Esta historia es mía y tuya. Del mundo también. Pero no es para cualquiera…
La gente de esta zona del país enloqueció con las dos epidemias. No se sabe mucho de la segunda, la de 2021 todavía… Pero en estos dos años y medio cambiaron las cosas. Eso los hizo terminar en este barrio de Lanús. Y a mí también. Llegué algo después que ustedes.
Tuve la suerte de conocerte y poco a poco te abriste a mí. Fui recolectando en mi mente parte de lo que me contabas.
Naciste en los ochenta. Tus progenitores te abandonaron primero en el hospital. Luego, las enfermeras te dejaron al cuidado de las monjas del convento Seré, en Lomas de Zamora.
Tus padres no toleraron saber que habían tenido hijos diferentes a los de otras familias. Tampoco sabían qué hacer… Las del hospital sabían que había hijos de otras familias en Seré, que habían nacido por esa época con las mismas… características que vos.
Fue una suerte para vos porque pudiste conocer, cuando te dejaron hacerlo, a otros iguales.
Al principio, las monjas los dejaban tomar todo el sol que quisieran. Aunque no los dejaban salir del convento. Temían que te vieran a vos y a los demás porque creían que iban a decir que eran hijos de ellas con los curas. Un castigo por los pecados…
Cuando iban los contingentes de colegios a visitar la iglesia y el parque florido del convento la hermana Dilva te ayudaba a pintarte de negro o de color betún y te dejaba verlos con la condición de que no bajaras de tu pedestal y de que tampoco te movieras. A vos te ubicaban en el pequeño cementerio, entre casuarinas, lápidas y urnas con cenizas de las monjas de clausura que habían fundado el convento. Ese parque, incluso el cementerio, te daba paz.
Y vos eras toda una estatua. Hubieras ganado concursos con eso, dijiste. Los otros lo hacían muy bien también, salvo Zumo y Lungo que a veces se cansaban y se bajaban. Por suerte no asustaron a tantos chicos como para que corrieran habladurías.
Como estatuas, a ustedes les alegraba ver gente nueva. Y nadie se daba cuenta de que eran personas reales.
Las hermanas guardaron tus peluches y no te dejaban tenerlos.
Tenés que saber que tu abuela Mery seguramente ya murió. Y no esperar más regalos de ella… Traté de explicártelo, pero es una ilusión que tenés. Lo entiendo.
La hermana Dilva adoraba a una Virgen negra que tenía escondida y era la única que cada tanto te dejaba dormir ya adulta con alguno de tus muñecos.
Eso se acabó cuando diste a luz a Fanny.
Era hija del padre Molina.
Si pudiera lo mataría a ese sinvergüenza, pero no sé dónde estará.
Los tuvieron que esconder a todos y los dejaban salir solamente al mediodía al sol, cuando el parque estaba vacío. Ahí se pusieron todos muy delgados. Pero Fanny comía puré de un lado, o hacía que comía, y después seguía alimentándose, digamos, con vos.
Por la epidemia del maldito parásito, las monjas abandonaron el convento, incluso la hermana Dilva, que enloqueció como tantos otros, y a ustedes los dejaron ahí.
Llegó la época de las grandes lluvias. No podían recibir alimento y no había animales ni personas caritativas y comprensivas como algunas de las monjas que se ofrendaban a ustedes sin problemas… Ustedes estaban desamparados y muy débiles.
Un día se escaparon en la camioneta que habían dejado abandonada en el convento. Las monjas usaban a Lungo para que les trajera provisiones especiales por la noche y vos le pediste que manejara.
Lungo y Zumo iban adelante. Vos con Beatriz, Fanny y los gemelos viajaban en la caja de carga con todos tus peluches y tu querida virgencita.
De casualidad dieron con la iglesia y el colegio de este barrio y vos le ordenaste que se detuviera porque pensaste que la hermana Dilva y los otros podían estar adentro.
No estaba la hermana Dilva. Pero había otras…
Lo que hicieron ese día en ese colegio no fue lo mejor. Pero no fue tu culpa.
Es hora de que no sientas más culpa, nunca lo mencionaste, pero sé que la sentís. Y lo más importante, que no se la transmitas a Fanny. Ya está un poco resentida. No sabe bien si es más parecida al cura Molina o a vos… Por eso a veces desaparece…
Sabe que en parte lo que hicieron fue para salvarla a ella. Y no está muy cómoda con su destino todavía… Menos cuando empezó a conocer a la gente de la avenida.
Por lo demás, parece que de chica te gustaba Zumo, o él gustaba de vos, o algo así entendí yo. Cuando quedaron solos en Lomas, y no aceptaste sus lances, dijo que se iba a arrancar el colmillo que tiene en la oreja para regalártelo.
Ver una estatua de un santo algo movediza y con una especie de arito pudo ser medio fuerte para algunos niños.
En fin, no quisiste saber nada con él. Y acá estaba tan celoso, que pensé que era lo mejor que no nos viera más juntos.
No fue fácil entender tu historia. No fue fácil comprenderte a vos tampoco. A veces sos un poco… difícil. Pero sé que sufriste mucho.
Al principio, Fanny no me aceptaba. No pasó mucho hasta que se encariñó…
Perdón si te molestó que prefiriera quedarse conmigo.
Repito, por el cura Molina, ella es mitad como yo y mitad como ustedes. Pero no le gustaba mi decisión de alimentarme como ustedes. Sabía lo que me iba a pasar… Por eso también creo que está enojada con vos y por eso está haciendo lo que está haciendo…
Me quedo sin fuerzas, Gema. También dejo escrito esto por si llegás a confiar en otra persona como en mí. En ese caso, podrías dárselo para que entienda. Tal vez las cuide mejor que yo. Mi idea era seguir con mi camino… Pero llegó a su fin. Fue una decisión mía ser como ustedes para entenderte más.
Les dije a los nuevos que se fueran, para que los dejen en paz, pero no sé si me harán caso. Parecen tan testarudos como yo, en especial la chica.
Cuándo te conocí y te pregunté quién eras no quisiste revelar tu nombre y escribiste: “Seré Nade”. Nunca supe si quisiste decir que eras de ese convento y nada más o si era un: “Soy nadie”, un término vago para alejarme. Supongo que las dos cosas…
Perdonen si nunca les gustó el nombre que les puse. Ahora yo
Seré nada.
Roger.
por Adrián G. Fares.
En este capítulo 29 de Seré nada se cuenta la historia de Gema, Lungo, Zumo y Beatriz, así como la de los demás serenados. Roger es el narrador en este caso. Silvina y Ersatz leen un libro, una especie de grimorio o libro de sombras de Gema, en el que Roger escribe esta carta contado los hechos que ocurrieron en el convento Seré de Lomas de Zamora. Es el pasado de lo que se narra en la novela.
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