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Seré nada. Descarga Torrent. Libro 2021. Y Google Play Books.

Añado el enlace para descargar mi nueva novela Seré nada usando un programa de gestión de archivos .torrent.

Por otro lado, comparto el enlace a Google Play Books (Seré nada, 235 páginas, 2021) donde pueden leer una muestra y si quieren adquirir la novela en este caso (la verdad es que no encontré la manera de subirla gratis a Google Play, por eso hay que pagar) A cambio me parece que para algunas personas será más fácil leerla así:

Google Play Books:

https://play.google.com/store/books/details?id=jE0aEAAAQBAJ

Sigamos para los que se las arreglan con los torrent o quieran aprender:

Muchos utilizamos torrents para gestionar y descargar archivos, en eso soy un poco nerd y un poco geek, supongo.

Mi interés es que el acceso a la novela sea lo más simpe posible y esta etapa de distribución gratuita de mis libros (especialmente los más trabajados en formatos digitales, como Seré nada, Intransparente, El nombre del pueblo, y Suerte al zombi) se cumpla lo mejor posible.

Para crear el archivo ebook o libro digital de Seré nada no utilicé Sigil, pero sí para las otras tres novelas, lo que significa mucho trabajo extra además de escribirlas.

Lo que me decidió a elegir el título final fue la frase de Pessoa que comparto en esta entrada (la novela originalmente iba a llamarse Serenade, como una de las Serenadas, Gema, explica a una desconocido, Roger, quién es)

Pueden descargar el torrent de mi nuevo libro utilizando el utorrent, bittorrent o cualquier otro programa que gestione estos archivos.

Dentro del archivo encontrarán el EPUB y el MOBI.

Le dan a abrir Torrent y los lleva al programa que hayan elegido para descargar torrents.

De ahí pueden leerlos en su smartphone, en el Aldiko por ejemplo, o en un dispositivo lector de libros electrónicos como puede ser el Kindle. En la PC pueden hacerlo usando Adobe Digital Editions, que es mi preferido para esto. Fíjense si funciona la descarga. Si no, ya intentaremos buscar mejor maneras de compartir. Dejo los enlace al final de esta entrada.

El modo tradicional que es buscar los Epub y Mobi en Google Drive (así como PDF) en el inicio adriangastonfares.com sigue vigente.

A esta página de Inicio la llamaremos Sobre Adrián Gastón Fares. Libros y películas. y es donde está mi biografía y los enlaces a mis trabajos en cine y en literatura.

Organizar un blog de tantos años es como armar un rompecabezas, je.

Disfruten el fin de semana. ¡Saludos!

Adrián

ENLACES TORRENT:

Seré nada enlace para copiar en navegador al torrent (sólo .epub):

magnet:?xt=urn:btih:52E0CF3E78E3E1B86B6CF6E727AA22F7EFF05AFF&dn=Sere%20nada%20-%20Adrian%20Gaston%20Fares.epub&tr=udp%3a%2f%2ftracker.openbittorrent.com%3a80%2fannounce&tr=udp%3a%2f%2ftracker.opentrackr.org%3a1337%2fannounce

Mobi y Epub archivos en .RAR:

Seré nada Torrent o copiar en el navegador web (Con Control + C y luego Control + V)

magnet:?xt=urn:btih:4FCD7C75E00A9801EE65032EBDF944654D1CF02E&dn=Sere%20nada%20-%20Adrian%20Gaston%20Fares.rar&tr=udp%3a%2f%2ftracker.openbittorrent.com%3a80%2fannounce&tr=udp%3a%2f%2ftracker.opentrackr.org%3a1337%2fannounce

Lanzamiento de edición digital de Seré nada. PDF para descargar. Novela de terror y género fantástico.

Terminar una novela es como despertarse de un sueño (o de una pesadilla)

Mientras me desperezo, voy a escribir algunas palabras sobre Seré nada y sobre el tema y la intención de la novela. Ahí vamos:

Sobre Seré nada (Novela, 2021, 200 páginas)

Con Seré nada, traté de incursionar nuevamente, luego de Gualicho y Mr. Time, en la ficción de terror.

Quería volver a la novela (la última en invención fue Intransparente). Quería que fuera de terror, y quería que fuera ficción oscura (o fantasía oscura). No sé si hubiera podido escribirla sin antes ensayar los cuentos de Los tendederos.

Tengan en cuenta que mis proyectos de cine de terror fantástico lamentablemente aún no pudieron ser filmados. Por lo que tenía muchas ganas de inventar algo nuevo y de poder compartirlo. Y en cierto modo, de poner lo que aprendí estos últimos años en este arte de invocar historias.

Por otro lado, me venían diciendo hace tiempo que escriba algo sobre la sordera y creo que en torno a ese tema fui construyendo Seré nada.

La intención era que los protagonistas tuvieran hipoacusia pero que la historia no fuera sólo las circunstancias de las personas con sordera. También traté de darle cierta épica a la sordera. El tema es la adaptación, pero también la identidad, hay que decirlo, y la «discapacidad».

Otra intención fue rescatar lo mejor y lo peor del Sur del conurbano bonaerense. Había olvidado la torre de Interama hasta que el año pasado subí a la terraza a estirarme, digamos, y la vi. Había olvidado que todavía hay caballos.

No considero Seré nada una novela de vampiros. Admito que traté (como en mis proyectos de cine) de crear nuevos monstruos.

Stephen King dice que es lo más difícil y lo que vale la pena (en Danza macabra o Danse macabre, un ensayo que escribió sobre cine y sobre novelas de terror)

A la vez, los monstruos de Seré nada son humanos, tanto los más simpáticos como los más desagradables (que son más humanos todavía)

La historia del caso de bullying está basada, tristemente, en un caso real que tomé de las noticias.

Veo influencias de películas en Seré nada, creo que ni hace falta que diga cuáles son.

Y está esa ternura que me señalaron que tengo y de la que no reniego. Y también soy un poco visceral o espero haberlo sido.

Sé que recordé al escribir a Shirley Jackson (por La lotería) Por otro lado, leí mucho el año pasado a Richard Matheson (yo creo que El hombre menguante es la mejor novela sobre personas con discapacidad, y sin dudas una de las mejores novelas de terror y fantasía)

En los vericuetos de escribir en tercera persona, me ayudó Matheson y ningún otro. Fue una búsqueda y releí toda la ficción de terror (y la de no terror) que pude antes de ponerme con Seré nada. Esto último no quiere decir nada, pero al menos me dio un poco de seguridad al escribir.

Escribir es invocar imágenes, como el cine, incluso de los mejores poemas lo que quedan son imágenes. 

Pero a diferencia del cine, cuando escribo literatura, sin olvidarme que sin imágenes no hay nada, trato de apoyarme en algo que obligue a usar ese lenguaje (por ejemplo, la historia de los serenados está interpretada y escrita por Roger, Gema se comunica escribiendo; en Intransparente toda la novela es la re interpretación de la protagonista de una conversación por mensaje de texto)

Espero que disfruten de esta aventura, que se conmuevan un poco como yo al escribirla.

Claro que una vez que la terminen pueden opinar lo que gusten y, si les gustó, también compartirla para que otros la descubran.

Los monstruos se van a enojar si no. 

Adrián Gastón Fares.

Aquí el link a la novela:

Seré Nada. Capítulo 8. Nueva Novela.

Seré Nada. Leyendo el Capítulo 8. Resumen: Ersatz, Silvina y Manuel llegan a la avenida San Martín, en Lanús y aunque el barrio parece deshabitado encuentran una esperanza, un indicio de la supuesta colonia Serenade, en una peluquería. Toman el camino hacia la casa donde Ersatz creció.

8.

Más allá de la primera corchea, lo que conocía de antaño Ersatz estaba clausurado, las puertas tapiadas y los cristales de las ventanas rotos. Las casas de fiestas tenían fachadas pintadas de un tono negro hollín y parecían más velatorios que otra cosa. Un colectivo de la línea 20 estaba recubierto de musgo y óxido en partes iguales. Los árboles quebrados y los troncos con ramas secas caídos sobre techos de comercios. Ersatz recordó que hacía rato que no llovía por lo que se esperaba tiempo inestable.

Se sentaron en la parada del cartel de colectivo que había en la heladería Carlos and Charlie´s para comer los sándwiches que se habían preparado. El enrejado de la persiana estaba aserruchado. Ersatz se acercó a los tachos de helado, que estaban repletos de cucarachas muertas. Tuvo arcadas y sostuvo el vómito. Silvina lo alentó diciéndole que ya estaban cerca.

Los supermercados chinos daban algo de color amarillo o rojo a la avenida, aunque las puertas de chapa deslizantes estaban cerradas con candados. En esa zona había más casas de repuestos de autos por todos lados, con carteles blanqueados por el tiempo. También, más recientes, remiserías cerradas pero que conservaban el cartel de Tomo auto. Negocios de venta de membranas. Edificios con ladrillos a la vista y sin fachadas aún, signo del progreso urbanístico detenido.

Concesionarias con autos abandonados en la vereda. Fábricas con el portal de entrada de vehículos cerrado, y oficinas superiores con vidrios sucios. El verde de algunos árboles jóvenes se mezclaba con el color ocre de los viejos y secos.

La A de la Asociación de Amigos de la calle Coronal D´elía seguía tan herrumbrosa como siempre. El árbol que la acompañaba había perdido todas las hojas y la casa blanca con puerta celeste antigua de la esquina parecía una pulpería abandonada en el medio de la pampa.

En ese lugar había otra única corchea, esta vez era un grafiti sobre las pesadas persianas metálicas cerradas. Un cartel estaba tirado en el piso, doblado, Manuel lo dio vuelta con el pie. Vieron que decía Compostura de Calzado.

Del otro lado de la calle, había un camión largo cruzado en zigzag como una lombriz muerta y calcificada por el sol. Más edificios nuevos abandonados en la primera planta, algunos en los cimientos. Una pancarta de tela rafia blanca, deshilachada, dormía sobre uno de los palos de luz que la sostenía, como si fuera una bandera caída que les daba la bienvenida a Serenade. Pero se llegaba a leer English World: Curso de Inglés. Otra estación de servicio. Fue Silvina la que recordó que estaban cerca de la zona clave.

Ersatz les explicó que en la concesionaria que tenían enfrente, un edificio con algunos autos con chapas oxidadas detrás de rejas, había pasado una noche con su tío abuelo que era guardia de seguridad. A Ersatz le había dado mucho miedo los trofeos de cabezas de animales que estaban colgados adentro. Silvina, mirando su celular, comentó que estaban pisando el signo de la paz que se veía desde lo alto.

Debajo del cartel de chapa con el símbolo del sol que daba la bienvenida al Rotary Club Pompeo, observaron una veterinaria con peceras tan algosas que no pudieron discernir el contenido, otro pasacalle de English World enroscándose sólo en la calle por el viento, fruterías y verdulerías con los cajones de madera todavía apilados en la calle y algunas bolsas de cebollas negras.

Recién en el palo de luz cercano al antiguo puesto de diario, que tenía las revistas con las hojas quemadas por el sol, encontraron dos corcheas consecutivas. Silvina afirmó que faltaba una más. Ersatz contestó que si le habían errado él prefería que se quedaran en su antigua casa para continuar la búsqueda. No se iba a sentir seguro en otras. Cruzaron un estacionamiento en 25 de Mayo.

En Yerbal se enfrentaron con un comercio de muebles de algarrobo. Estacionado en la puerta había un camión de succión de aguas residuales que era el vehículo mejor conservado de los que habían visto; el azul del chasis casi brillaba.

Ersatz se volvió y reconoció a la peluquería París. No tenía rejas. El taburete en el que se había sentado tantas veces en la adolescencia estaba ocupado por un gato de pelaje oscuro y grasoso. No sabía si muerto o vivo. En las persianas bajas de los otros negocios había grafitis con nombres y corazones. Pero ya ningún nombre lograba entenderse.

Ersatz les dijo a Silvina que si ahí no estaba el corazón del asentamiento Serenade no iba a estar cerca de la casa de sus padres. Agregó que se encontraban cerca de la iglesia, y del colegio donde había estudiado.

Manuel corrió hasta la esquina siguiente y negaba con la cabeza desde ahí, ofuscado porque no había ningún ser humano además de ellos.

Ersatz entró a la peluquería, apartando esqueletos de ratas con la punta de sus zapatillas. El gato abrió los ojos, de un color verde esmeralda, dio un salto y escapó. Ersatz se sentó en el taburete donde antiguamente se miraba al espejo en silencio, esperando que el peluquero hiciera su trabajo. Ahora el espejo estaba partido, pero había algo más… Se sobresaltó y llamó a los otros con urgencia.

Fuera, Manuel y Silvina se acercaron corriendo para mirar desde detrás de Ersatz el espejo de la peluquería.

En la pared de color crema reflejada en el espejo, arriba del sillón largo de espera, huían las inclinadas figuras musicales. Las tres corcheas, que primero vieron al revés, estaban pintadas con descuido. ¿Y ahora?

El sol empezaba a caer. Ersatz los convenció de doblar en la esquina. El camino que había visto tomar al gato era el que más rápido los dejaría en su casa.

A lo lejos resaltaba en el cielo la torre espacial de Interama. Ersatz les explicó que la estructura, de color ceniciento, formaba parte de un parque de diversiones abandonado que en los ochenta había tenido las montañas rusas más altas de Latinoamérica.

por Adrián Gastón Fares.

Seré Nada / Serenade. Todos los derechos reservados. Adrián Gastón Fares.

Los tendederos, edición digital en pdf. de mi antología de cuentos de ciencia ficción y terror.

Con lo que fueron escribiendo sobre los cuentos en los comentarios del blog, comentarios por email, más algunas otras cosas que entreví al leerlo y me comentan amigas y amigos, y conocidos, hice una introducción o presentación a mi antología de cuentos de ciencia ficción, ficción oscura y terror llamada Los tendederos.

Este libro de cuentos de Adrián Gastón Fares está fomentado por el terror, la ciencia ficción y lo extraño. Explora los dos lados de la moneda de los vínculos familiares y amorosos desde la literatura fantástica. Estos relatos han sido ponderados como escalofriantes, diabólicos, surrealistas, pánicos, siniestros, espeluznantes. Los neófitos encontrarán nuevas experiencias para exorcizar sus miedos más profundos, para arrumarlos; también, disfrutarlos. Los seres y las tramas que pueblan este libro viven en las aguas profundas de un terror todavía más hondo, ese que tiene que ver con lo que somos, con lo que hemos sido y lo que podríamos llegar a ser.
Lo cotidiano visto a través de una nueva lente perturbadora, futuros sospechados y sentidos, tramas semi-policiales, el desamor, supersticiones rurales, familias peligrosas, edificios abandonados, fantasmas, nuevos monstruos, todo esto y más puede encontrarse en estos cuentos poblados de imágenes únicas y sorprendentes
.

Saludos,

Adrián Gastón Fares.

Intransparente. Tercera Parte. Capítulo 3.

3.

Esta relación de los enteógenos con el poder en la antigüedad, y con el color, que para él era una consecuencia secundaria, lo tuvo sin dormir un par de noches a Elortis; en la charla siguiente me confesó que mientras me hablaba empezó a tejer mejor lo que le había dicho Ponen con lo que se le había ocurrido en la cocina, más lo que había buscado en Internet para explicármelo a mí y eso le había trastornado un poco los nervios. Saber que en el rito regio destinado a producir la lluvia el rey usaba una máscara de badana granate, una imitación de la de Zeus para subir a los cielos y que mucho más adelante, en la época de Constantino, la adoratio purpurae era permitida solamente a unos elegidos, funcionarios de alto rango, que eran los únicos que podían besar el extremo inferior de la túnica púrpura del rey. ¿Sería un error creer que era una mera convención cuando en realidad el carácter religioso, palabra que viene de religar, aclaraba Elortis, de la acción estaba más presente que nunca?

La verdad que me estaba cansando este discurso y le pregunté en qué andaba, con una carita amarilla con una ceja levantada y otra con la línea de la boca ondulante se lo dejé claro, me parecían medio sospechosas tantas deducciones infundadas; le pedí que por favor volviera a Mar del Plata, a Sabatini y a Ponen, al bar de los mojitos, y así lo hizo. Antes que nada me quería dejar en claro que la receta de la púrpura de Tiro, saber que el colorante rojizo era ordeñado de los Murex y otros caracoles parecidos, se había perdido en Occidente cerca de la mitad del milenio pasado cuando el Imperio Otomano conquistó Constantinopla y recién en 1856 un zoólogo francés dio con el secreto al observar a un pescador que teñía su camisa con un caracol. ¡Bue, basta Elortis, por favor!

Ponen contaba que en otro de sus viajes ayahuasqueros interceptó una ciudad cuyos edificios estaban inundados de carteles publicitarios brillantes de diversos tamaños, aunque la mayoría eran enormes y no quedaba otra que sobrecogerse ante la precisión de las coloridas imágenes luminosas. Pudo notar que el motivo que se repetía en los carteles era el de una sirena tomando algún tipo de bebida con un enroscado sorbete fluorescente. Al otro día, se asombró cuando apareció en el campamento un vendedor ofreciendo grabados en madera de… sirenas. Ponen creía que en su viaje se había conectado con la mente del escultor, mientras la noche anterior viajaba hacia su campamento con la idea de vender las esculturas. Era muy importante para Ponen qué lugar elegías para viajar porque para él lo que hacía esa bebida sagrada espiritual era desligar tu mente con lo habitual y conectarla con lo esencial del ambiente en el que estabas.

En algún momento, Ponen cortó su discurso para saludar al productor que lo había invitado a la radio, parece que de casualidad estaba ahí, cerca de la barra cumpliendo con el ritual del after office con otros compinches. Este rubio parlanchín, como lo llamaba Elortis, enseguida se sentó con ellos, confesándose fanático de Los árboles transparentes, y les pidió por favor a Sabatini y compañía que escribieran otro libro ante el sorprendido Ponen, que solamente quería seguir hablando de su experiencia en la selva. El rubio productor de la radio se dio cuenta que estaban en medio de una conversación trascendental y fijó la atención en Ponen; algo sabía del asunto porque, cada tanto, asentía con la cabeza. El norteamericano no paraba de hablar, decía que la ayahuasca favorecía la comunicación con el entorno, era la única manera de explicar que las visiones correspondieran a las características del lugar de la sesión. Sabatini no le sacaba la vista de encima a Ponen, lo había hipnotizado con la visión de la fábrica de colchones con almohadones de plumas multicolores y la premonición de las sirenas. Elortis también creía estar frente a una persona con una capacidad singular para asociar sus experiencias. Mojar los labios en su trago a Ponen lo había soltado y hablaba con la desesperación de los aficionados que intentan demostrar que son algo más que eso.

Para el biólogo Rupert Sheldrake, existía un campo hipotético que vendría a explicar la evolución simultánea de una función adaptativa en poblaciones biológicas distantes. Para corroborarlo, un tal Watson convivió con una colonia de monos que se negaban a comer papas sucias, hasta que a una de las monas se le ocurrió lavarlas en el río. A partir de ahí, Watson descubrió que las comunidades de monos del resto del mundo seguían la conducta revolucionaria de la monita predecesora. Según Ponen, el viaje hacía más patente la conexión con el campo morfogenético, algo que también nos pasaba en los sueños —especialmente los de la mañana, antes de despertarnos, cuando la mente está limpia— y en algunos otros momentos de claridad mental en la vigilia. Reprendió a Elortis por haber puesto cara de desconfianza (a él todo esto le hacía recordar a Paulo Coelho, perdonen, pero tenía sus prejucios también y su cara no era de piedra). El productor rubio, que estaba sentado al lado de Ponen, miraba embobado. Sabatini sonreía con cara de haber descubierto un mundo nuevo.

Alexander les recordó que ellos dos, por ser psicólogos, tenían que entenderlo fácilmente; Jung había hablado del tema muchas veces, aportando las nociones de inconsciente colectivo y sincronismo. Elortis le contestó que Jung nunca fue su especialidad, y Sabatini asintió para dar a entender que tampoco era la suya. Gran decepción para Ponen, que había hecho una pausa en su discurso para retomar fuerzas. Resulta que los científicos ya habían comprobado lo del campo morfogenético con la ayuda de una oruga a la que le cortaron uno de los segmentos del cuerpo para injertarlo en el de otra para obtener como resultado una mariposa, aunque con la antena en el ala en vez de en la cabeza, por ejemplo.

Y también estaba, por otro lado, el señor Bell y su teorema que había venido a proponer que la física cuántica no pegaba con las variables ocultas de los elementos. La paradoja de Einstein, Podolwsky y Rosen (no sé si importa, pero recordé que Augustiniano llevaba en esa época un pin-up de fondo amarillo con la cara blanca de Einstein), la influencia que podía tener una partícula sobre otra en el momento de ser observada que le cambiaba instantáneamente la dirección, lo había hecho salir a Bell con el teorema que lleva su nombre, que para Ponen era un hito en la ciencia que abrió las puertas a una nueva interpretación de la relación de los elementos del universo.

John Bell, un físico irlándes que según Ponen había estado presente en una conferencia que dictó el Maharishi en 1978 y que tomaba puntualmente su té de verbena a las cuatro de la tarde (vendría a ser té de cedrón, según Elortis, que también se anotó mentalmente al recordar este detalle conseguirlo en la tienda de los chinos), dejó en claro que debíamos elegir entre la mecánica cuántica o el enlace subcuántico oculto que conectaba a partículas distantes y las hacía cambiar de dirección cuando dos personas, que sabían que estaban haciendo lo mismo, las estaban observando en un experimento, por ejemplo, porque una de las bases de la mecánica cuántica es justamente la teoría de la relatividad que postula que nada puede ir más rápido que la luz (Ponen había dicho transferencia supralumínica de información)

Por lo tanto para Ponen la teoría de Einstein era una errata a la que había que tenerle respeto, claro y ese respeto era el teorema de Bell, un hombre respetuoso este Bell, decía riéndose. En fin, había investigado todo eso gracias a la Banisteriosis caapi, esa mezcla de jugos selváticos de color rojizo ocre que, a la vez, lo había convertido en una persona de sentimientos compasivos, eliminó su ansiedad y potenció su creatividad para la recepción de las artes (según él, claro)

A Elortis le molestaba un poco que Ponen hablara como un publicista de dietética, sería por los años de trabajo marketinero en la discográfica. Alexander les advirtió que la ciencia no debería molestar a los animales. Eso de estudiarlos era peligroso. Ya con comerlos era demasiado.

Entonces, Elortis se acordó del mono Albarracín, chillando y dándose la cabeza contra las rejas de la juala, y también se permitió pensar que ese comportamiento salvaje era debido al cambio de hábitat, palabra demasiado generosa para describir al entorno que lo rodeaba en el departamento. Ponen lo miraba serio, mientras pensaba seguramente en otras cosas para afianzar sus teorías, y Elortis se atrevió a confesar que, más allá de los chamanes, los campos mórficos y la teoría de Bell, él creía que, simplemente, la generación actual había absorbido por evolución genética algunas experiencias reveladoras del siglo pasado, se refería a la contracultura de los sesenta; y que la música había acompañado un renacimiento de los sentidos.

Por lo tanto, ya no hacían falta las glándulas de los pobres sapos (tal vez nunca hizo falta, se corregía ahora Elortis) ni la tintura de los caracoles, o las lianas de la selva, para mirar de reojo alrededor con los ojos cerrados. Mientras tanto el productor rubio intercambiaba algunas palabras en voz baja con Ponen, mientras Sabatini lo miraba medio sorprendido a Elortis por su conclusión.

De repente, decidieron que irían en la combi del productor de la radio a la playa a probar una pócima que Ponen tenía en la mochila de hilo. Elortis hubiera preferido seguir bebiendo en otro bar, después de todo los escritores suelen beber en habitaciones de cuatro por cuatro y no comerse lianas de la selva; no sabía cómo escapar de la propuesta de Ponen. Sabatini estaba muy entusiasmado con la iniciación. Elortis fue al baño, y cuando volvió ya se habían ido. Salió a buscarlos.

Ya estaban los tres a media cuadra de distancia; Sabatini les hablaba sin parar, también había tomado demasiado.

Estacionaron cerca de la playa, salieron de la combi, y Ponen sacó una petaca con un líquido rojizo; les advirtió que, a pesar de que estaban al aire libre, en un lugar adecuado, habían tomado alcohol y no estaban limpios como para aprovechar la situación.

La intención era esperar en silencio que la preparación hiciera lo suyo, pero en vez de eso Sabatini le pidió a Ponen que le comentara a Elortis lo que había dicho mientras estaba en el baño. Ponen se limitó a sonreír. Sabatini comentó que para Ponen, Elortis había crecido en una familia muy represiva. ¡Para qué!; Elortis, que no compartía esa opinión (y menos mal que todavía no estaba enterado, decía, del posible pasado de Baldomero, si no la paranoia lo habría hecho maldecir a todos y volverse solo por la playa) dijo, de mala manera, que estaban equivocados, ¿de dónde sacaban eso? Después, Sabatini le dijo que tal vez Ponen lo había notado tenso por Miranda; él pensaba que esa mujer nunca había sido para él; eran diferentes. Ponen les pidió que no hablaran tanto, y que si no se llevaba bien con su pareja —aunque Elortis ya se había separado— se concentrara en eso, tal vez encontraba la respuesta a su problema.

De más está decir que me dio ganas de dejarlo a Elortis en medio de su experiencia con las drogas amazónicas, pero tenía la necesidad de quedarme, como si las confesiones más terrenales de Elortis fueran el desengaño que estaba buscando para olvidarme de él —lo mismo me pasaba cuando me hablaba de la bailarina Sofía. En realidad, quería quedarme y leer sus palabras porque parecía que tenía algo importante que decirme…

Se quedaron mirando un rato el mar callados y después, como les dio frío, se guarecieron en la combi. Sabatini y el productor rubio comentaron sus visiones, eufóricos; Ponen y Elortis se quedaron callados. Alexander la tenía clara y no dijo nada. Pero Elortis no había visto nada, se había mareado un poco y la boca se le había empastado. El productor tuvo la gentileza de dejarlos en el hotel (cuyo nombre era un anagrama de la dirección de mi casilla de e-mail, aunque en aquel momento no pudiera saberlo, decía Elortis).

Mientras Sabatini se despedía de Ponen en el asiento posterior, con la combi estacionada en la puerta del hotel, en esa calle que daba al mar, Elortis creyó que veía mal pero vio que el cielo del mar era de un negro compacto y brillante; un sobrecogimiento lo inundó, el negro se esparcía en el mar y bañaba la arena de la playa; escuchó que Sabatini cuchicheaba atrás con Ponen, asombrando porque a Elortis se le había retardado el efecto. Él estaba esperando que apareciera el monstruo de la laguna negra, que saliera del mar como Godzilla, ese monstruo japonés, para acercarse a la combi y arrastrarlos a todos hacia el agua; pero no había otra cosa más que el cielo negro chorreante e infranqueable.

Después de ese minuto eterno, se despidió, malhumorado, de Ponen y del productor, que lo miraba como diciendo a éste que le pasa, y subió en el ascensor con Sabatini. En el pasillo de la habitación del hotel, le dijo a Sabatini que había hecho mal en hablar de su vida privada con desconocidos, y le dejó en claro que no tenía derecho en meterse con Miranda, menos después de que se hiciera rogar tanto para acompañarlo. Sabatini lo mandó a cagar.

Entendieron que ahora sí estaban peleados y al otro día desayunaron serios en la misma mesa, sin decir un palabra; por suerte una periodista vino a hacerles una nota y dejaron de lado el silencio por un rato. Su amistad había sufrido un nuevo traspié, esta vez decisivo, decía Elortis.

En el encuentro literario en Villa Victoria respondieron de mala gana las preguntas del escaso público. El cielo negro, sin nubes, el monstruoso mar, decía Elortis, podía ser la falta de perspectiva que iba a tener su vida por un tiempo prolongado después de esa experiencia, o algo más, algo que no podía distinguir aún. En aquel momento se negó a ser observado por las imágenes que le llegaban y vió, a falta de espejos luminosos, al esqueleto del mundo en su más cruda realidad.

No lo sabía, pero quería ahorrarme las deducciones. Nada peor que esconder los significados. Ahora le parecía que ese día se había escapado de sí mismo.

En la combi lo tenían cercado, ya lo habían descubierto y habían seguido sus pasos, los que lo querían y lo conocían, representados por Sabatini, hasta el borde del océano. Su visión subrayaba lo que había pensado aquel día. Que en nuestra generación disfrutamos la experiencia del redescubrimiento en la anterior de la experiencia enteogénica, es algo que se lleva en la sangre desde chicos, como todos los monos ya saben pelar las papas, si había entendido bien las vagas teorías de Ponen. Los místicos eran siempre de derecha pero ahora, menos mal, ya no hablamos de misticismo, sino de la naturaleza, del problema de lo natural, o como me gustara llamarlo. Que le diera a sus palabras el beneficio de la duda. Como si hiciera falta que lo digas, Elortis.

Recuerdo que se largó a llover hacia el final de esa larga conversación. Parecía el fin del mundo. Le dije que él era un mago y que yo era una bruja, dos potencias contrarias y enemigas. Ok, brujita. No hablamos durante una semana. Lo veía conectado pero no lo saludaba; me irritaba que su orgullo le impidiera iniciar una conversación.

Cuando finalmente me saludó, al principio acordamos que iríamos a comer una hamburguesa en la hora de almuerzo que me daban en el trabajo, pero Elortis no parecía muy entusiasmado con la idea, tal vez prefería que nos viéramos en otro momento y lugar, y al final terminamos posponiendo ese encuentro.

Con las cosas que pasan yo no tenía ganas de encontrarme a la noche con alguien que en en realidad no conocía, y en una charla anterior cuando se había tocado el tema le propuse que nos podríamos ver con la condición de que estuviera presente, por lo menos, una amiga en común. Se enojó; no entendía cómo le daba tantas vueltas.

por Adrián Gastón Fares.

El nombre del pueblo. Novela.

El nombre del pueblo - Novela - Adrián Gastón Fares 2018.jpg

Llegó la hora!

La hora de compartir El nombre del pueblo (110 páginas, Adrián Gastón Fares, 2018), una novela que he escrito a través de los años (como se escriben las cosas, ¿no?)

Comencé a escribirla antes de Intransparente y luego se fue reescribiendo hasta ahora que la comparto en exclusiva con ustedes en este espacio.

¿Qué van a encontrar?

Hay dos Sinopsis.

Copiaré aquí una:

En un pueblo sin nombre, el hermano del candidato a gobernador espera desde hace años en la playa el arribo de una embarcación que le traerá a una misteriosa mujer. La embarcación llega y también una serie de asesinatos cometidos a sangre fría. Una por una las mujeres que conoce Miguel son borradas de la tierra. Un policía despistado y el mismo Miguel siguen las pistas que conducen al hall de una casa antigua del barrio residencial de este pueblo innombrable.

La otra está dentro del libro.

La novela tiene unas 110 páginas, así que es mucho más corta que Intransparente.

Se despacha en una noche o dos, según el ritmo de lectura, porque la trama es intensa.

Me hice un botón de pago por si alguno le gusta la novela y quiere colaborar conmigo.

Estoy muy atribulado con otras narrativas como la de Mr. Time, en cuya carpeta de presentación trabajo a tiempo completo (más las vicisitudes del quehacer de Gualicho, que darían para otra novela de, por lo menos, 200 páginas…)

Así que disfruten esta novela, que nació como un guión hace muchos años, y que fui reescribiendo a través del tiempo.

Ya me dirán qué les parece.

El nombre del pueblo, por Adrián Gastón Fares.

Género: Novela, Ficción, Intriga, Policial (y unas gotas de fantasía)

Con los links que siguen pueden leerlo online grátis (PDF)

El archivo AZW3, EPUB (que es el formato original y recomendado, junto con el PDF) o el MOBI se descargan de manera automática y así pueden transferirlo a su lector de libros electrónicos favorito (eBook), según el formato que más les convenga o guste (incluyo la conversión para el Kindle) Sólo tienen que cliquear los Links.

Descargar Gratis / Free Download:

El nombre del pueblo, Adrian Gaston Fares PDF

El nombre del pueblo, Adrián Gastón Fares AZW3

El nombre del pueblo, Adrián Gastón Fares EPUB

El nombre del pueblo, Adrián Gastón Fares Mobi (Kindle)

La ilustración que utilice para la portada es un boceto del inmenso dibujante Sebastián Cabrol, que me pareció que iba perfecto para los vaivenes de esta trama macabra.

Saludos!

Adrián Gastón Fares