a la casa de la señora, donde yo lo había colgado. Enfrente, los vestidos donados al orfanato también se apaciguaron y retornaron a sus lugares.

Todo quedó listo, alineado, sólo me quedaba avisar a la señora para que llamara a la ambulancia y vinieran a recoger los cuerpos. La lluvia lavaba la sangre. Los párpados de la mujer pestañearon. Me clavó la mirada por un segundo.

Me recordó a otras, a la de Maca, a la del cuadro, a la del señor, pero entonces las chicas del orfanato gritaron al unísono, ya estaban trastornadas, ver todo ese vuelo de ropa y el accidente las había alterado, y el ojo de la mujer volvió a quedar fijo en el cielo, duro y opaco como las rocas que suelo encontrar en la playa.

Son las que puse en los bolsillos del saco del señor para mantenerlo quieto.

Jamás encontré la corbata del señor. El saco cuelga ahora, junto a su sombrero, en el armario cerrado con llave y con un candado que yo agregué.

De vez en cuando veo a una de las niñas del orfanato, tal vez la mayor, pasearse con el vestido rosado. Mira hacia nuestra casa.

Pensará que nos debe algo.

por Adrián Gastón Fares.

Los tendederos. #relatoscortos Las luces de la casa se apagaron. Los cortinados se corrieron. La señora se vistió de negro. Maca, la señorita, también. Los rayos de sol a veces nos recordaban que había vida afuera y delataban el polvo que yo no podía sacar de la casa, ese polvo que entraba por más que lo barriera una y mil veces, como si proviniera de los huesos triturados de nuestros soldados o de la tierra removida por las bombas. El polvo que se posaba con insistencia en los muebles y que anticipaba el regaño de la señora. Con Maca a mis espaldas, llamándome por un nombre inventado, María, porque el mío Alejandrina nunca me agradó, yo movía las cortinas, tapaba toda la luz, para que la casa quedara en la penumbra que el señor ya nunca vería.
Cubrí mi cabello con un pañuelo oscuro de tela barata. La señora con un sombrero adornado con una pluma negra. Ella tenía el cabello hermoso, pero desde que había comenzado la guerra no pudo mantener su estilo de vida. Tal vez ése sea el verdadero motivo de la ropa negra, la razón del duelo. Las cosas que se pierden pero que se podrían volver a conseguir, no como la muerte que es irreversible sino como la buena vida, son las que más duelen. Lo sé porque yo conocí a un muchacho que pudo haberme hecho madre, pero desapareció mucho antes que el señor.
La señora no podía comprar la indumentaria que vio en el catálogo de la tienda de luto. Lo arrojó a un costado para que yo lo desechara. Para el velatorio le teñí las manos con cera negra para zapatos. Todavía no se le fueron las manchas.
Estuve un día limpiando el armario del señor. Trajes, camisas con mangas y cuellos amarillentos. La señora ordenó lavar algunos para donarlos. El señor tenía su armario cerrado bajo llave y no permitía que lo abriera. Dejaba las ropas que necesitaban lavarse sobre su cama. Pero yo sabía dónde escondía la llave así que le pedí permiso a la señora para abrirlo.
Encontré la indumentaria habitual del señor, pero también vestidos. Sabía que el señor había tenido otra hija de un matrimonio anterior, pero no me imaginaba lo hermosa que había sido. En el fondo del armario, tras la ropa, encontré un dibujo a mano alzada de la señorita. Tal vez sea injusto decirlo pero era más hermosa que Maca. O como una Maca adolescente, embellecida, en la flor de la edad. En el dibujo no hay signos de la pulmonía que se la llevaría.
La señora no se sorprendió cuando le dije que había ropa de una mujer. Ordenó que la donara a la dueña del orfanato de niñas de enfrente. Así lo hice. Quería deshacerme primero de los vestidos del armario, así que dejé el lavado de la ropa del señor para después. La patrona del orfanato la recibió con un susurro de agradecimiento.
Al otro día, colgué la ropa lavada del señor. Maca me miraba con esas avellanas negras que tiene de ojos. No entiende qué le pasó a su padre. Quería saber si el viaje duraría más que los otros. Le contesté que sería el más largo de todos. Después encontró un pájaro muerto y me lo trajo como si fuera un perro. Me clavó la mirada. Fue a enterrarlo.
Anocheció y bajé por la ropa, con los truenos en los oídos y ese olor a tierra mojada que traía el viento. El aire corría rápido. Las copas de los árboles se bamboleaban. Las ropas se mecían. El saco del señor mucho. Demasiado.
Entreví que en el orfanato la empleada había lavado los vestidos donados. Estaban colgados en el tendedero y me llamaba la atención el rosado, tal vez porque todo lo demás era gris. Además era el más lindo. Resonó un trueno.
Me metí en la triple fila de cuerdas del tendedero de la casa de la señora. Entonces noté un cambio llamativo.
El saco del señor se había movido dos metros del lugar donde lo había colgado. Como si se hubiera deslizado por la cuerda. Me pareció raro pero no imposible. Tenía que acomodarme el pañuelo a cada rato porque el viento se lo quería llevar. En la vereda de enfrente los vestidos, algunos pertenecientes a las niñas del orfanato, se balanceaban, ladeaban y contorneaban, como si recordaran las fiestas de antes.
Di vuelta la cabeza y algo oscuro, como un abejorro grande, me sobrepasó.
El saco del señor ya no estaba dónde lo había colgado, ni en la misma cuerda. Se había pasado de la primera a la tercera cuerda del tendedero. Me acerqué para ponerle otro broche pensando que había sido el viento.
El saco voló otra vez, me tuve que correr, y volvió donde lo había colgado. La segunda cuerda está un poco más alta así que tampoco era imposible… Pero los vestidos del tendedero de enfrente se bamboleaban con un frenesí que no parecía ser consecuencia del viento que soplaba cada vez más fuerte.
Entonces el saco del señor volvió a volar. Se poso en la segunda cuerda, luego pasó a la tercera y desde ahí, como impulsado por el estallido de otro trueno, cruzó la calle. Quedó colgando en la primera cuerda del tendedero del orfanato, cerca de los vestidos de las niñas.
El tendedero de enfrente tiene dos cuerdas. Vi como el vestido rosado se desprendía y volaba de una cuerda a la otra, como el del señor, aproximándose a la cercana a la calle. Luego volvió a su lugar en la hilera primera y el saco del señor voló hasta ubicarse a su lado.
De repente, el vestido flotó otra vez hacia la cuerda primera como tratando de escaparse del saco del señor. Una ráfaga de viento llevó el saco del señor hasta que se posicionó al lado del vestido. Los otros vestidos donados volaron de cuerda en cuerda, como si el tendedero fuera un gallinero alborotado por un gallo en celo. Confundidos, volvieron a alinearse al lado del saco del señor. Pero se deslizaban hacia los palos donde estaban atadas las cuerdas, como si el terreno se hubiera inclinado para un lado y luego para el otro. El vestido rosado seguía al lado del saco del señor.
Creo que imaginé que las mangas del saco se estiraban para tocarlo. Algo me acarició el brazo. Me di vuelta.
A mi lado, la mejor corbata del señor era tirada de la punta por la mano del viento, por lo menos eso supuse. Tensa. Como si la tela envolviera un alambre que la convertía en una flecha pronta a lanzarse.
La corbata salió disparada justo que una motocicleta pasaba por la calle. Habrá quedado prendida de la cara del motociclista porque el vehículo derrapó y quedó tirado en el suelo. Por instinto, me di vuelta.
Vi a Maca observando todo desde la ventana de su dormitorio en el primer piso de la casa. La cortina de su habitación también se movía, como si el viento se hubiera metido. Ella la sujetaba fuerte, me pareció que si no la cortina estaría volando por la habitación o se hubiera cerrado sola para impedir que la niña mirara.
El motociclista llevaba a una mujer detrás que había salido despedida por el impacto contra el suelo. Me acerqué a los cuerpos tendidos. Tenía que avisar a la señora para que llamara a la ambulancia.
Observé los ojos clavados en el cielo de las víctimas. Comenzó a llover. Algo, un pensamiento intruso, me llevó hasta el orfanato, hasta las cuerdas del tendedero.
Acaricié una de las mangas del saco del señor, ahora quieto, como si la lluvia hubiese amainado el viento o el ímpetu que hacía volar a ese pedazo de tela vieja.
Maca seguía mirando con una mano aferrada a la cortina. Parecía más alta, casi una joven. Era como si sus facciones se hubieran vuelto más angulosas. Me recordaban a las de la señorita del cuadro.
Algunas de las niñas del orfanato también lo habían visto todo desde sus ventanas. Como si el ejército estuviera pasando por la puerta.
Volví a acercarme a los cuerpos sin vida. Entonces, el saco del señor me rozó la espalda y cruzó la calle para volver a la primera cuerda, la cercana a la casa de la señora, donde yo lo había colgado. Enfrente, los vestidos donados al orfanato también se apaciguaron y retornaron a sus lugares.
Todo quedó listo, alineado, sólo me quedaba avisar a la señora para que llamara a la ambulancia y vinieran a recoger los cuerpos. La lluvia lavaba la sangre. Los párpados de la mujer pestañearon. Me clavó la mirada por un segundo.
Me recordó a otras, a la de Maca, a la del cuadro, a la del señor, pero entonces las chicas del orfanato gritaron al unísono, ya estaban trastornadas, ver todo ese vuelo de ropa y el accidente las había alterado, y el ojo de la mujer volvió a quedar fijo en el cielo, duro y opaco como las rocas que suelo encontrar en la playa.
Son las que puse en los bolsillos del saco del señor para mantenerlo quieto.
Jamás encontré la corbata del señor. El saco cuelga ahora, junto a su sombrero, en el armario cerrado con llave y con un candado que yo agregué.
De vez en cuando veo a una de las niñas del orfanato, tal vez la mayor, pasearse con el vestido rosado. Mira hacia nuestra casa.
Pensará que nos debe algo.
por Adrián Gastón Fares #blog #literatura adriangastonfares.com #terror #cuentos #lostendederos #horrorfiction #horrorfictionwriter #escritor #writer #writerscommunity #shortstory #supernatural #mystery #woman #fantasmas #oculto #ghosts #adriangastonfares

Ilustración boceto de Sebastián Cabrol para Gualicho

Los tendederos. Relato.

Las luces de la casa se apagaron. Los cortinados se corrieron. La señora se vistió de negro. Maca, la señorita, también. Los rayos de sol a veces nos recordaban que había vida afuera y delataban el polvo que yo no podía sacar de la casa, ese polvo que entraba por más que lo barriera una y mil veces, como si proviniera de los huesos triturados de nuestros soldados o de la tierra removida por las bombas. El polvo que se posaba con insistencia en los muebles y que anticipaba el regaño de la señora. Con Maca a mis espaldas, llamándome por un nombre inventado, María, porque el mío Alejandrina nunca me agradó, yo movía las cortinas, tapaba toda la luz, para que la casa quedara en la penumbra que el señor ya nunca vería.

Cubrí mi cabello con un pañuelo oscuro de tela barata. La señora con un sombrero adornado con una pluma negra.  Ella tenía el cabello hermoso, pero desde que había comenzado la guerra no pudo mantener su estilo de vida. Tal vez ése sea el verdadero motivo de la ropa negra, la razón del duelo. Las cosas que se pierden pero que se podrían volver a conseguir, no como la muerte que es irreversible sino como la buena vida, son las que más duelen. Lo sé porque yo conocí a un muchacho que pudo haberme hecho madre, pero desapareció mucho antes que el señor.

La señora no podía comprar la indumentaria que vio en el catálogo de la tienda de luto. Lo arrojó a un costado para que yo lo desechara. Para el velatorio le teñí las manos con cera negra para zapatos. Todavía no se le fueron las manchas.

Estuve un día limpiando el armario del señor. Trajes, camisas con mangas y cuellos amarillentos. La señora ordenó lavar algunos para donarlos. El señor tenía su armario cerrado bajo llave y no permitía que lo abriera. Dejaba las ropas que necesitaban lavarse sobre su cama. Pero yo sabía dónde escondía la llave así que le pedí permiso a la señora para abrirlo.

Encontré la indumentaria habitual del señor, pero también vestidos. Sabía que el señor había tenido otra hija de un matrimonio anterior, pero no me imaginaba lo hermosa que había sido. En el fondo del armario, tras la ropa, encontré un dibujo a mano alzada de la señorita. Tal vez sea injusto decirlo pero era más hermosa que Maca. O como una Maca adolescente, embellecida, en la flor de la edad. En el dibujo no hay signos de la pulmonía que se la llevaría.

La señora no se sorprendió cuando le dije que había ropa de una mujer. Ordenó que la donara a la dueña del orfanato de niñas de enfrente.  Así lo hice. Quería deshacerme primero de los vestidos del armario, así que dejé el lavado de la ropa del señor para después. La patrona del orfanato la recibió con un susurro de agradecimiento.

Al otro día, colgué la ropa lavada del señor. Maca me miraba con esas avellanas negras que tiene de ojos. No entiende qué le pasó a su padre. Quería saber si el viaje duraría más que los otros. Le contesté que sería el más largo de todos. Después encontró un pájaro muerto y me lo trajo como si fuera un perro. Me clavó la mirada. Fue a enterrarlo.

Anocheció y bajé por la ropa, con los truenos en los oídos y ese olor a tierra mojada que traía el viento. El aire corría rápido. Las copas de los árboles se bamboleaban. Las ropas se mecían. El saco del señor mucho. Demasiado.

Entreví que en el orfanato la empleada había lavado los vestidos donados. Estaban colgados en el tendedero y me llamaba la atención el rosado, tal vez porque todo lo demás era gris. Además era el más lindo. Resonó un trueno.

Me metí en la triple fila de cuerdas del tendedero de la casa de la señora. Entonces noté un cambio llamativo.

El saco del señor se había movido dos metros del lugar donde lo había colgado. Como si se hubiera deslizado por la cuerda. Me pareció raro pero no imposible. Tenía que acomodarme el pañuelo a cada rato porque el viento se lo quería llevar. En la vereda de enfrente los vestidos, algunos pertenecientes a las niñas del orfanato, se balanceaban, ladeaban y contorneaban, como si recordaran las fiestas de antes.

Di vuelta la cabeza y algo oscuro, como un abejorro grande, me sobrepasó.

El saco del señor ya no estaba dónde lo había colgado, ni en la misma cuerda. Se había pasado de la primera a la tercera cuerda del tendedero. Me acerqué para ponerle otro broche pensando que había sido el viento.

El saco voló otra vez, me tuve que correr, y volvió donde lo había colgado. La segunda cuerda está un poco más alta así que tampoco era imposible… Pero los vestidos del tendedero de enfrente se bamboleaban con un frenesí que no parecía ser consecuencia del viento que soplaba cada vez más fuerte.

Entonces el saco del señor volvió a volar. Se poso en la segunda cuerda, luego pasó a la tercera y desde ahí, como impulsado por el estallido de otro trueno, cruzó la calle. Quedó colgando en la primera cuerda del tendedero del orfanato, cerca de los vestidos de las niñas.

El tendedero de enfrente tiene dos cuerdas. Vi como el vestido rosado se desprendía y volaba de una cuerda a la otra, como el del señor, aproximándose a la cercana a la calle. Luego volvió a su lugar en la hilera primera y el saco del señor voló hasta ubicarse a su lado.

De repente, el vestido flotó otra vez hacia la cuerda primera como tratando de escaparse del saco del señor. Una ráfaga de viento llevó el saco del señor hasta que se posicionó al lado del vestido. Los otros vestidos donados volaron de cuerda en cuerda, como si el tendedero fuera un gallinero alborotado por un gallo en celo. Confundidos, volvieron a alinearse al lado del saco del señor. Pero se deslizaban hacia los palos donde estaban atadas las cuerdas, como si el terreno se hubiera inclinado para un lado y luego para el otro. El vestido rosado seguía al lado del saco del señor.

Creo que imaginé que las mangas del saco se estiraban para tocarlo. Algo me acarició el brazo. Me di vuelta.

A mi lado, la mejor corbata del señor era tirada de la punta por la mano del viento, por lo menos eso supuse. Tensa. Como si la tela envolviera un alambre que la convertía en una flecha pronta a lanzarse.

La corbata salió disparada justo que una motocicleta pasaba por la calle. Habrá quedado prendida de la cara del motociclista porque el vehículo derrapó y quedó tirado en el suelo. Por instinto, me di vuelta.

Vi a Maca observando todo desde la ventana de su dormitorio en el primer piso de la casa. La cortina de su habitación también se movía, como si el viento se hubiera metido. Ella la sujetaba fuerte, me pareció que si no la cortina estaría volando por la habitación o se hubiera cerrado sola para impedir que la niña mirara.

El motociclista llevaba a una mujer detrás que había salido despedida por el impacto contra el suelo. Me acerqué a los cuerpos tendidos. Tenía que avisar a la señora para que llamara a la ambulancia.

Observé los ojos clavados en el cielo de las víctimas. Comenzó a llover. Algo, un pensamiento intruso, me llevó hasta el orfanato, hasta las cuerdas del tendedero.

Acaricié una de las mangas del saco del señor, ahora quieto, como si la lluvia hubiese amainado el viento o el ímpetu que hacía volar a ese pedazo de tela vieja.

Maca seguía mirando con una mano aferrada a la cortina. Parecía más alta, casi una joven. Era como si sus facciones se hubieran vuelto más angulosas. Me recordaban a las de la señorita del cuadro.

Algunas de las niñas del orfanato también lo habían visto todo desde sus ventanas. Como si el ejército estuviera pasando por la puerta.

Volví a acercarme a los cuerpos sin vida. Entonces, el saco del señor me rozó la espalda y cruzó la calle para volver a la primera cuerda, la cercana a la casa de la señora, donde yo lo había colgado. Enfrente, los vestidos donados al orfanato también se apaciguaron y retornaron a sus lugares.

Todo quedó listo, alineado, sólo me quedaba avisar a la señora para que llamara a la ambulancia y vinieran a recoger los cuerpos. La lluvia lavaba la sangre. Los párpados de la mujer pestañearon. Me clavó la mirada por un segundo.

Me recordó a otras, a la de Maca, a la del cuadro, a la del señor, pero entonces las chicas del orfanato gritaron al unísono, ya estaban trastornadas, ver todo ese vuelo de ropa y el accidente las había alterado, y el ojo de la mujer volvió a quedar fijo en el cielo, duro y opaco como las rocas que suelo encontrar en la playa.

Son las que puse en los bolsillos del saco del señor para mantenerlo quieto.

Jamás encontré la corbata del señor. El saco cuelga ahora, junto a su sombrero, en el armario cerrado con llave y con un candado que yo agregué.

De vez en cuando veo a una de las niñas del orfanato, tal vez la mayor, pasearse con el vestido rosado. Mira hacia nuestra casa. Debe pensar que nos debe algo.

por Adrián Gastón Fares.

PD:

En la página de Inicio pueden encontrar el link al PDF de mi antología homónima de cuentos de terror y ciencia ficción.

O, con más libertad, pueden leer este y otros cuentos del blog en el Índice de cuentos de este blog:

https://adriangastonfares.com/cuentos/

Los tendederos, edición digital en pdf. de mi antología de cuentos de ciencia ficción y terror.

Con lo que fueron escribiendo sobre los cuentos en los comentarios del blog, comentarios por email, más algunas otras cosas que entreví al leerlo y me comentan amigas y amigos, y conocidos, hice una introducción o presentación a mi antología de cuentos de ciencia ficción, ficción oscura y terror llamada Los tendederos.

Este libro de cuentos de Adrián Gastón Fares está fomentado por el terror, la ciencia ficción y lo extraño. Explora los dos lados de la moneda de los vínculos familiares y amorosos desde la literatura fantástica. Estos relatos han sido ponderados como escalofriantes, diabólicos, surrealistas, pánicos, siniestros, espeluznantes. Los neófitos encontrarán nuevas experiencias para exorcizar sus miedos más profundos, para arrumarlos; también, disfrutarlos. Los seres y las tramas que pueblan este libro viven en las aguas profundas de un terror todavía más hondo, ese que tiene que ver con lo que somos, con lo que hemos sido y lo que podríamos llegar a ser.
Lo cotidiano visto a través de una nueva lente perturbadora, futuros sospechados y sentidos, tramas semi-policiales, el desamor, supersticiones rurales, familias peligrosas, edificios abandonados, fantasmas, nuevos monstruos, todo esto y más puede encontrarse en estos cuentos poblados de imágenes únicas y sorprendentes
.

Saludos,

Adrián Gastón Fares.

Los tendederos. Cuentos.

Dejo nuevamente estas notas del proceso de crear el libro y el link a los cuentos en PDF, de mi libro, Los tendederos.
En este mismo blog pueden leer, si rebuscan un poco, mi novela Instransparente y mi otra novela ¡Suerte al zombi! (falta publicar El nombre del pueblo, pero creo que pueden encontrarla por ahí…) A. G. F.
Nota:
Estuve trabajando en una selección de mis relatos para formar un libro. Son 47 relatos si no conté mal (unas 250 páginas parecen ser). Dejé fuera algunos que eran crónicas, los que me pareció que no pegaban y los de Glande. No fue fácil.
Encontrarán más que nada los relatos de terror y algunos de terror-ciencia ficción, con alguna expeción.
Un libro de cuentos que también fue construido junto a ustedes en cada lectura, devolución o en los simples me gusta. En cierto momento hubo una unidad temática en los cuentos, creo que eso se nota más al principio de la recopilación y al final.
Me encargué de diseñar una especie de portada:

Los tendederos recolección de relatos de Adrián Gastón Fares

Los tendederos recolección de relatos de Adrián Gastón Fares

Encontrarán dentro del libro esta descripción:
Este libro de cuentos de Adrián Gastón Fares está fomentado por el terror, la ciencia ficción y lo extraño. Explora los dos lados de la moneda de los vínculos familiares y amorosos desde la literatura fantástica. Estos relatos han sido ponderados como escalofriantes, diabólicos, surrealistas, pánicos, siniestros, espeluznantes. Los neófitos encontrarán nuevas experiencias para exorcizar sus miedos más profundos, para arrumarlos; también, disfrutarlos. Los seres y las tramas que pueblan este libro viven en las aguas profundas de un terror todavía más hondo, ese que tiene que ver con lo que somos, con lo que hemos sido y lo que podríamos llegar a ser. Lo cotidiano visto a través de una nueva lente perturbadora, futuros sospechados y sentidos, tramas policiales, el desamor, supersticiones rurales, familias peligrosas, edificios abandonados, fantasmas, nuevos monstruos, todo esto y más puede encontrarse en estos cuentos poblados de imágenes únicas y sorprendentes.
Les dejo el enlace al PDF por si quieren leerlo. Creo que puede ser más comodo leer mis cuentos de esta manera

Los tendederos – Adrian Gaston Fares

Pronto subiré también el archivo del libro digital que ya está listo para leerlo en Epub, Azw3 y en Mobi, que ya están listos también.

Saludos

Adrián Gastón Fares

¿Dónde leerme?

¿Dónde leerme además de aquí?

1.

Pueden leer mi colección de cuentos, Los tendederos, con descarga gratuita (para Ebook, PC, Libro electrónico, Smartphone, etc.)

Los tendederos Libro de Cuentos Epub

Lostendederos

 

Los tendederos, libro de cuentos en PDF:

Los tendederos – Adrian Gaston Fares

2.

Pueden leer mi novela Intransparente aquí (descarga para Ebook, PC, Libro electrónico, Smartphone, etc.):

Intransparente Adrián Gastón Fares Novela BLUE

Intransparente Novela

Enlace Mobi (Kindle)

Intransparente Novela

Enlace PDF

Intransparente Novela PDF

3.

Pueden leer mi novela El nombre del pueblo aquí:

El nombre del pueblo - Novela - Adrián Gastón Fares 2018

El nombre del pueblo, Novela PDF

El nombre del pueblo (Epub, para Smartphone, PC, Libro electrónico)

El nombre del pueblo Novela

El nombre del pueblo (para Kindle)

El nombre del pueblo Novela

4) Pueden leer mi novela Suerte al zombi, en el enlace de aquí abajo:

Suerte al zombi. Novela completa. Índice.

 

Sobre el autor:

Escritor y Guionista. Director y Productor de Cine.

Bio:

Fares, Adrián Gastón (28 de octubre de 1977, Buenos Aires, Argentina) Egresado de la carrera de Diseño de Imagen y Sonido de la Universidad de Buenos Aires. Creció en Lanús Oeste, Buenos Aires, donde escribió su primer novela influenciada por el cine y el terror fantástico: ¡Suerte al zombi!
Luego fue crítico de cine de la pionera revista online Cineismo y fue seleccionado para una Clínica de Obra literaria en la Universidad de Buenos Aires por su novela corta El sabañon. Esta novela inauguró un blog de cuentos, notas y poemas que lleva más de doce años en línea, primero llamado El sabanón y luego adriangastonfares.com
En 2016 fue seleccionado por su guión de película, Las órdenes, para el Laboratorio Internacional de Guión (Labguión, Programa Ibermedia)
Escribió Gualicho (Walicho), que ganó el concurso Internacional de Cine Fantástico Blood Window Película de Ficción INCAA, con un jurado conformado por los directores de los festivales de Sitges, San Sebastián y periodistas de medios como SeriesMania y Variety. Acaba de desarrollar su segundo guión de película de terror fantástico llamada El señor del tiempo (Mr. Time)

También es reconocido por crear y dirigir el cortometraje de terror Motorhome, Entre nosotros, y ser el guionista, productor y director (junto a Leo Rosales) de la película rockumental argentina Mundo tributo. Este film fue programado en festivales de cine de todo el mundo (México, Brasil, Colombia, EEUU, Francia, España, India, Chile, Argentina) y adquirido y exhibido por Cine.ar, Canal Encuentro, In Edit, Mtv Brasil, entre otros medios.

Por otro lado, Adrián tiene pérdida de audición, sordera de origen congénito, tratada con audífonos.

Más información sobre su actividad cinematográfica:

http://www.corsofilms.com/press

Publicaciones literarias:

Novelas:
Intransparente (2011)
El nombre del pueblo (2016)

Suerte al zombi

Libro de Cuentos:
Los tendederos (2019)

Guiones de largometraje:

Mr. Time (nuevo)

Gualicho (premiado)

Las órdenes (premiado)

Embrión (título tentativo)

La venta (título tentativo)

Ojalá (título tentativo)

Guiones de series de TV:

S.P.A. (La sociedad de los parientes asesinos)

Cortometrajes:

Ver: Canal de Corso Films Argentina

Contacto: adrianfares@gmail.com

 

 

 

Trailer de mi película documental Mundo tributo (producida junto a Leo Rosales):

 

Cortometraje Entre nosotros:

 

Contacto: adrianfares@gmail.com

Este es mi blog y sitio web activo desde el año 2006 hasta la actualidad.

 

Adrián Gastón Fares (Copyright 2006-2019)

 

Los tendederos, tercera parte de la reseña de Javier Burdalo de Los tendederos.

Aquí pueden leer en el blog de Javier Burdalo la tercera parte de la reseña de mi libro de cuentos Los tendederos, Adrián Gastón Fares (2019)

Reseña de Los tendederos

Sigue la reseña escrita por Javier Burdalo:

Aún están a tiempo de conseguir y degustar LOS TENDEDEROS, libro de relatos mínimos en su extensión pero grandes en sus propuestas, de Adrián Gastón (pronto pasarán por procesos editoriales y posiblemente salgan del circuito de lo gratis aquí).

Ciencia ficción, surrealismo, paranoias, asesinatos, orientalismo… Todo un universo original y curioso para el disfrute del lector. Sí, es ficción, no entren en pánico, ¿o sí? Porque por sus resquicios se escapan notas irónico-críticas a la frialdad de este nuestro siglo.

Una breve reseña de los relatos del 19 al 28:

LA EDAD DE ROBERTO (Page 80): no se sabe que es más terrorífico, si lo que no se cuenta –ese encierro al estilo La Habitación (LAbrahmson,2015)- o lo que se narra, esa lucha despiadada contra una sociedad conformista y, lo peor, conformada, que no entiende de historiales personales y que hace pasar a todo ser viviente por los esquemas estándares de la uniformidad. A tener en cuenta, la literatura, Neruda y otros valores, que salvan a nuestro protagonista de la locura total.

DESLIZATE EN EL FUEGO (Page 85): los misterios de la criogenización, donde todo lo que se despierta puede ser maligno, sirven para contar como, nosotros, los que recibiremos a los congelados, nos comportamos a veces más estúpidamente que los que dejan experimentar con sus vidas. Miedos infinitos al futuro, no asunción del papel liberalizador del pasado, y cierta ironía capitalista y pop impregnan el relato.

PADRE (Page 92): tanto la abuelita narradora, como los personajes del cuento que la anciana cuenta, dan pavor! Porque no sabemos nunca qué son, quienes son, qué pretenden… Y como contraste: ternura, porque la narración tiene el sabor añejo de los cuentos de toda la vida, con las abuelitas de siempre. ¡Cuidado! AGastón nunca dice todo a la primera, y en la sorpresa esta el riesgo del relato.

EL AGUANTE (Page 96): una monja exorcista y un púber ¿? Dejemos el misterio para el lector, porque aquí la bandera no es un trapo, el asta no es una sujeción de una bandera, y la perfección que se pretende mostrar al público presente, en este acto institucional o académico, es la metáfora perfecta de un estado político, si se me permite, demoníaco.

LAS APARECIDAS (Page 100): qué pasaría si los asesinados volvieran a la vida? A esta nuestra vida, presente de redes sociales y virilización de todo y todos, para clamar a veces venganza y a veces consuelo? Finísimo humor negro también en estas páginas de apariciones y vendettas.

LAS MIL GRULLAS (Page 104): es, quizás, con su orientalismo, el relato más dulce de todos hasta el momento. Pero no se dejen engañar: la bomba de Hiroshima y sus consecuencias silenciadas, la familia y sus rencillas por cuestiones monetarias, la mentira en las relaciones de adultos… hacen que los miedos sigan acompañándonos sí o sí, como a los protagonistas en cualquiera de sus actos.

TODO TERMINA QUE ES UN SUEÑO (Page 108): y así es, el autor no miente, pero: ¿Quién sueña? ¿Qué se sueña? ¿Cuándo? Son las cuestiones más importantes de este particular After Hours (MScorsese,1985) donde la lujuria, el sueño húmedo y los bajos ambientes se mezclan poéticamente por un lado y terroríficamente por otro (la mirada y el dolor vuelven a tener protagonismo).

LA CASA DE ORLANDO (Page 111): entre surrealismo, al estilo de Giorgio de Chirico, en cuanto a la escenografía, un pequeño homenaje a Dorian Gray (a huir de DGray para ser más exactos) y los avatares que la soledad trae consigo. Todo dentro de un estilo tan minimalista que es quizá lo que perturba: la escasez de elementos y como estos son tan dañinamente significativos (un enano, un espejo, un beso…).

TE ESPERO EN EL TECHO (Page 113): mini relato, de la sorpresa angustiante a las respuestas de una sociedad de consumo más perversa si cabe. Todo en una sola página.

LOS ENDOS (Page 114): podría funcionar como una brillante secuencia de inicio de serie tv o saga literaria. En un mundo donde “la conciencia finalmente había evolucionado”. Acción, futurismo, distopía, y esas notas de cotidianidad y de “aquí no pasa nada” propias del estilo de Adrián Gastón.

Continuará…

por Javier Burdalo

PD: Aquí pueden conocer la obra y el trabajo de guionista y escritor de Javier, en su propio sitio web:

https://burdalo-guiones.eu/acerca-de/

Los tendederos, de Adrián Gastón por Javier Burdalo.

Aquí los comentarios más que interesantes de otro escritor y guionista, Javier Búrdalo, sobre mi libro de cuentos Los tendederos.

Leánlo en su blog:

https://vencidosvencejos.wordpress.com/2019/07/09/los-tendederos-de-adrian-gaston/

Javier Burdalo:

Muy recomendable lectura,  gratuita y de la mano de su autor, LOS TENDEDEROS, libro de cuentos de Adrián Gastón inspirados por el terror, la ciencia ficción y lo extraño. Que exploran los dos lados de la moneda de los vínculos familiares y amorosos desde la literatura fantástica: escalofriantes, diabólicos, surrealistas, pánicos, siniestros, espeluznantes… Aquí pueden descargar LOS TENDEDEROS.

Una breve reseña de los primeros 9 relatos :

LAS HERMANAS (Page 8):  erotizante, las tres gracias de las hermanas nacen del sentimiento unitario de una Muerte que ronda a una señora anciana, y el protagonista mezcla sexo, sudor e imaginación para hacerlas presente. Más que perturbador parece vampirizante, pero su erotismo es muy sensual. Decir que los poemas de Adrián Gastón siempre tienen un trasfondo perturbador, quizás por eso me gustan, porque es una poética de aristas.

LOS TENDEDEROS (Page 11): como la camiseta del jardinero de Las Hermanas, el relato anterior, el viento vuelve a hacer de las suyas dando animosidad a la escena, es inquietante si te paras a pensar el miedo que pueden causar unas simples prendas tendidas al aire. Muy visual.

REUNIÓN (Page 16): el amor como el monstruo con el que hay que luchar para la propia supervivencia. El amor de dos suicidas que “quieren más al otro” que a sí mismos, ¿o es el amor de 2 que son 1?

LA EDAD DE ROBERTO  (Page 19): me ha recordado a la película El curioso caso de Benjamín Button (2008), pero en vez de rejuvenecer y morir, solamente mantenerse. La parte mas terrorífica, la del encierro, está en elipsis, pero es donde reside lo más cruel, violento y horrible del relato.

UN CONTRATO CONMIGO MISMO  (Page 24): en este el tiempo también es la materia de la que están hechos los temores; el paso del tiempo y el volver a ser un ”yo renovado, entusiasta…”, alguien más acorde con lo que queremos siempre de nosotros mismos, pero que es tan difícil de conseguir o al menos no sin un esfuerzo ímprobo. Ciencia ficción o/y ciencia reflexión.

LO QUE ALGUNOS NO QUIEREN CONTAR  (Page 28): otro personaje solitario que, huyendo de sus propios infiernos, se aleja del mundo, y sus fantasmas le persiguen una vez más, esta vez en forma de casa que gira (como su cabeza) y de viejo suicida (que le recuerda que vivir es difícil si conlleva tanta inquietud).

BUENOS DÍAS, SR. PRESIDENTE  (Page 32): podría ser el argumento central de cualquier serie de televisión de la actualidad. En un mundo juego, que recuerda al universo de Tron (1983/2010), la realidad y la ficción se mezclan no casualmente sino para un fin importante: ser el nuevo presidente. Sólo la suerte del jugador, y en este caso la ficción, pueden hacer posible que un “cualquiera” alcance la Presidencia. Ciencia ficción thriller.

EL PERCHERO AUSENTE  (Page 37): como una minúscula falla en nuestra rutina puede desencadenar el terror absoluto dentro de los pensamientos-recuerdos, o el sentirse descolocado dentro de un espacio en principio amigo. Y de cómo la brevedad no es ápice para transmitir la inquietud.

LOS ARTISTAS  (Page 39): el universo inquietante del Arte y la Muerte, en una sociedad plagada de odio o confusión mental o locura (la distopía se inicia sin información para el lector). Con aires a The House that Jack Built, el último film de LVTrier y los desquiciantes personajes de Fantasmas, una novela de Chuck Palahniuk.

por Javier Burdalo.

https://vencidosvencejos.wordpress.com

Web: https://burdalo-guiones.eu

Nota: Recuerden que pueden descargar y leer Los tendederos aquí:

https://mega.nz/#!x9wHFQIS

Vencidos Vencejos

Muy recomendable lectura,  gratuita y de la mano de su autor, LOS TENDEDEROS, libro de cuentos de Adrián Gastón inspirados por el terror, la ciencia ficción y lo extraño. Que exploran los dos lados de la moneda de los vínculos familiares y amorosos desde la literatura fantástica: escalofriantes, diabólicos, surrealistas, pánicos, siniestros, espeluznantes… Aquí pueden descargar LOS TENDEDEROS.

Una breve reseña de los primeros 9 relatos :

LAS HERMANAS (Page 8):  erotizante, las tres gracias de las hermanas nacen del sentimiento unitario de una Muerte que ronda a una señora anciana, y el protagonista mezcla sexo, sudor e imaginación para hacerlas presente. Más que perturbador parece vampirizante, pero su erotismo es muy sensual. Decir que los poemas de Adrián Gastón siempre tienen un trasfondo perturbador, quizás por eso me gustan, porque es una poética de aristas.

LOS TENDEDEROS (Page 11): como la camiseta del jardinero…

Ver la entrada original 450 palabras más

Los tendederos. Cuentos (enlace)

¿Cómo están?

Pueden descargar Los tendederos mi colección de cuentos desde aquí.

Los tendederos Libro de Cuentos Epub

Está subido a MEGA así que lo descargarán sin problemas.  Es una selección de cuentos que encontrarán en este blog.

Valoro las opiniones si leen mi antología. Pueden leerla cargando el archivo en cualquier libro electrónico o directamente en la PC con el Adobe Digital Editions o cualquier programa que lea epub.

De paso, otra cosa. En un café me encontré al artista Norberto Lorenzo. Sin que lo sepas, Norberto te está dibujando. Luego entrega su obra. Dibuja a todos porque lo hace feliz dibujar. Hablamos de cine, libros y teatro, así que les dejó el dibujo que él hizo.

 

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Intransparente, Los tendederos y El nombre del pueblo en formato eBook, para libro electrónico.

Pueden adquirir y leer mis dos novelas en Amazon para leer en Kindle y otros dispositivos para leer libros electrónicos.

Intransparente

Sinopsis

Una veinteañera pasa en limpio sus conversaciones en el mensajero con un hombre maduro, Elortis, el hijo del psicólogo Baldomero Ortiz. El hombre destapa la crisis que atraviesa, alimentada por la ruptura con su expareja y las dudas sobre la verdadera ocupación de su padre, pero también iluminada por revelaciones importantes sobre su vida y el mundo que lo rodea. La novela comienza cuando Elortis y su exsocio Sabatini vuelven de Mar del Plata, donde participaron en el programa televisivo de Mirtha Legrand.

 

El nombre del pueblo

Sinopsis

En un pueblo sin nombre, el hermano del candidato a gobernador espera desde hace años en la playa el arribo de una embarcación que le traerá a una misteriosa mujer. La embarcación llega y también una serie de asesinatos cometidos a sangre fría. Una por una las mujeres que conoce Miguel son borradas de la tierra. Un policía despistado y el mismo Miguel siguen las pistas que conducen al hall de una casa antigua del barrio residencial de este pueblo innombrable.

 

Por otro lado, aquí pueden leer mi recolección de cuentos llamada Los tendederos

Los tendederos

Sinopsis

Este libro de cuentos de Adrián Gastón Fares está fomentado por el terror, la ciencia ficción y lo extraño. Explora los dos lados de la moneda de los vínculos familiares y amorosos desde la literatura fantástica. Estos relatos han sido ponderados como escalofriantes, diabólicos, surrealistas, pánicos, siniestros, espeluznantes. Los neófitos encontrarán nuevas experiencias para exorcizar sus miedos más profundos, para arrumarlos; también, disfrutarlos. Los seres y las tramas que pueblan este libro viven en las aguas profundas de un terror todavía más hondo, ese que tiene que ver con lo que somos, con lo que hemos sido y lo que podríamos llegar a ser. Lo cotidiano visto a través de una nueva lente perturbadora, futuros sospechados y sentidos, tramas policiales, el desamor, supersticiones rurales, familias peligrosas, edificios abandonados, fantasmas, nuevos monstruos, todo esto y más puede encontrarse en estos cuentos poblados de imágenes únicas y sorprendentes.

Los links son para Amazon españa pero están disponibles también para las demás países y sus respectivas monedas.

Saludos

Adrián Gastón Fares

Los tendederos. Recopilación de cuentos de terror y ciencia ficción (2019)

Es mi recopilación de cuentos de terror y ciencia ficción. Pueden opinar a gusto sobre lo que quieran.

Título original: Los tendederos. Cuentos.

Número de páginas (según Amazon) 338.

Contiene los siguientes relatos, en este orden:

Las hermanas
Los tendederos
Reunión
La edad de Roberto
Un contrato conmigo mismo
Lo que algunos no quieren contar
Buenos días, Sr. Presidente
El Perchero ausente
Padre
El aguante
Las aparecidas
Las mil grullas
Todo termina que es un sueño
La casa de Orlando
Te espero en el techo
Los Endos
El reloj
Un posible fin del mundo
Bajo la manta
La casa nueva
Los cara cambiante
El vendedor de tiempo
Los dominantes
El cuento original
El hombre sin cara
La casa del temor
No es humo
Nuestros
Puntos negros
El Buscavidas
A la caza
Los encantados
Las cartas negras
Padrastro
Delcy y Nancy

(PD: Buscarlo en PDF en adriangastonfares.com)

Los tendederos recolección de relatos de Adrián Gastón Fares

Los tendederos. Libro de cuentos.

Estuve trabajando en una selección de mis relatos para formar un libro. Son 47 relatos si no conté mal (unas 250 páginas parecen ser). Dejé fuera algunos que eran crónicas, los que me pareció que no pegaban y los de Glande. No fue fácil.
Encontrarán más que nada los relatos de terror y algunos de terror-ciencia ficción, con alguna expeción.
Un libro de cuentos que también fue construido junto a ustedes en cada lectura, devolución o en los simples me gusta. En cierto momento hubo una unidad temática en los cuentos, creo que eso se nota más al principio de la recopilación y al final.
Me encargué de diseñar una especie de portada:

Los tendederos recolección de relatos de Adrián Gastón Fares

Los tendederos recolección de relatos de Adrián Gastón Fares

Encontrarán dentro del libro esta descripción:
Este libro de cuentos de Adrián Gastón Fares está fomentado por el terror, la ciencia ficción y lo extraño. Explora los dos lados de la moneda de los vínculos familiares y amorosos desde la literatura fantástica. Estos relatos han sido ponderados como escalofriantes, diabólicos, surrealistas, pánicos, siniestros, espeluznantes. Los neófitos encontrarán nuevas experiencias para exorcizar sus miedos más profundos, para arrumarlos; también, disfrutarlos. Los seres y las tramas que pueblan este libro viven en las aguas profundas de un terror todavía más hondo, ese que tiene que ver con lo que somos, con lo que hemos sido y lo que podríamos llegar a ser. Lo cotidiano visto a través de una nueva lente perturbadora, futuros sospechados y sentidos, tramas policiales, el desamor, supersticiones rurales, familias peligrosas, edificios abandonados, fantasmas, nuevos monstruos, todo esto y más puede encontrarse en estos cuentos poblados de imágenes únicas y sorprendentes.
Les dejo el enlace al PDF por si quieren leerlo. Creo que puede ser más comodo leer mis cuentos de esta manera

Los tendederos – Adrian Gaston Fares

Pronto subiré también el archivo del libro digital que ya está listo para leerlo en Epub, Azw3 y en Mobi, que ya están listos también.

Saludos

Adrián Gastón Fares

 

Los tendederos. Cuento.

Vamos con Los tendederos. Para este Viernes 13. 

Ahora que estoy retocando el guión de Gualicho para el rodaje que se avecina (Shooting Script podríamos llamar a lo que estoy haciendo, aunque ya tenía hecho el guión técnico antes del literario; así es como nacen mis películas) recuerdo la atmósfera de este cuento con resonancias de un tema que comparte con mi largometraje: la familia (y sus desviaciones)

Estoy sorprendido con lo que intuyo que será Gualicho y muy ansioso por ponerme a trabajar luego en la dirección de Mr. Time, otra película que desarrollé desde cero y escribí cuya historia es: tre-men-da.

Tremendo viene del latín y significa lo que es digno de suscitar temblores. No solamente el miedo los suscita sino también embarcarse en una aventura, paladear el misterio. Son algunos ejemplos.

Gualicho y Mr. Time me emocionan, como esta historia corta, pensada para otro lenguaje, como es el literario, que se llama:

Los tendederos

Las luces de la casa se apagaron. Los cortinados se corrieron. La señora se vistió de negro. Maca, la señorita, también. Los rayos de sol a veces nos recordaban que había vida afuera y delataban el polvo que yo no podía sacar de la casa, ese polvo que entraba por más que lo barriera una y mil veces, como si proviniera de los huesos triturados de nuestros soldados o de la tierra removida por las bombas. El polvo que se posaba con insistencia en los muebles y que anticipaba el regaño de la señora. Con Maca a mis espaldas, llamándome por un nombre inventado, María, porque el mío Alejandrina nunca me agradó, yo movía las cortinas, tapaba toda la luz, para que la casa quedara en la penumbra que el señor ya nunca vería.

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