La doncella vive en la torre. Cada tanto recibe a sus amigas y amigos. Sólo a algunos de estos últimos deja peinar su larga cabellera.
El príncipe cabalga hacia la torre. A través de la ventana, ve cómo uno de los amigos de la doncella, un musculoso joven, comienza por peinar sus cabellos y termina aplicándole unos masajes relajantes, a los que la doncella se entrega, aparentemente, sin culpa.
Su madre, una mujer que lee muchos tratados vacíos, de las más diversas índoles, uno sobre reinas exitosas, por ejemplo, es su libro de cabecera, quería que su hijastra tuviera contactos útiles a toda costa en el reino, y la familia del musculoso joven era más pudiente que la del primero seducido y luego enamorado príncipe.
El príncipe, que no sabe bien qué fuerza oscura lo arrastró hacia la torre, tal vez la misma que mantiene allí a la doncella, baja la colina espoleando con fuerza a su caballo.
Así empezaron las guerras.
Por Adrián Gastón Fares