1. LOS HOMBRES DE TRAJE
Cuando Luis Marte despegó los ojos ese día estaba en un ataúd, en una cochería de Avellaneda. Lo primero que vio fue el techo color celeste del lugar; lo primero que escuchó, el murmullo de un grupo de personas que hablaban a un ritmo sostenido; y lo primero que sintió, créanlo, fue alegría.
La risa brotaba de su interior y arremetía contra las paredes de la sala produciendo un estimulante eco. Luis notó que esa risa había estado creciendo dentro de él en los últimos minutos y que había sido el cosquilleo la causa del despertar; ahora su intensidad concentró todas las miradas en el ataúd; todavía acostado en el cajón, no pudo aguantar más la alegría que llevaba adentro y la expulsó con una serie de carcajadas. Entonces, la chica y los dos hombres de traje que estaban en la sala, todavía helados, sorprendidos, vieron cómo una mano se levantaba en la mitad del féretro y asía el borde.
Se aferró del borde del féretro y logró levantar la mitad superior de su cuerpo. No podía parar de reírse y cuando sus ojos se encontraron con los de la chica, en ese instante, se quedó prendido de los rizos castaños que reflejaban la luz del sol que entraba por la ventana. La chica se desmayó.
Ver cómo la cara de Violeta, su ex compañera de secundario, se transformaba, le resultó gracioso a Luis. Otra carcajada surgió y el joven se encontró con la mirada amenazante del más alto de los hombres de traje. Entendió y logró mantener su sonrisa por un momento, hasta que recordó que esos eran los que dos días atrás le habían disparado (¿o era un sueño?). El bajo lo miraba con profundo desdén; el alto lo contemplaba serio pero satisfecho y afirmaba con la cabeza.
Luis vio a sus antiguos compañeros de secundaria mirando más allá de la puerta y eso bastó para que su sonrisa se disipara. Su tío dio dos pasos dentro de la habitación.
El más alto de los hombres de traje se acercó, empujó al tío de Luis afuera y cerró la puerta de la sala de una patada. Caminó hasta donde estaba el bajo, y los dos miraron hacia Luis.
Éste vio a su abuela, que seguía durmiendo, y se volvió hacia los hombres de traje, que dudaron sólo un instante; desabrocharon el saco y llevaron las manos a la cintura donde encontraron lo que buscaban.
Luis trató de moverse para bajar del ataúd. Los hombres de traje ya tenían las dos armas apuntándole directamente a la cabeza.
Se golpeó fuerte la pierna. De repente, y aunque no la sentía, la pudo mover y se tiró del ataúd hacia el lado de la pared. Resonaron los disparos unos centímetros arriba de su cabeza. Desde el piso, vio cómo su abuela despertaba; al ver a los dos hombres disparando y a su nieto muerto moviéndose, cayó desmayada.
El ataúd seguía sobre los caballetes y Luis lo empujó con las dos manos. El alto retrocedió y gritó al recibir el peso del ataúd en sus pies. El otro disparó y la bala pasó cerca de la cabeza del velado.
Luis se levantó y a su derecha vio la ventana que daba a la calle. Quiso correr y algo lo sostuvo. Fue como si lo amarraran invisibles hilos provenientes del ataúd. Una bala silbó cerca de su oreja izquierda y empezó a sentir cómo su cuerpo se llenaba de fuerza en vez de dolor. Corrió y se tiró sobre el vidrio, mientras las balas pasaban a su lado. Tuvo suerte. El golpe hizo que la ventana se rompiera.
La vereda estaba al mismo nivel de la sala. Luis, asombrado de no sentir dolor con el golpe, se levantó rápidamente y empezó a correr. Las coronas que sus amigos le habían comprado estaban puestas en la vereda, apoyadas en la fachada de la cochería; se llevó una por delante y la derribó. Estuvo a punto de caer, tocó el piso con sus manos y siguió corriendo. Miró atrás y vio a los dos hombres que lo perseguían saltar la corona tirada. Al volver la cabeza vio que en la esquina un colectivo se había detenido para dejar subir a un viejo. El colectivero esperaba que el semáforo se pusiera verde. Luis aprovechó para lanzarse hacia el colectivo y saltar al interior. El chófer pisó el acelerador. Miraba cómo los hombres de traje guardaban sus armas, cuando el colectivero le preguntó adónde iba.
por Adrián Gastón Fares
Suerte al Zombi, por Adrián Gastón Fares. Novela.
Índice de capítulos siguientes:
2. Colectivo.
3. Calles Céntricas.
4. La última lágrima.
5. ¡¿Decente?!
6. El baile del zombi.
7. Pasame un trago.
8. Contra el piso.
9. La abuela y los policías.
10. Daimón.
11. La cortó porque no le gustó.
12. La revolución blanca.
13. Jorge, Leonardo y Juan VS. Olga y Chula.
14. El justiciero.
15. Parado en el medio de la calle.
16. Algo mejor.
17. La fuga de los zombis.
18. Velados.
19. El mundo tendría que ser como este lugar.
20. ¡Suerte al zombi!
21. Tenemos trabajo hoy.
22. Tártaro.
23. Florida – Plaza San Martín.
24. Está bien.
25. Los muertos no fuman.
26. La chica que buscás.
27. Atardecer.
28. Pueblo chico, casa grande.
29. Carroñeros.
30. Párrafos muertos.
31. En el cementerio de Mundo Viejo.
32. Nos vamos, Luis.
33. Conversación.
34. Luis Marte.
35. Fernanda Goya.
36. Luis y Fernanda.
37. El Deformado.
38. El mundo dando vueltas.
39. Garrafa y López versus Luis Marte.
40. La verdadera fiesta.
41. El montículo prominente.
42. Atajala.
43. Y la cabeza giró en el aire.
44. El libro.
45. Eduardo y la calavera.
46. La calavera rodante.
47. Fin.
Novela. Autor: Adrián Gastón Fares.