Estas son las palabras que nunca te enseñaron
las que nunca se ponen ni jamás se dicen.
En una ciudad antigua las gritaban.
En Lanús una viejita las repetía,
murmurando,
mientras encendía la hornalla para tejer un cuento.
Estas son las palabras con las que levantan el peso pesado los albañiles.
Son con las que escriben los escritores
cuando todavía jóvenes huyen de los llantos que traen las despedidas.
Las que usaban los soldados,
y las ratas.
¡Estas son las palabras que desprecian los músicos!
Las del árbol deshojado en la oscuridad
cuando la ciudad está silenciosa
y en la cama nos guarecemos y las sábanas parpadean.
No se prestan para un cuento,
las novelas las ignoran.
Las usaron los sumerios y arracimadas
en la túnica diáfana de la oscura Musa
las pisaban los griegos
para retenerla en su caminar al amplio balcón abierto
que caía al pesado mar.
Y con la arañada tela púrpura nos quedamos
donde nuestro gatos se ovillan
buscando lo que ellos no perdieron
y nosotros sí.
La risa en las comedias
la corrida y el beso final
y la inclinación de la muerte
en las butacas que tiemblan
porque están lejos de las estrellas.
Son las que a veces no escucho aunque
ya fueron derramadas.
Son el brazo que la niña extiende.
Lo que quiere,
Y no puede.
por Adrián Gastón Fares