Suerte al zombi. 46. La calavera rodante.

46. LA CALAVERA RODANTE.

Luego de un tiempo, la gente de Mundo Viejo la descubrió. Y empezaron a hablar de ella. Algunos decían que traería suerte a aquel pueblo olvidado. Entre estas personas se encontraba Fanny, la anciana que vivía cerca del cementerio. Otros pensaban que aquella calavera pronosticaba el fin del lugar y que las vacas aquel año darían poca leche. La mayo parte de la gente creía que era algo sagrado y, como tal, argumentando que era artificial, ni la policía del pueblo se atrevió a tocarla. Así que aquella calavera quedó allí mucho tiempo.

La anciana murió y la calavera vio cuando el coche negro la llevaba hacia el cementerio: Fanny Cortés decía la placa. La calavera recordó la última vez que había visto una placa.

Y empezó a llover. El agua inundaba las órbitas y afluía en las fosas nasales.

Muchos años pasaron y la calavera vio pasar a muchas personas: a algunas las aprendió a querer y les sonreía; a otras las odió eternamente y le mostraba los dientes.

Inmutable.

Allí, arriba de aquel pequeño montículo de madera podrida, daba la bienvenida a las pocas personas que se atrevían a conocer Mundo Viejo.

Ahora bien, una leyenda empezó a oírse en todo el pueblo.

Se pasó de boca en boca, cómo se pasan todas estas historias, y fue contada de noche en fogones y fiestas. Era una leyenda tan extraña como inverosímil, pero así son las leyendas, ¿no? Y todos estaban seguros de que no era un simple cuento. Todavía la creen en Mundo Viejo.

Se dice que la calavera que reposa en el árbol rueda por el antiguo camino al anochecer. Muchos dicen haberla visto desprenderse en las nudosas raíces del árbol y entonces rueda hacia las calles de Mundo Viejo.

También dicen que se lleva el alma de la personas malas, que le pide a los niños que se porten bien y que grita el nombre de una mujer a su paso.

Hacia el fin de la noche, cuando despunta el sol en la línea del horizonte llano, la calavera retorna al tronco del árbol y se mantiene allí hasta el atardecer del día siguiente.

Un año tras otro, el cráneo se conserva.

Algunos avispados acotan que alguien lo renueva por una copia, otra escultura calaverosa, al fin de cada año que pasa.

El nombre no cambia, le dicen: la calavera rodante.

por Adrián Gastón Fares.

 

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