Querido Adrián
Entiendo tu preocupación por tu tía, tu abuelo, que hayas eliminado lo escrito incluso por temor al pasado y sus formas, pero no hay manera de arreglar ciertas cosas ni con una máquina del tiempo, que dicho sea de paso hasta ahora no han dado señales de vida.
Y tu mensaje me caló tan hondo que he decidido contarte la verdad. Ya era hora, de cualquier manera.
No soy un hombre del futuro.
No me llamo Von Kong.
Nunca tuve en mis manos una impresora Rivera.
Tal vez tenga el poder de leer tu mente. Te conocí desde que eras muy chico.
Soy médico. Mi especialización: otorrino. Pertenezco a un grupo de médicos que no hacemos lo que tenemos que hacer, con fines científicos (y admito que a veces recreativos)
Simple. Deduje tu pérdida de audición desde que leí como naciste en esa clínica en el barrio de Once. Me las arreglé para que te trajeran a mi consultorio cuando ya tenías cinco años.
Para eso tuve que dejar afuera del camino a otros médicos de este grupo secreto de experimentadores.
Una vez detectado tu problema y confirmado que hasta tu adolescencia el límite entre escuchar o no seria difuso opté por dejarte sin tratamiento.
Archive tu defectuosa audiometria y tu fantasmal potencial evocado.
Quise ver qué pasaba con tu adaptación. Hasta dónde llegabas para descubrir la verdad. Y como llegabas. Cuantos golpes te darías. Que pasaría con tu gente cercana. Como irían actuando ellos. Sabia que el Estado no te serviría de nada, así que que agradeceme que no te metí en trámites molestos desde temprano.
Hace poco coincidimos en un bar céntrico. Tocaba un DJ. Yo te observaba desde mi mesa. Noté tu cara tensa ante los ruidos fuertes amplificados por los audífonos, tu urgencia de salir de ese lugar luego de una hora de charlar con tus amigos. Pensé en cómo te estarías sintiendo. Y te compadecí. Nunca sentí nada parecido en mi vida.
Esto va con doble copia, una al Colegio de médicos para que me quiten la licencia (voy a sacarle su licencia para matar, dice una canción de Bob Dylan)
Ya estoy viejo, de cualquier manera. No tanto, todavía puedo jugar al golf con estos médicos amigos a quienes les importa poco y nada los procedimientos formales como a mí.
Nunca existió una Taka. Es el personaje femenino de un personaje de la película El último samurai. Ni yo sabía de donde había sacado ese nombre hasta que di en el cable Premium con una emisión de dicho film.
Nunca tuve a ningún No ser que eliminar o apresar.
No existen.
A raíz de una nota en una revista de divulgación científica creé ese mundo de impresoras genéticas. Craig Venter fue una inspiración.
Te escribí para darte confianza todo este tiempo. Que pensaras que eras un elegido por un detective del futuro. Creo que nunca lo creíste del todo, pero espero que haya mitigado la falta de un tratamiento adecuado. No siempre pude mantener el sentimiento de culpa a raya.
Hay una teoría que dice que todo nace de la culpa. Así nació Von Kong.
También te he enviado alguna que otra ayuda, gente de mi comunidad que te acompañó un poco; ya no están ni deben estar porque están atendiendo otros de mis conscientes deslices.
No sos el único con el que he experimentado.
Lamento tener que decirte la verdad recién ahora.
Tomo la precaución de no decirte mi nombre real para que no me persigas.
Cuelgo mi guardapolvo y pienso dedicarme a mi esposa y a mis tres hijos.
Espero que dejar mi profesión sacie tu sed de venganza si es que la hubiere.
Pronto te llegará una caja de cartón con todos los libros de ciencia ficción que he leído para crear a Von Kong y su pequeño mundo.
Agradezco que hayas contestado mis misivas. Que hasta me hayas pedido que conteste una encuesta por vos. Me he divertido un poco con la culpa.
Von Kong está vacante de ahora en más. En algún lugar de mi neuronas sigue persiguiendo a No seres que el mismo ha creado.
Si en tus sueños te diriges a esa Buenos Aires de colores, de un futuro lejano, donde un hombre persigue a las mascotas desmadradas y monstruosas de la ciudad con su ayudante No ser oriental llamada Taka podes tomar la forma de Kong. Incautar Impresoras Riviera.
También admito que me harías un favor olvidándolo todo.
He redactado un informe sobre tu vida. Lo he dejado en mano de una colega.
Por supuesto, tu nombre no está escrito en esas hojas.
Te he protegido. No soy tan desalmado.
Siento que, en parte, eres mi creación.
Pero como en este tipo de historias, te has terminado rebelando; te has proporcionado por tu cuenta lo que yo no quise darte.
Creí que te ibas a perder mucho antes. Que al descubrir la verdad te vendrías abajo como un edificio cuyas columnas son de goma. No tuve en cuenta entonces el poder de la elasticidad.
En el futuro tal vez reconozcan mi trabajo de investigación.
Eso espero.
Otra cosa no me importa.
Estoy conforme con mi trabajo.
Hasta siempre,
Doctor E
Maestre 15
06 de Febrero de 2019
Kong Completo – Índice
Kong 24 (no publicada en blog)
Voy a investigar más por aquí
Me gustaLe gusta a 1 persona
Investigue tranquilo, gracias.
Me gustaMe gusta
Madre mía, no sé si soy el único, pero a mí tu relato me ha sumido en el terror absoluto durante su lectura. Tampoco sé si atreverme a investigar más.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Me rindo, es más fuerte que yo. Leeré las demás entradas de Kong.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias, podes leer en el índice los otros de Kong.
Me gustaMe gusta
Pingback: Entrevista completa sobre el premio Blood Window a Gualicho – Adrián Gastón Fares