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El hombre sin cara. Relato corto.

Un hombre sin rasgos faciales nació en el barrio de Once de Buenos Aires. Los médicos que lo extrajeron del cuerpo de su madre le advirtieron a ella que no tenía rasgos faciales, pero aclararon que gracias a Dios tenía todos los sentidos intactos. El niño había llorado y todo, luego de un minuto, ya que a través de los poros de su pielcita, salió disparada una nube de vapor, como si algo hubiera activado un rociador, que se esparció por toda la sala de la clínica.

Según el médico su verdadera cara estaba debajo de gruesos pliegues de lampiña piel, pero de alguna manera la información visual y auditiva, que son las más importantes para los humanos, ya que el olfato no parece muy útil, llegaba al cerebro, que estaba en algún lugar de esa cabeza que parecía un huevo rosáceo.

Cuando llegó el momento de pasear con el cochecito de bebé, la madre le dibujó antes con un marcador indeleble unos ojos, una nariz y una boca. El padre retocó un poco el dibujo de la madre y los dos quedaron muy contentos con el resultado. La gente quedó encantada con el resultado en la calle. Le sonreían y hasta lo acariciaban.

Aprendió a mover los rasgos como pudo y en la escuela, haciendo mucho esfuerzo, pudo estirar tanto la parte inferior del huevo que tenía de cara, lo que hubiera sido su mentón, que logró separar una hendidura parecida a una boca, justo donde tenía la boca dibujada. El tiempo pasó y el hombre sin cara creció y pasó como uno más entre los pares, salvo algunas bromas de los pocos que podían darse cuenta que su cara era un dibujo. Durante el colegio secundario el acné revistió la piel de donde hubiera ido el rostro de cráteres y eso ayudó a que otros se sintieran identificado con él. Después de todo, las caras están en proceso de erupción en esos años.

Con el tiempo, después de graduarse en Bellas Artes, el hombre sin cara se convirtió en un intérprete excepcional, aprendió a recitar obras de teatro clásicas de memoria, escribió las suyas, fue premiado, elogiado, e incluso ganó algo de dinero. Tenía ese don de contorsionista en su cara. Era un experto en la imitación. Y no sólo eso, a veces lograba transmitir estados de ánimos jamás experimentados por el público ya que podía plegar la piel de una manera nunca antes apreciada por los espectadores de teatro.

En ese momento, en la cresta de la ola de su popularidad, consiguió enamorar a una chica que con el tiempo se convirtió en su pareja. La misma chica lloró ante las menciones y premios colgados en las paredes del apartamento del hombre sin cara, donde vivía solo, con varios espejos, desde que se había mudado de su Once natal. El hombre sin cara no entendía por qué la chica había llorado, porque a él parecía irle bien.

Al poco tiempo el dinero no alcazaba. Y el hombre sin cara malgastaba en miles de lapiceras y marcadores de tinta indeleble su desequilibrada fortuna. Un primo lejano lo ayudaba en secreto económicamente y eso bastaba a esa familia para mantener la ilusión de que no habían tenido un hijo sin cara. Pero la chica ya no toleraba la situación y la gente decía que había que tener un futuro, que debía tener un PLAN B el hombre sin cara, y hacía rato que el hombre sin cara no quería hacer otra cosa que dibujar, escribir, actuar e incluso bailar; todo lo cual estaba escrito en la obra de teatro que quería presentar cuanto antes.

Así y todo, por esa época la pareja decidió festejar su unión espiritual, ya que la física no paraban de festejarla, y si bien no eligieron casarse, hicieron una fiesta en el apartamento de la suegra del hombre sin cara. Para la fiesta, fue invitado un familiar, el primo lejano que era una especie de mecenas de nuestro protagonista, que había crecido con el hombre sin cara, que había visto a los progenitores del mismo pintarle las facciones, porque era de esos hombres que siempre están en el momento justo y en lugar indicado para influir en la vida de los demás.

Es más, se vistió de lujo para la ocasión, él que era sucio y vulgar, y llevó un sombrero de vaquero, que le daba un aire de patriarca superado. Una mirada del primo lejano dejaba sin valor la de los padres del hombre sin cara. El brillo de esos ojos sagaces y resentidos era capaz de convencer al mundo de que nunca se habían destrenzado los continentes. El amor nunca tuvo un contrincante tan entrenado, tan erguido, tan lastimado como para clamar venganza.

El hombre sin cara, en la terraza donde se festejaba la unión de los amantes, se quejó de que faltaba vino para el festejo, algo de lo que se iba a encargar el primo lejano, incluso había dicho que su finalidad era alegrar la fiesta con los vinos que él mismo producía. El primo dijo, tomándose la punta de su sombrero.

–No tenés cara para decirme esto. No tenés cara.

El hombre sin cara no sabía que contestar. Empezó a sentir un remolino ardiente que nació en su estómago y subió hasta su pecho. Él había hecho las cosas bien, él había administrado las cosas para que ahora estuviera a punto de cumplir y realizar su gran obra. Las sumas que enviaba el primo lejano eran una limosna. Y hasta él había trabajado en sus viñedos al principio sin paga. Pero el primo lejano repitió.

–No tenés cara.

En ese momento el padrastro de la pareja del hombre sin cara se miró con su esposa y todos bajaron la cabeza, desilusionados del hombre con cabeza de huevo.

Unos días después, cuando seguía preparando una obra de teatro que se llamaba El hombre sin cara, el cielo ennegreció y se desató una tormenta, El hombre sin cara estaba ensayando en un galpón que había convertido en sala y se dio cuenta que era el cumpleaños de su querida y debía pasar por la florería. Olvidó su paraguas. La lluvia fue tan fuerte que borró las facciones que tenía dibujadas. Fue tanta el agua que cayó, y tan lacerante, que llegó a borrar incluso las que habían dibujado sus padres. La ciudad se inundó de agua y el semblante del hombre sin cara de tinta.

Las cejas se despintaron, cayeron sobre la nariz en una mancha que ya no tenía límites claros, la nariz se desparramó sobre lo que hubieran sido sus mejillas como si fueran los redondeles rojos de un payaso, y la boca cayó hasta la punta del huevo que debería haber sido su mentón. Aún así llegó a comprar el ramillete de flores para festejar el cumpleaños de su pareja.

Así que entró en su apartamento con las rosas y su pareja empezó a gritar. En vez de decirle que su cara se había desfigurado por el agua, le tiró un trapo y dijo que no podía seguir en la situación en que estaban. También le dejó en claro que era una maldición para sus padres, y para su primo lejano sin dudas, y que evidentemente tenía serios problemas psicológicos que había tratado de advertirle que fueran enmendados. El hombre sin cara sabía que tenía algunos problemas por no haber tenido cara, pero no eran nada comparables a los que tenían los demás. No había manera de explicar su vida.

El hombre sin cara terminó llorando y temblando en su apartamento frente a su pareja que le anunció que lo abandonaba y que se iba bien lejos porque su madre había comprado un pasaje para llevársela de viaje y alejarlo de él lo más rápido posible.

Solo en la casa, el hombre sin cara fue a una caja de madera que tenía en el placard, la abrió y sacó el certificado de hombre sin cara que le habían expedido el estado argentino hacía muy poco tiempo, mientras conocía a la que ahora era su ex pareja. No era el único, pero otros simplemente tenían un huevo en vez de cara, y desde niños andaban así, con una tez oscura, a veces con llagas de restregarla contra la pared para tratar de sentir algo de forma directa, otras veces bronceada por el sol, cuando elegían vivir alejados de la sociedad. Sabía que algunos sentían tanto que elegían esconder la cara en algún armario.

Con el certificado de hombre sin cara, y sin parar de llorar, el hombre se dirigió a la cocina, abrió la hornalla y quemó el certificado, que incluso le había sido entregado por su querida cuando llegó por correo. Luego tomó el jabón blanco de lavar la ropa, fue al baño y comenzó a lavarse la cara, hasta que no quedó ni las cicatrices de las repetidas manchas que había dibujado su madre hace tantos años, y las que él había vuelto a marcar tantas veces con ahínco; las que parecían ojos, una nariz y una diminuta boca, que él mismo había aprendido a fruncir haciendo esfuerzos desmedidos, como el mejor contorsionista, se fueron alisando y la cara quedó casi como un huevo rosado, enrojecido en su totalidad ahora y no sólo en algunas partes por la fricción del jabón y la de sus propias manos. El huevo que tenía de cara parecía ahora un gran ojo restregado.

Fue a una psicóloga, de ascendencia griega, que le dijo, como si fuera el mismo Zeus, que nadie debía quererlo si no quería estar con un hombre sin cara. No era una obligación que su ex pareja lo quisiera; con eso pareció estar descubriendo América la mujer. Luego fue a otro que le dijo que el mundo era injusto. Y que él debía ser descendiente de los primeros homínidos fallidos, esos que relataba el Popol Vuh, con caras yermas como la suya.

Desesperado, visitó a un homeópata que le dijo que tomando unas gotitas de un líquido podría empezar a recuperar sus rasgos. Todos los defectos del hombre sin cara que no tenían que ver con no tener rostro comenzaron a agigantarse ante él como terribles pesadillas que se proyectaban en la pared desnuda del apartamento donde vivía. Necesitaba salir de ese lugar cuanto antes.

Se había dado cuenta del gran sobreesfuerzo que estuvo haciendo toda su vida para encajar, para salir adelante, porque él era el primero de todos que sabía que en lugar de una cara tenía una planicie que tuvo que aprender a domar para expresar sus variadas emociones. Al principio golpeaba con su cabeza la de los demás, para dar a entender que le gustaban. Algunos, y con razón, lo tomaban a mal. Descubrir lo que ya se sabe es lo más aburrido del mundo. Y la tristeza y el sopor de lo monótono inundaron al hombre sin cara. El futuro estaba vacío.

Como el agua ahora parecía perseguirlo, el día que salió de su apartamento dispuesto a conquistar el mundo otra vez no paraba de lloviznar. En las calles céntricas de Buenos Aires, trató de encontrar a otro hombre sin cara, a una mujer sin cara también, pero fue en vano, todos parecían haber escapado de alguna manera de ese lugar. Sabía que no todos los hombres sin cara tenían cabeza de huevo, así que andaba mirando a los que tenían sombreros, a las que andaban con paraguas escondiendo la cabeza, a las niñas cuyo cabello parecía de utilería, a los niños que llevaban máscaras aunque no hubiera ninguna fiesta ni era carnaval, a los viejos que tenían una pipa más grande que su nariz, y más que nada, a los tatuados, con cuidado, porque algunos decían que traían mala suerte. Pero nada.

Entonces trastabilló y cayó en una zanja sucia, ya cuando estaba por el barrio de Palermo, y había caminado más de cinco kilómetros de donde vivía. Ahora sus facciones eran un caos organizado por el barro de la zanja. Pudo verlo en el baño de un bar y luego se alejó para meterse en el estudio donde estaba ensayando la obra. Juntó fuerzas y con la cara que parecía ser un lodazal, pero guarecido esta vez de la lluvia y de las personas, comenzó a proferir el discurso que había preparado para la obra que iba a interpretar con su amada ausente.

Odiaba realmente más que nunca a su primo lejano. Estaba dispuesto a ir a buscarlo y arrastrarlo de los pelos por todo su viñedo de uvas agrias. Pero él no era así. Sabía que la vida se desplegaba, se alisaba, se contraía, se ahuecaba, arrugaba, se desprendía y que esa verdad era inherente a todo, como si lo que lo separaba de su primo lejano fueran esas tierras resecas y partidas que generan las sequías. Y pensó que esa terracota inutilizable era la que tenía su primo en su corazón.

No había nadie en el galpón que usaba de sala de ensayo. Las ratas paseaban por las vigas y sorteaban los reflectores. Las palomas anidaban en el techo de zinc.

El hombre sin cara se mantuvo de pie una hora e interpretó todos los papeles de la obra que había escrito. Luego advirtió que por el techo, que debía estar agujereado, caía un pequeño hilo de agua. Caminó hasta el agua azul verdosa y dejó que lo salpicara para darle así un nuevo aspecto a su redondo y liso semblante. Entonces buscó una vieja silla de madera que había en un vértice de la habitación y se sentó. Levantó su mano derecha, extrajo de sus bolsillos un marcador y dibujó una cara en cada una de las yemas de sus dedos.

Una yema sonreía, la otra expresaba frustración, en el dedo medio había una asombrada, una frívola la seguía y en el meñique una carita absorta. Se quedó mirando su meñique por mucho tiempo, hasta que logró que la cara absorta comenzara a moverse.

De alguna manera, logró que la piel de su dedo meñique se estirara, cambiara de forma, comenzara a hacer una transición entre las caras que estaban dibujadas en las otras yemas. Y se distrajo tanto con eso, que la noche sobrevino, el día, las semanas, los meses y enflaqueció hasta quedar hecho un esqueleto. Un día su cabeza se desplomó del peso.

Lo encontraron, hecho un esqueleto, sin piel y con la cara que los médicos habían dicho que tenía bajo el huevo que debió contener una cara. El rostro descubierto, como el de los demás humanos, era único, y hasta en la deformidad de la muerte conservaba la pasión que lo había guiado en sus pasos por este mundo de gente que, en general, llevaba una cara bien visible.

Y así termina el relato de la vida del hombre sin cara.

Por Adrián Gastón Fares

Ciencia ficción y terror en Argentina. Una introducción a Seré nada.

Ebook cover Seré nada, una historia suburbana de terror. Y ciencia ficción, deberíamos agregar.

Seré nada, una historia suburbana de terror ( y ciencia ficción ) es una novela cuya acción transcurre en Lanús, en el conurbano bonaerense. Es una distopia. Luego de dos epidemias, el sur del Gran Buenos Aires queda casi abandonado. Y gracias a una concentración política en el norte de Argentina hasta en la ciudad de Buenos Aires no hay mucho para hacer. Así que tres amigos con sordera o hipoacusia, usuarios de audífonos como el que escribe, o sea yo, deciden partir en busca de una supuesta comunidad de personas sordas de la que habla un difuso blog (como este).

Parten a pie y caminan hacia el sur. Tras cruzar el puente, un vagabundo les grita «la piedra rechazada será la piedra angular», parafraseando a un pasaje de los evangelios… Y como todos los que buscan encuentran, Ersatz, Silvina y Manuel dan con un mundo suburbano dónde hay seres a los que no les quedó otra que adaptarse.

Es una novela sobre la adaptación y hay personajes, como en la realidad, que les encanta hacer sufrir a las personas diferentes y, como en la realidad, tal vez tengan que aprender por las malas.

Me gusta pensar que Seré nada, una historia suburbana de terror, no es una novela fantástica. La veo más como una mezcla de ciencia ficción, aventuras, comedia social y terror con personajes que podrían existir.

Busquen un poco de sol para estar a tono con el culto a Helios y aspiren hondo por la nariz como Gema. Ojalá encuentren su propia novela en las páginas de Seré nada.

Para eso, espero que antes hallen el susodicho libro en el laberinto que es este blog, a esta altura, donde hace varios años un escritor llamado Adrián Fares escondió muchos monstruos para regocijarse (y asustarse también) al encontrarlos.

Adrián Gastón Fares

Seré nada, una historia suburbana de terror. Uno de los capítulos de mi última novela de ciencia ficción y terror.

Ersatz recordó que cuando era chico la torre espacial de Interama tenía luces rojizas que titilaban en la noche. ¿Seguirían funcionando? Pronto lo sabrían.

Le dio escalofrío pensar en ese parque de atracciones abandonado hacía tanto tiempo. Le tenía un poco de miedo a los parques de diversiones. Todo le parecía muy grande y desproporcionado y parecían gritar una ilusión falsa. Y Ersatz, como los otros dos, estaba cansado de las desilusiones.

Caminaron una cuadra por Yerbal hasta donde Ersatz los detuvo para mostrarles un chalet de dos plantas y rejas góticas negras, la construcción más imponente del barrio —ahora con las ventanas tapiadas— y doblaron para tomar Islandia que era bastante arbolada y, a esa altura, una de las calles más lindas de la zona. Pasaron por la puerta de la casa pintada de blanco con jardín delantero que pertenecía al solicitado médico al que su madre lo llevaba de chico. Ersatz miró de reojo la casa, apretando la boca para no hablar. Ese médico arrogante había pasado por alto su sordera.

Caminaban por las calles porque las veredas estaban infestadas de matas de hierbas silvestres y arbustos. Aun así, cada tanto tenían que rodear la carrocería de algunos autos volcados.

En Marcos Avellanada doblaron a la derecha. Ahí estaba la pollería con una parada de colectivo antigua, también seguían erguidas más casas de dos pisos con todas las persianas bajas. El taller de colectivos de la línea 9 estaba con la valla metálica derribada. Tenía una pintada de la que sólo quedaba: NA ES EL FUTURO, y arriba unos reflectores con lámparas rotas sobre el cartel de la Tomás Guido.

Cruzaron hacia la fábrica de la empresa de transporte, que ocupaba la mitad de la manzana. En la vereda del negocio que la seguía, un taller mecánico, había tres vehículos antiguos. Un camión repartidor de soda, una camioneta cubierta con una lona correosa y un Citroen con las puertas abiertas.

En la esquina de enfrente seguía estando la casa de fachada rosada donde había un delivery de pizzas, y luego la cortina metálica cerrada del carpintero, que tenía pintada la sigla ZEO en cada letra de un color distinto —amarillo, verde y violeta— y también tenía otra pintada menos colorida que decía XXY en las ventanas. Pasaron por la casa del tucumano, el que le había enseñado a Ersatz que los animales no se maltrataban cuando era chico, algo que recordó Ersatz al grupo, que estiró la mano para detenerlos cuando estuvieron en la vereda de la que era la casa de sus padres.

Silvina estaba más interesada en la altura de la fábrica que aislaba la calle del resto del barrio. Se acercó al portón gigante que daba a un baldío y pateó un tacho de pintura vacío que estaba volcado en la entrada. A los otros dos, Silvina les pareció un fantasma pálido contra el portón negro azabache. Se notaba que la pintura era reciente. Ersatz lo recordaba de color azulado.

Manuel se quedó mirando la construcción, también enfrente de la casa de los padres de Ersatz, que seguía al baldío. Tenía una planta cuadrada y arriba, una pequeña habitación a la que se llegaba por una escalera exterior de metal, también pintada de negro. En la ventana del cuartucho se agitaba, movida por el viento, una lona oscura. Cerca, a la misma altura, sostenidos por dos palos de luz, se abombaba un pasacalle deshilachado, con las hebras flotando de aquí para allá. La felicitación de cumpleaños casi ilegible era para una tal Barby.

Las dos casas vecinas a la de los padres de Ersatz, de una planta, con fachadas de cerámica, no parecían haber sido intervenidas. Una era la de sus vecinos evangelistas, que tenía un fondo con plantas exóticas para esa zona traídas de Paraguay y la otra la de su vecina italiana que también tenía un fondo grande, donde la mujer solía criar gallinas y conejos.

Ersatz resaltó lo de los fondos para que supieran que iban a estar rodeados de bastante vegetación, pero el comentario pasó desapercibido. Las luces del alumbrado público, unos violentos reflectores LED fríos que habían reemplazado hacía unos años a las lámparas amarillentas, se habían encendido. Por un momento, los tres fueron enceguecidos. Manuel comentó que debía haber quedado energía en la central eléctrica. Ersatz, que no se lo explicaba, pero lo agradecía, sólo subió los hombros. Aunque por un momento sólo vieron manchas blancas, enseguida notaron que bajo la nueva luz la pintura negra del portón de la fábrica casi brillaba.

Luego, Ersatz les explicó que la mitad de la manzana se había dividido en esas tres propiedades, aunque cuando había llegado su abuelo italiano al barrio eran un terreno único, extenso, propiedad de un exguardaespaldas del presidente Yrigoyen al que se le había dado por plantar olivos. Ersatz les recordó, sin darle importancia, que los vecinos decían que el exguardaespaldas tenía enterrado un cofre con oro robado que nunca nadie había encontrado.

En las veredas de las casas vecinas en vez de olivos había plátanos. Y varios gingko biloba, un árbol que antes no había sabido reconocer Ersatz, pero que ahora sí porque un médico le había dicho que era beneficioso para el tinnitus.

Mientras él trataba de explicarles lo necesario a sus amigos sin pisar más el pasado en su mente de lo que tenía que pisarlo con sus zapatillas en ese momento, los otros dos pensaban lo que significaría dormir en otoño, con el tiempo tan extremo que tenían, días calurosos y días tan fríos, en la casa alta de los padres de Ersatz. Las persianas francesas de la planta alta eran enormes, de madera, y estaban bajas. Ersatz ya les había explicado que se olvidaran de levantarlas, eran muy pesadas y el mecanismo se había trabado en los años noventa. Las ramas de las suculentas andinas del largo e inaccesible balcón del frente llegaban hasta lo que quedaba del cordón de la vereda.

Por lo demás, la vereda de la casa en la que se quedarían estaba destruida, tenía grietas de la que salían hierbas silvestres en casi todas las baldosas. El tacho de basura estaba derribado y los hierros cubiertos de grasa.

Faltaban los picaportes de la puerta. El número también había desaparecido. Más allá de esos detalles, la casa de dos plantas estaba intacta. Sólo faltaban algunas cerámicas.

Repararon que el olor imperante era a pintura fresca. Nada del aroma característico de un suburbio de Buenos Aires donde se solía cocinar a esa hora de la tarde. Tampoco había ninguna sobra de comida ni en el suelo ni en los demás tachos de basura, que no tenían bolsa. Sólo huesos de animales entre los escombros.

Un perro grande, de pelaje blancuzco con manchas negras apareció y empezó a ladrarles desde la esquina cercana.

por Adrián Gastón Fares.

Seré Nada / Serenade. Todos los derechos reservados. Adrián Gastón Fares.

Nueva portada de Seré nada, novela (2021)

Mi nueva novela, Seré nada (2021) tiene nueva portada.

Con Seré nada, incursioné nuevamente, luego de Gualicho y Mr. Time, en la ficción de terror.

Quería volver a la novela (la última en invención fue Intransparente, también llamada Elortis).

Quería que fuera de terror, y quería que fuera ficción oscura (o fantasía oscura).

No sé si hubiera podido escribirla sin antes ensayar los cuentos de terror y ciencia ficción de este blog.

Tenía muchas ganas de inventar algo nuevo y de poder compartirlo. Y en cierto modo, de poner lo que aprendí estos últimos años en este arte de invocar historias.

Escribiendo Seré nada aprendí a redactar mejor.

Espero que disfruten de esta aventura, que se conmuevan un poco como yo al escribirla.

Claro que una vez que la terminen pueden opinar lo que gusten y, si les gustó, también compartirla para que otros la descubran.

Pueden leer la novela en:

También pueden buscarla en ebook en la página principal.

O bien leerla y escucharla en el Índice de Seré nada que se encuentra en el Menú de este blog.

¿Se editará en papel?

Ah, no sé…

Adrián G. Fares.

Seré nada. Descarga Torrent. Libro 2021. Y Google Play Books.

Añado el enlace para descargar mi nueva novela Seré nada usando un programa de gestión de archivos .torrent.

Por otro lado, comparto el enlace a Google Play Books (Seré nada, 235 páginas, 2021) donde pueden leer una muestra y si quieren adquirir la novela en este caso (la verdad es que no encontré la manera de subirla gratis a Google Play, por eso hay que pagar) A cambio me parece que para algunas personas será más fácil leerla así:

Google Play Books:

https://play.google.com/store/books/details?id=jE0aEAAAQBAJ

Sigamos para los que se las arreglan con los torrent o quieran aprender:

Muchos utilizamos torrents para gestionar y descargar archivos, en eso soy un poco nerd y un poco geek, supongo.

Mi interés es que el acceso a la novela sea lo más simpe posible y esta etapa de distribución gratuita de mis libros (especialmente los más trabajados en formatos digitales, como Seré nada, Intransparente, El nombre del pueblo, y Suerte al zombi) se cumpla lo mejor posible.

Para crear el archivo ebook o libro digital de Seré nada no utilicé Sigil, pero sí para las otras tres novelas, lo que significa mucho trabajo extra además de escribirlas.

Lo que me decidió a elegir el título final fue la frase de Pessoa que comparto en esta entrada (la novela originalmente iba a llamarse Serenade, como una de las Serenadas, Gema, explica a una desconocido, Roger, quién es)

Pueden descargar el torrent de mi nuevo libro utilizando el utorrent, bittorrent o cualquier otro programa que gestione estos archivos.

Dentro del archivo encontrarán el EPUB y el MOBI.

Le dan a abrir Torrent y los lleva al programa que hayan elegido para descargar torrents.

De ahí pueden leerlos en su smartphone, en el Aldiko por ejemplo, o en un dispositivo lector de libros electrónicos como puede ser el Kindle. En la PC pueden hacerlo usando Adobe Digital Editions, que es mi preferido para esto. Fíjense si funciona la descarga. Si no, ya intentaremos buscar mejor maneras de compartir. Dejo los enlace al final de esta entrada.

El modo tradicional que es buscar los Epub y Mobi en Google Drive (así como PDF) en el inicio adriangastonfares.com sigue vigente.

A esta página de Inicio la llamaremos Sobre Adrián Gastón Fares. Libros y películas. y es donde está mi biografía y los enlaces a mis trabajos en cine y en literatura.

Organizar un blog de tantos años es como armar un rompecabezas, je.

Disfruten el fin de semana. ¡Saludos!

Adrián

ENLACES TORRENT:

Seré nada enlace para copiar en navegador al torrent (sólo .epub):

magnet:?xt=urn:btih:52E0CF3E78E3E1B86B6CF6E727AA22F7EFF05AFF&dn=Sere%20nada%20-%20Adrian%20Gaston%20Fares.epub&tr=udp%3a%2f%2ftracker.openbittorrent.com%3a80%2fannounce&tr=udp%3a%2f%2ftracker.opentrackr.org%3a1337%2fannounce

Mobi y Epub archivos en .RAR:

Seré nada Torrent o copiar en el navegador web (Con Control + C y luego Control + V)

magnet:?xt=urn:btih:4FCD7C75E00A9801EE65032EBDF944654D1CF02E&dn=Sere%20nada%20-%20Adrian%20Gaston%20Fares.rar&tr=udp%3a%2f%2ftracker.openbittorrent.com%3a80%2fannounce&tr=udp%3a%2f%2ftracker.opentrackr.org%3a1337%2fannounce

Lanzamiento novela digital Seré nada. Formatos para lectores de libros electrónicos. Digital book. Libros gratis en epub y mobi.

La edición digital para libro electrónico (formato .EPUB) de Seré nada ya está disponible para que la lean de manera gratuita.

Pueden leerla en cualquier lector digital, con el software adecuado (Sumatra, FBReader, Adobe Digital Editions, por ejemplo) o en lectores de libros electrónicos como Kobo, Kindle, Noblex, etc.

El link gratis a Google Drive con el formato para Kindle (Mobi): Novela Seré nada Mobi gratis

El link gratis a Google Drive para formato Epub: Novela Seré nada Epub gratis

Seré nada es mi nueva novela de terror. Puede ser una novela distópica, puede ser una novela de ciencia ficción, puede ser una sátira, puede ser una comedia, puede ser una novela de terror sobrenatural con un poco de western del conurbano, puede ser una novela de monstruos, de vampiros, puede ser una novela sobre la «discapacidad», o puede ser una novela sobre la hipoacusia, o la sordera, en fin, muchas cosas puede ser Seré nada porque fue un producto de mi imaginación durante abril de 2020 a febrero de 2021.

En formato digital tiene un poco menos de páginas (cuenta 166, contra 200 del PDF; en tal caso mejor si son menos; aunque el PDF está formateado según las reglas comunes entre editores para estos manuscritos)

Quería agradecer a mi amiga Majo por las correcciones que me hizo el año pasado, antes de la publicación en el blog, que me sirvieron muchísimo. Pueden leer su blog: http://extranjeraencadapais.blogspot.com/ También por animarme a escribir sobre el tema de la hipoacusia y más que nada a escribir otra novela.

(si quieren contar qué les pareció la novela, soy todo oídos)

Los dejo con una nueva sinopsis de Seré nada.

 ¿De qué trata Seré nada? Un grupo de amigos con hipoacusia viajan al Sur del conurbano bonaerense en busca de una mítica colonia sorda, pero dan con unas personas extrañas que parecen tener un peculiar trastorno alimenticio. Y parece que los acechan otras personas con otros tipos de trastornos, incluso más peligrosos…

¡Saludos!

Adrián G. Fares

Seré nada. Novela de terror y misterio. Audiolibro. Índice narración oral capítulo por capítulo.

¿De qué trata Seré nada?

Seré nada es la historia de tres personas con sordera que tratan de encontrar una mítica comunidad de sordos en el Gran Buenos Aires. Dan con una colonia silente pero, ¿son personas sordas…?

Creo que fui mejorando en la lectura a viva voz. Empiezo un poco inseguro en el primer capítulo para ir ganando un poco de confianza (me parece) en los demás. Fue un ejercicio día a día, son 47 capítulos y fueron 47 días de lectura a viva voz sin parar, ni para Navidad, ni para Año nuevo (¡menos mal, tuve con qué entretenerme!) En fin, ahí va para que pueda ser más fácil escucharlos.

Voy a confesar que Ersatz está golpeando a mi puerta otra vez. Por ahora le quité la aldaba a la puerta para que espere un poco este querido muchachón.

Seré Nada. Prólogo y Capítulo 1.

Seré Nada. Capítulo 2.

Seré Nada. Capítulo 3.

Seré Nada. Capítulo 4.

Seré Nada. Capítulo 5

Seré Nada. Capítulo 6.

Seré Nada. Capítulo 7.

Seré Nada. Capítulo 8.

Seré Nada. Capítulo 9.

Seré Nada. Capítulo 10.

Seré Nada. Capítulo 11.

Seré Nada. Capítulo 12.

Seré Nada. Capítulo 13.

Seré Nada. Capítulo 14.

Seré Nada. Capítulo 15.

Seré Nada. Capítulo 16.

Seré Nada. Capítulo 17.

Seré Nada. Capítulo 18.

Seré Nada. Capítulo 19.

Seré Nada. Capítulo 20.

Seré Nada. Capítulo 21.

Seré Nada. Capítulo 22.

Seré Nada. Capítulo 23.

Seré Nada. Capítulo 24.

Seré Nada. Capítulo 25.

Seré Nada. Capítulo 26.

Seré Nada. Capítulo 27.

Seré Nada. Capítulo 28.

Seré Nada. Capítulo 29.

Seré Nada. Capítulo 30.

Seré Nada. Capítulo 31.

Seré Nada. Capítulo 32.

Seré Nada. Capítulo 33.

Seré Nada. Capítulo 34.

Seré Nada. Capítulo 35.

Seré Nada. Capítulo 36.

Seré Nada. Capítulo 37.

Seré Nada. Capítulo 38.

Seré Nada Capítulo 39.

Seré Nada. Capítulo 40.

Seré Nada. Capítulo 41.

Seré Nada. Capítulo 42.

Seré Nada. Capítulo 43.

Seré Nada. Capítulo 44.

Seré Nada. Capítulo 45.

Seré Nada. Capítulo 46.

Seré Nada. Capítulo 47 y Epílogo.

por Adrián Gastón Fares.

Link a PDF:

Seré nada – Adrián Gastón Fares 2021

Seré nada / Serenade Todos los derechos reservados. Adrián Gastón Fares.

Seré nada, portada diseñada por A. G. F.

Seré nada. 46. Nueva novela.

Leyendo Seré nada. Capítulo 46.
En Seré nada, tres amigos con sordera parten hacia el Sur del Conurbano bonaerense en busca de una mítica comunidad de personas sordas. En cambio, encuentran un barrio de personas silentes, pero ¿qué secreto sus bocas cerradas impiden revelar? Cuanto más tiempo tarden en descubrirlo, más difícil será escapar.

46.

Entre tanto alboroto, no todos los del colegio escaparon a sus casas.

Algunos decidieron que lo mejor que podían hacer era ofrendarse a esos dioses que recién habían descubierto. Particularmente, los que habían sido lastimados por ellos.

Gema y Lungo ya se habían saciado. Atrás quedó el hambre y la bronca.

Se sentían fuertes y cuando los nuevos acólitos, entre los que se encontraba el adolescente asiático, se acercaron mareados y rendidos, con las manos en alto, dejaron que los siguieran.

Cuando vieron la torre espacial de Interama, con las luces rojas y blancas parpadeando en la noche, los sobrevivientes del colegio creyeron que los serenados la habían usado de torre de control para descender desde el cielo. Mientras caminaban pensaban que iban a ser guiados a una nave espacial extraterrestre.

Se sintieron perdidos cuando en la calle Marco Avellaneda, en vez de seguir el largo camino hasta el antiguo parque de diversiones, los supuestos extraterrestres para algunos, para otros dioses, doblaron y entraron en una casa alta.

por Adrián Gastón Fares.

¡Sólo falta el 47!

Seré nada / Serenade. Todos los derechos reservados. Adrián Gastón Fares.

Adrián Gastón Fares creció en Lanús, Buenos Aires. Egresado de Diseño de Imagen y Sonido de la Universidad de Buenos Aires. Autor de las novelas IntransparenteEl nombre del puebloSuerte al zombi y el libro de cuentos de terror Los tendederos. Seré nada es su cuarta novela. En literatura fue seleccionado en el Centro Cultural Rojas por su relato El sabañón que, hace 14 años, inauguró este blog. Mr. TimeGualichoLas órdenes son algunos de sus proyectos cinematográficos premiados y seleccionados, así como el documental musical Mundo tributo, también estrenado en televisión y en festivales de cine. Por otro lado, Adrián tiene pérdida de audición. El diagnóstico tardío de su hipoacusia y el descubrimiento de las prótesis auditivas que la aliviaron fue un proceso difícil. Afortunadamente, no le quitó las ganas de crear y pensar mundos posibles e imposibles a través de las palabras y las imágenes.

Seré nada. 44. Nueva novela.

Leyendo Seré nada. Capítulo 44. ¿Una mítica comunidad sorda? Nuevos monstruos. ¿Vampiros? Extrañas identidades… Todo eso y mucho más. Acción, terror, misterio, aventura y drama en Seré nada… 

44.

Ersatz y Silvina sostenían una gruesa manguera anaranjada. Recorrieron el lugar con la vista. Caminaron arrastrándola hacia el escenario y apuntaron hacia arriba.

El público pensó que eran bomberos y que debajo del escenario había ocurrido un incendio, así que los dejaron pasar.

Además, el hedor que acompañaba a esos dos era insoportable.

—Por Manuel —dijo Ersatz.

La manguera estaba rígida, llena.

Ersatz le quitó la tapa.

De repente, un chorro de un líquido grumoso y pardo salió expelido hacia el escenario.

Al instante, Osvaldo vio que un chorro de mierda se dirigía hacia él. Evelyn no pudo escapar.

Los dos cayeron de rodillas. Evelyn vomitó.

Luego Erstaz y Silvina apuntaron hacia el público, dejaron la manguera en el suelo expeliendo mierda y más mierda, que salpicaba en abanico, como si fuera un oscuro fuego de artificio. Corrieron hasta la puerta y salieron.

Gema, que ahora era una mezcla de sangre y mierda en el suelo, pero sangre y mierda con vida, se acercó a Osvaldo, abrió la boca y le arrancó un pedazo de mejilla.

Empezó a masticarla. Pero no tenía paz. El de barba se adelantó y la empujó con la flecha de la punta del mástil de la bandera. Habría pensado que tenía filo. Gema sólo resbaló por la superficie del escenario hasta sobrepasar el bordillo y caer al suelo. Quedó arrodillada enfrente del público, que no sabía si escapar de la mierda o de Gema.

Se levantó y empezó a tirar dentelladas a dos hombres que entre la lluvia oscura intentaban atacarla. Resonaron algunos disparos, pero la serenada gruñía más alto.

En el escenario, Evelyn estaba ahogada en su propio charco de vómito.

Del susto, algunas mujeres le tiraron los platos con los cubos de salamines y quesos a Gema. Pensaban que tenía hambre y que por eso las atacaba.

Entonces, la pared que separaba el colegio del patio exterior se vino abajo e irrumpió la trompa azul del camión de aguas residuales. Varios corrieron despavoridos y tres fueron embestidos por el vehículo.

El que manejaba era Lungo, que esperó a que Gema lo reconociera.

Primero lo miró con desconfianza, pero luego la mirada de Gema se enterneció. Comprendió que algo había cambiado a Lungo, que abrió la puerta para invitarla a entrar. Cuando trató de alcanzarla un fortachón del público que tenía una gorra de Chevrolet, lo mordió en la cara.

El fortachón retrocedió, con el rostro sangrando, y fue tal el susto que le dio a los demás que empezaron a escapar todos para donde podían.

Algunos trataban de entrar a los baños. Las puertas no se abrían porque estaban cerradas por otros que los habían antecedido en ocuparlos.

Otros corrieron hacia las escaleras del primer piso del colegio.

El micrófono había quedado tirado en el escenario y ahora acoplaba, molestando a los oídos de todos, incluso a los de Lungo y Gema.

Desde la cabina del camión, Lungo dio un salto que lo dejó entre los que tenían el puño en alto para abatirlo. Comenzó a dar dentelladas y pudo herir a varios.

Gema no se quedó atrás, y se subió al cuello de varias mujeres que, con la cara enrojecida, le gritaban demonio y otras malas palabras.

Mordieron a los que pudieron, Gema en parte para alimentarse y recobrar las fuerzas, en parte por simple bronca y venganza, y el espectáculo fue tan espeluznante que los hombres y las mujeres salieron corriendo hacia sus motocicletas, sus coches, corrieron para sus casas entre los escombros, la mierda y la sangre, y sólo quedaron los más valientes que fueron reducidos y pinchados por los dos serenados.

Antes de abandonar el lugar, Gema caminó entre los cuerpos de los que retozaban en el suelo, subió al escenario, y enfurecida, giró el cuerpo de Evelyn y le desgarró la bata.

Luego le clavó los colmillos en el cuello.

La cinta larga celeste y blanca se desprendió del telón y cayó en el escenario.

En la calle había personas arrastrando los pies, ya sea por las heridas en los brazos y el cuello, porque estaban cubiertas de mierda o por las dos cosas a la vez.

El hedor era insufrible.

Hasta los caballos se habían escapado.

La fachada del colegio estaba en penumbras. La camioneta había derribado los palos de luz de esa vereda.

Más lejos, los postes que seguían de pie iluminaban con sus lámparas amarillentas a las personas que se alejaban del colegio con la ayuda de sus pies o de sus vehículos.

por Adrián Gastón Fares.

Seré nada. Serenade. Todos los derechos reservados. Adrián Gastón Fares.

Seré nada. Capítulo 38. Nueva novela.

Seré nada. Capítulo 38. Audio. ¿De qué trata Seré nada? Es la historia de tres personas sordas que buscan una mítica comunidad sorda en el gran Buenos Aires. Dan con una comunidad silente, pero ¿qué son?

38.

Dentro del colegio, el chico asiático bajó corriendo por las escaleras con el tipo barbudo, que era su profesor de Taekwondo.

Detrás, algo rezagado, luego de que Evelyn le administrara un neuroléptico que lo ponía bastante violento, Lungo los seguía con los brazos bien separados del cuerpo y las manos como garras, interpretando el papel de monstruo de las películas clásicas de terror que miraba con el adolescente asiático. Salieron a la calle y apuntaron hacia la casa de los padres de Ersatz.

En el patio grande y techado del colegio, Evelyn barría frenéticamente el suelo con el escobillón. El rechoncho, repantigado en la silla plástica, se chupaba los dedos. Acababa de dejar un plato hondo con los restos de un pomelo cortado en dos, que se había comido de postre con una cuchara.

—Te dije que de infiltrada esa pendeja no servía —comentó Evelyn.

—Fue idea de tu amiguito —Osvaldo señaló hacia la base del escenario—. Y tengo que admitir que Fanny nos consiguió lo que queríamos… Sin Roger… Más débiles… El mejor momento para pasar la red.

Osvaldo miraba su reloj.

—A las seis arrancamos, hayan vuelto los demás o no… Lo más probable es que esté en la ciudad haciéndosela frente a la computadora… Es un pelotudo… La otra, igual. —Osvaldo suspiró—. Se piensan que acá van a recuperar algo que perdieron no sé dónde… No saben que recuperar algo lleva mucho tiempo y un enorme esfuerzo… —Evelyn siguió barriendo sin contestarle—. ¿El Chino probó el micrófono? La otra vez… terrible, acoplaba mucho… Voy a ver yo.

El rechoncho apoyó las dos manos sobre las rodillas, y se impulsó hacia arriba, haciendo rechinar el plástico de la silla.

Luego, resonaron sus pasos mientras subía la escalerilla del escenario. Evelyn seguía barriendo, con una sonrisa ansiosa.

Los parlantes trasmitieron el golpe que le dio el rechoncho al micrófono y enseguida se escuchó un acople molesto.

—¿Y cómo mierda se apaga esto ahora? —gritó desde el escenario Osvaldo mientras Evelyn parecía, de pronto, estar recordando un pasado muy lejano.

 —Me gustaría que estén esos dos también… Que vean lo que logramos —dijo Evelyn mientras otro sonido sibilante y una puteada la tapaban. El acople siguió sonando.

El rechoncho bajó haciendo equilibrio para no caerse y se desplazó hasta un aula. Se sentó frente a una computadora. Barrió el teclado con un dedo como un pianista inspirado para que se encendiera el monitor. No había caso. Miró el gabinete, tenía las luces prendidas. El monitor tenía un botón de encendido azul que parpadeaba.

Refunfuñó.

Posó los dos puños cerrados sobre sus piernas.

por Adrián Gastón Fares.

Seré nada / Serenade. Todos los derechos reservados. Adrián Gastón Fares.