La hora de los talveces….

Dibujo Adrian Gaston Fares para El Amancebador, el Joven Pálido
Este poema, o prosa cantada en silencio como me gusta llamar a los poemas narrativos, forma parte del work in progress del poemario El Joven Pálido.

El dibujo es mío también.

Dibujo bajo el seudónimo Cooonde así puedo garabatear bien pequeño a gusto.

Saludos, A.

El amancebador

Déjame,
corazón de las horas perdidas.

Lánzate al viento, capataz de las luciérnagas, y
aléjate del río de las sensaciones,
donde duermen los maestros.

Cede la bronca a las esclavas abejas,
abandona las grillas horarias,
aliviate de la busca de hidras en las zanjas,
acaricia las crines de tu caballo
aunque no tengas ninguno.

Egrésate del conteo de melenas
hay otra vez paz en tu reino,
donde semillas de amapolas.

Y encuentra en el suave declive,
el rostro de piedra de la flor,
luminosa es y cae como estas

ca

si

im                per

cep
ti

bles
briz
nas
de
es
cu
pi
das
bri
llan
tes

Ahí, fulgúrate un futuro
estribándote a la mariposa alada:
hacéte un pic-nic en su polvoriento lomo.

Desmonta, donde el declive del terreno
rejunta a las corrientes de humo
encontrarás un árbol de ramas quietas
a pesar del viento alrededor
con una puerta diminuta bañada en oro.

Golpea,
verás como te recibe,
un pequeño y lampiño ratón.

Oh, pequeño ratón fetíl,
entregado a las fauces de una araña
avicularia avicularia
en una ignota veterinaria
por un mago secreto
de los que tantos pululan en tu ciudad,
de ternura impuesta,
y renacido en este árbol
para bien de toda la humanidad.
Oh, pequeña laucha
tranquilizadora de mentes enojadas como la de mi nuevo amigo
quien me llegó como quien
llega a un árbol de copa generosa,
cuando el camino de luz que está hecho para cansar
cumple su cometido.

Poseso,
pasaré a hablarte con el idioma de las ratas, que bien crees
desconocer.

Joven,
la mañana no es la gruta
no hay que postrarse aquí en el quieto árbol,
y si no encuentras otra manera,
piensa en la tierra de Ontario
en el Kaniatarowanenneh
donde el silencio es
tan maravilloso que las risas de las marmotas
salpican
agua fría.

Si puedes, olvida tu tierra
es una trampa:
no sabes quiénes te trajeron de la mano
hasta el lugar donde nacistes
no debes ser confiado siempre, joven pálido.

No creas que el aire está vacío.

El amor no es ciego.
Nosotros somos.

O te pensas que mis ojos fueron siempre dos ombligos,
tócalos,
siéntelos, ellos no pueden ver. Mi verdadera fuerza reside en no saber nada.
Déjame de cosquillearme.
No soy solamente tu infiel daimón.

Déjame. Déjate.

Es tarde y es verano,
¿recuerdas?,
en los manicomios de las bestias,
es la hora de los talveces.

Por Adrian Gaston Fares

4 comentarios en “La hora de los talveces….

  1. La Gacha Manzana Equis

    A todos nos enseñaron a escribir en la escuela. A crear, no. Algunos escritores tienen un mundo que expresar. Otros lo que hacen es proteger su vida con la escritura… Para mí la escritura es una forma de terapia y necesito escribir cada día.
    Cada día creo más en la memoria como fuente de inspiración literaria. Cualquier hombre puede hacer historia; pero sólo un gran hombre puede escribirla.
    Es tu momento. Felicidades.
    Te invito a visitar mi blog y leer la última entrada que publiqué. Es un poema que escribí y titulé “Quiéreme”. Espero te guste.

    Le gusta a 1 persona

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