La acumulación de música, películas, videoclips, novelas, en la mente de un personaje -la influencia de discursos y ficciones- es un travelling de Wes Anderson y una dirección de actores de Wes Anderson (está más claro en Hotel Chevalier y Viaje a Darjeeling que en sus películas anteriores). Algo tan artificial y, a la vez, tan natural. Lo descaradamente burgués en sus personajes: ¿no será una opción hedonista -una imitación- a la que sus personajes se acercan cuando la cultura capitalista los hace perderse entre aspiraciones, ilusiones y alusiones? ¿Cuál es el costo real de las ilusiones que nos injertan de chicos? Mucha falta de comunicación. Por ahí anda Viaje a Darjeeling…
Párrafo extraído de En busca del tiempo perdido. Por el camino de Swann, Segunda parte: Unos amores de Swann, Marcel Proust:
«Pero, de pronto, fue como si Odette entrara, y esa aparición le dolió tanto, que tuvo que llevarse la mano al corazón. Es que el violín había subido a unas notas altas y se quedaba en ellas, esperando, con una espera que se prolongaba sin que él dejara de sostener las notas, exaltado por la esperanza de ver ya acercarse al objeto de su espera, esforzándose desesperadamente para durar hasta que llegara, para acogerlo antes de expirar, para ofrecerle el camino abierto un momento más con sus fuerzas postreras, de modo que pudiera pasar, como se sostiene una puerta que se va a caer. Y antes de que Swann tuviera tiempo de comprender y de decirse que era la frase de la sonata de Vinteuil y que no había que escuchar, todos los recuerdos del tiempo en que Odette estaba enamorada de él, que hasta aquel día lograra mantener invisibles en lo más hondo de su ser, engañados por aquel brusco rayo del tiempo del amor y creyéndose que había tornado, se despertaron, se remontaron de un vuelo, cantándole locamente, sin compasión para su infortunio de entonces, las olvidadas letrillas de la felicidad…» (Traducción de Soledad Salinas de Marichal y Jaime Salinas)
Adrián Fares