Donde en las buenas y en las malas
Kunda
de las sabrosas frutillas y los hongos venenosos
Kunda
el río cenagoso que nos tragamos con el agua
de la canilla
Kunda
la palabra que repiten las naranjas en el ocaso
Kunda
el silbido del señor Tiempo haciendo llorar tus ojos
Kunda
cundió
el tiempo cundido
palabra que ya no usamos
pero que existe en tantos
libros quemados
lo que despierta, lo que nunca durmió
pero está
presente
como en esos iniciales viajes
en coches
o en colectivos
donde la verdad estaba siempre detrás
Kunda
las montañas sagradas de lo que no puede olerse pero debería escucharse
Kunda
la piel degustada luego de abandonar el tabaco
pero no la muerte
lo que sueñan los ancianos cuando
dejaron el placer
para disfrutar de lo real
Kunda
todo lo que parecer ser y no es pero que sirve para que otra cosa sea
Kunda
el tiempo que no estuvimos y no nos dimos cuenta que no
estábamos
Kunda
el tiempo que no estaremos
y no sabremos nada
aunque hayamos
estado
y todo sea distinto
Kunda
el terreno llano
entre el amor
y el desamor
entre esta vida y la otra vida
como los pasos silvestres
que llevan a la montaña de restos
de huesos
de animales
de personas
de plantas
de estrellas que buscamos en lo alto
pero que ya no están hace mucho
el polvo de su desintegración está más cerca
debajo de nuestros pies
mientras miramos y buscamos en el cielo nocturno del
Kunda
acumulación
dispersión
inspiración
desesperación
lo negativo
lo positivo
convertido en blanca piedra y luego
en ocre púrpura
piedra que
brilla
pero no existe
la pintaron,
pero nunca
Kunda
como los fantasmas de la Torre de Londres
o de los pasillos de Villa Fiorito,
un peloteo en el barro,
un fútbol sin reglas
y sin arco
sin pelotas
donde
siempre
casi
no
pasa
nada
por Adrián Gastón Fares.